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{ENTREVISTAS}

'Cosas que he visto', Jessica Lange fotógrafa

El centro Arts Santa Mònica Barcelona acoge una retrospectiva del trabajo fotográfico de la actriz

La actriz Jessica Lange ha protagonizado películas como ‘Toosie’ –por la que recibió el Oscar por la mejor interpretación femenina de reparto-, ‘Frances’, ‘King Kong’, ‘El cartero siempre llama dos veces’, o ‘Blue Sky’ –actuación que le llevó a recibir el Oscar como mejor actriz protagonista en 1994- y desde 2011 forma parte de una de las series televisivas más rompedoras ‘American Horror Story’, por la que también ha recibido diferentes galardones. Pero Lange es también una reconocida fotógrafa.


Asegura que a la fotografía llegó de la mano de su ex pareja, Paco Grande, fotógrafo español que ejerció de maestro. En 2008 publicó su propia colección de fotografías en blanco y negro, bajo el título ’50 Photographs’ y con la presentación de la mítica cantante Patty Smith. Dos años después, editó su segundo libro de fotografía, ‘En México’.


Ahora, Jessica Lange expone una retrospectiva de sus fotografías más emblemáticas en el centro Arts Santa Mònica de Barcelona, incluyendo su trabajo sobre Chiapas. La muestra titulada ‘Unseen’ permite descubrir el trabajo fotográfico de Jessica Lange durante los últimos veinte años. Son fotografías incluidas en tres series: ‘Things I see’, ‘Mexico’ y ‘Chiapas’.


‘Unseen’ de Jessica Lange, producida y organizada por diChroma photography y comisariada por Anne Morin, se compone de 135 fotografías en blanco y negro, algunas de ellas no expuestas hasta el momento en público. 


En 1967, Jessica Lange obtiene una beca de la Universidad de Minnesota para estudiar fotografía, pero los avatares de la vida estudiantil la llevan a España y, posteriormente, a París, donde decide anteponer el arte dramático a su práctica fotográfica. En ese momento comienza su carrera de actriz, que la ha llevado a convertirse en protagonista de títulos emblemáticos en la historia del cine y a recibir dos premios Oscar.


Pero hasta comienzos de los años noventa –cuando el escritor, actor y director Sam Shepard le regala una Leica M6-, Jessica Lange no retoma su actividad fotográfica, tomando sus imágenes en el transcurso de sus viajes. Estados Unidos, Francia, Finlandia e Italia son algunos de los países que recorre, aunque demuestra una especial predilección por México, “por sus luces y sus grandes noches”, señala.


-“What are these pictures, I ask?


-Oh, things I see
.”


Things I see”, responde Lnage, como una letanía, un leitmotiv, casi un canturreo que se lanza tras una interjección y va rodando solo, sin necesidad de más impulso. Las fotografías de Jessica Lange no necesitan cargarse de frases inútiles. “Punto y línea sobre plano” son los elementos fundamentales de su escritura visual. Su léxico y su sintaxis se reducen a concordancias temporales –describe el catálogo-, como ecuaciones elementales que expresan lo imperceptible”.


Rusia, Finlandia, Minnesota, Italia y Nueva York no son más que pre-textos que se enuncian y anuncian antes de la imagen. “Ahí están, ante sus ojos, poco importa su longitud y latitud, el mes o el año, sólo dicen lo que es, en su permanencia”.


Las fotografías de Jessica Lange son escollos sin más pretensiones que hacer visible el movimiento de la vida. Dice Stieglitz que “el arte es lo que da cuenta de la vida y la vida, o lo que la significa, se halla en todas partes”. Jessica, en sus recorridos, se ha encontrado con ella, aquí y allá, “en lo sencillo, en lo común, en la ceguera”.


Esa joven y su rostro de otro tiempo, que alza los ojos hacia el cielo, como trazando una línea invisible hacia otro lugar, nos devuelve a una suerte de trilogía, de trinidad. El interior de una capilla, bañada por esa luz lechosa típica de los países nórdicos, invadida por un denso silencio, que se estremece en ese mismo instante por la discreta presencia de un individuo, sentado al fondo, solo. Es el eco de Muchacha leyendo una carta de Johannes Vermeer (1657). O también como los dos niños suspendidos en una barrera, balanceándose como notas musicales que tararean sobre una partitura. Los blancos y negros están en equilibrio. Todo está ahí.

México


Y, de repente, el negro inunda la imagen, el grano estalla, las líneas se difuminan, le tela de la pantalla se tensa. ¡México. ¡Que comience el espectáculo!”. Furtiva, delicada, discreta, Jessica Lange entra en escena, está presente en la historia que nos cuenta, lanzándose cuerpo a cuerpo con la realidad; puesto que se trata de eso y no de otra cosa: del cuerpo. Ya no está en la espera, ni en la distancia; se instala en una continuidad, la de una narración, de una película.


Para empezar, dibuja y delimita los espacios que atraviesa; se sitúa dentro de los mismos pero manteniéndose a la vez separada. Separada del otro, en primer lugar, por ese deseo de soledad en el que se envuelve; separada también de las miradas que no se cruzan, que se rompen en los espejos, que se esconden detrás de una cortina de lluvia, o bien de las miradas de los enamorados, perdidos y ebrios, que se hablan, mirándose a los ojos”.


Jessica Lange no se sitúa en la sombra, ni en lo invisible, sino que se queda en lo no visto. Está ahí. Y, si el espacio se encierra en sí mismo, el tiempo y la luz también. “México revive en la hora del crepúsculo, en la penumbra, entre chien et loup, en ese lapso en el que la realidad aplanada bajo una luz demasiado
blanca, retoma aliento e exulta
”.


Los enamorados se reencuentran ante la iglesia de Santo Domingo, el baile en la plaza del Zócalo inicia rondas sin fin, al son de las trompetas y de los tamboriles. El circo anuncia sus desfiles. Es de noche, los cuerpos se confunden, se enlazan, se lanzan, o se abandonan, como coreografías dirigidas por una mano invisible. “Ella es quien las orquesta. Por sus propios movimientos, invoca su coincidencia, y surge la imagen. Jessica Lange desvela lo que se escapa y hace subir a la superficie de la noche, la luz de la sombra, como un pintor las formas de su modelo”.

 

La profundidad de los negros, los blancos que restallan en el aire como latigazos, las materias voluptuosas, sensuales, flotantes, el olor de la noche que cae, el alboroto de las músicas populares. Más que una serie de fotografías, México es un paseo por el diario de impresiones de Jessica Lange.
Los 5 días sin nombres, Chiapas.


El Carnaval se celebra en todo el estado de Chiapas. Es probablemente el acontecimiento anual más importante. Dura 13 días. Este festival celebra los 5 días perdidos del calendario Maya; 5 días sin nombres, cuando se cree que el mundo se vuelve del revés. Se piensa que es un tiempo desafortunado o incluso peligroso. Ya no existen separaciones entre el mundo real y el mundo espiritual. Se permiten darse el capricho en todas aquellas cosas a las que tendrán que renunciar en Cuaresma. Se visten de trajes sofisticados; se disfrazan de monos, de lobos o de otros animales. Muchos hombres se visten de mujeres. Las fotografías sobre Chiapas se tomaron en los pueblos de Tenejape y San Juan Chamula./SPOONFUL

 
*Del 22 de abril al 28 de junio, centro Arts Santa Mònica de Barcelona.

 

 



Autor: Javier Muro

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