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{ENTREVISTAS}

Arissa y el ángulo de la mirada

La Sala Amós Salvador de Logroño acoge la colección del fotógrafo de la Nueva Visión

 

La mirada de Antoni Arissa, como la de todos los grandes fotógrafos, se muestra especial y diferente. Al observar en conjunto las imágenes que llevan su firma y que ahora expone la Sala Amós Salvador de Logroño es posible que pongamos en duda el equilibrio del eje que marca la cota cero del suelo de la galería. Y es que conforme el fotógrafo catalán fue adentrándose en la concepción fotográfica  que, a principio de los años treinta del siglo pasado, se denominó Nueva Fotografía sus perspectivas adoptaron ángulos que ignoraban la línea de la lógica, provocando así que sus fotografías contaran un relato nuevo, alejado del camino ya transitado.


Arissa nació en Barcelona en el año 1900 en el seno de una familia de impresores. Con tan sólo veinte años tuvo que hacerse cargo de la empresa y dos después ya había obtenido su primer premio fotográfico, al que siguieron otros muchos, ya fueran nacionales o internacionales. Incluso, en 1935, la revista Art de la Llum dedicó un monográfico, que coincidió con la muestra de su obra organizada por el Centro Popular de San Andreu.


La pista de Arissa y de sus imágenes se perdió, tal y como recuerda el comisario de la exposición ‘La sombra y el fotógrafo’  Rafael Levenfeld, ya que el finalizar la Guerra Civil y desaparecidos los medios de comunicación de la modernidad, “Arissa reduce su actividad artística y poco a poco va cayendo en el olvido”.


Ahora, el recorrido por la sala logroñesa descubre imágenes en las que son protagonistas instantes de la vida en el campo y de la agricultura tradicional, momentos del disfrute del día a día, bicicletas y motocicletas, ferias y barracas, fábricas, laboratorios, viviendas y detalles del mobiliario o juegos con las nubes. Fotografías todas, bañadas en una luz singular y resaltadas por un encuadre personal.

 

Arissa –destaca Levenfeld- es uno de los más destacados representantes españoles de la vanguardia fotográfica y su obra permaneció prácticamente inadvertida durante ocho décadas”. En la Sala Amós Salvador pueden contemplarse 120 fotografías en blanco y negro de Arissa. Imágenes que recorren su trayectoria profesional a través de sus tres momentos estilísticos; desde el pictoralismo (1922-1928), la evolución hacia la modernidad (1930-1936) y la incorporación a las vanguardias fotográficas.
El pictorialismo del que formó parte Arissa surgió alrededor de 1890 en el ámbito de las asociaciones y sociedades fotográficas. “Buscaban –recuerda el comisario- el reconocimiento de la fotografía como una disciplina artística, se alejaban de la fotografía documental”. Arissa retrata en esta época escenas rurales e iconografías campestres con escenarios previamente preparados, imágenes que recrean los cuentos de Perrault y los Hermanos Grimm.


Con el cambio de década, Arissa se avanza hacia una fotografía moderna, desprovista de los ornamentos del pictorialismo. “Adopta un estilo –describe Levenfeld- caracterizado por la composición, la forma, la línea, el punto de vista y una iluminación que acentúa las cualidades y la intención de los objetos fotografiados”.


El fotógrafo catalán ha rechazado ya llegados a ese momento los dogmas del pictorialismo, mientras su obra se centra en las pequeñas cosas. Así, los protagonistas de sus imágenes pasan a ser su familia, la propia vivienda, la casa, el jardín, los pasillos, el mobiliario, los objetos cotidianos e, incluso, sus propias hijas. Con el tiempo, abre también su objetivo a las calles y al puerto de Barcelona. “Cualquier fragmento de la realidad se convierte en objeto de su actividad fotográfica”. Desde los conceptos de la Nueva Visión, Arissa adoptó un modo de mirar que lo situó en la primera línea de una forma de entender la fotografía inusual en la España de la época./Javi Muro.


* Sala Amos Salvador. Logroño. Hasta el 1 de agosto. Colección Fundación Telefónica. Cultural Rioja.



Autor: Javier Muro

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