3298

{TURISMO / TURISMO}

La bodega

El patrimonio de la viña y el vino (I)

Para explicar y comprender parte de la historia y de la vida de un territorio es evidente la importancia del patrimonio arquitectónico monumental. Es además, junto al paisaje y al entorno natural, una de las primeras referencias visuales que tiene un turista. Pero está claro que, en el caso de La Rioja, los elementos que conforman la tierra, la vida y la cultura del vino y de la viña son el punto de referencia de esta región. Elementos que nos son propios, individuales y diferenciadores,  y que forman parte de un estilo de vida desde hace mucho tiempo. El mundo del vino siempre ha estado presente en la vida diaria y, por lo tanto, en las manifestaciones artísticas. 

 

En primer lugar, y por lo que respecta a la arquitectura de las bodegas, hay que decir que éste es un espacio que siempre debe tener unas condiciones técnicas y ambientales para la elaboración y la conservación del vino. Pero también, a menudo, se acaba convirtiendo en un espacio social, lugar de encuentro amistoso entre las personas y  con ciertas características espirituales y hasta místicas. 

 

¿De qué podríamos estar hablando si decimos?:

 

 “Atravesamos con parsimonia una puerta que nos conduce desde la luz hiriente del día a la penumbra más absoluta. Gruesas paredes de piedra nos recogen en un espacio silencioso, tranquilo, fresco. El perfume que nos rodea nos sugiere y  nos vincula al lugar en el que estamos…”.

 

Serviría  lo mismo decir que hemos entrado a una bodega o a una catedral. No es por casualidad que, a menudo, a las bodegas, especialmente a las centenarias, se les denomina “las catedrales del vino”, precisamente por su simbología asociada a la espiritualidad, a lo sagrado. No hay que olvidar la importancia que el vino tuvo en la antigüedad, desde ese punto de vista. Ya mencionando en otro artículo, desde los tiempos clásicos greco-latinos, el vino se caracterizaba por ser ofrenda asociada a los rituales con los dioses. Hasta tal punto que aparecieron dentro de la mitología deidades propias vinculadas a éste producto: Dioniso en Grecia y Baco en Roma. 

La disociación entre lo religioso y los otros aspectos de la vida social era impensable en estas culturas clásicas. Un buen ejemplo de ello eran los banquetes o “symposion”, cargados de rituales sagrados. El hecho de comer ciertos alimentos (carne de animales sacrificados a los dioses o cereales ) y de beber ciertas bebidas ,como el vino, ponía en relación a los hombres y a los dioses. Estos banquetes hacían recordar el tiempo en que hombres y dioses vivían juntos, pero al mismo tiempo, recordaban la separación definitiva entre ambos mundos, siendo los hombres los únicos que consumían alimento y bebida, los únicos que trabajaban en la tierra, se reproducían y morían. 

 

A este valor sagrado del simposio se unía un valor ritual  muy importante: lo daba el hecho del consumo en común. La comida y la bebida siempre han tenido este valor, por el vínculo que crea entre los convidados el hecho de tomar un mismo alimento, El compartir mesa podría decirse que está casi en la cimentación de la comunidad. Crea una especie de identidad común, de consanguineidad  que refuerza las relaciones sociales. En ese contexto tiene sentido pleno la presencia del vino, correctamente mezclado y preparado en cantidad adecuada por el symposiarca, que debe fundamentalmente servir para llevarnos a la unión con los otros, a la comunicación fluida. El vino se convierte por lo tanto en un gran instrumento de socialización, pues precede y acompaña a las conversaciones y a los espectáculos artísticos.

 

Retornando a su valor sagrado,  en otro período histórico como el de  la cultura hebrea, el vino se asoció a personajes bíblicos, como Noé, creador de la viticultura, quien  plantó una vid después del diluvio universal. De hecho no hay planta, fruto o bebida que tenga una importancia mayor en todos los escritos santos o profanos. Solamente en la Biblia se encuentran unas 500  citas que hacen referencia al racimo de uvas o al vino. El vino es la sangre de Cristo, es decir, el símbolo de la vida divina, pero también es la bebida prohibida por el Corán, dado el temor a los efectos de la borrachera, pues con ella llega la pérdida del control de sí mismo, la pérdida del conocimiento y, por lo tanto el alejamiento de la divinidad.

 

De vuelta en  el espacio que alberga este producto “sagrado”, la bodega, cabe decir que constituye uno de los elementos patrimoniales del vino más importantes. 

 

Denominado cueva, calao, celler, posesión o lagar, entre otros, es siempre un lugar que debe mantener unas condiciones térmicas y de humedad  adecuadas a la producción y conservación. De ahí que muchas hayan sido excavadas  en la tierra,  pues así se consiguen esas condiciones de una manera constante. De todas maneras, existen diversas tipologías de bodegas en función de la zona vinícola y también del período en que se conciben. Podríamos hablar de tres tipos que coinciden con tres períodos históricos determinados:

 

1.- Las bodegas tradicionales, de carácter artesano-familiar, señoriales y monásticas, soterradas bajo las viviendas o exentas, pero siempre contempladas como parte de la estructura del edificio que las alberga o del trazado urbano de las localidades correspondientes. Esta tipología es habitual hasta el siglo XVIII, período en el que la viña no era monocultivo, se la veía asociada al cereal, al olivo , a los frutales u hortalizas. La población necesitaba autoabastecerse y no podía dedicarse a un solo cultivo especializado. Por otra parte  el vino que se producía era de baja calidad, su elaboración era descuidada, sin apenas innovaciones en este período  y las condiciones higiénicas bastante deficientes.  Sin embargo la extensión del viñedo era superior al actual, dada la adaptabilidad de la planta a suelos pobres.

 

2.- Un segundo tipo de bodega que corresponde  al periodo a partir del S. XVIII, pero  que culmina en el s.XIX y primeros del XX. Con la aparición de la Real Sociedad Económica de Cosecheros de la Rioja Castellana en  1783, surgió  la difusión del vino a través de la construcción de vías de comunicación para facilitar su traslado a los mercados de venta. Se introducen nuevas técnicas vitivinícolas, traídas de la zona bordelesa para mejora de los caldos. Pero aunque estaban acertados en sus planteamientos, hasta mitad del siglo XIX no se hacen especialmente visibles. La implantación de este proyecto modernizador da sus frutos con el éxito comercial del Marqués de Murrieta y de Riscal y con las recomendaciones de la Estación Enológica de Haro. A ello se añade la crisis de la filoxera en Francia, lo que hace trasladarse a los bodegueros de Burdeos a la Rioja Alta, trayendo con ellos las técnicas, la producción y la comercialización. En este contexto floreciente, donde el ferrocarril facilitaba  además el transporte del producto con rapidez, surge una ingente cantidad de sociedades y compañías bodegueras que comienzan a desechar vinos peleones por vinos  seleccionados y elaborados con crianza, vinos más refinados. Estas bodegas, aunque mantengan un cierto carácter artesanal, se podrían definir ya como industriales. Son las bodegas que ahora conocemos como “históricas”, ubicadas, fundamentalmente en el entorno de Haro. En éste caso, el trabajo de la familia campesina o de los siervos que trabajaban para sus señores  (fueran nobles o clérigos) da paso a un nuevo modelo de relación económica determinada por el salario. Encargado, obrero y amo son términos que se manejan en estas bodegas. Hay ya una mera relación contractual.

 

3.- El tercer período  comprende desde los años 60 hasta la actualidad. Habría que hablar de un proceso de concentración industrial que ya había comenzado en el siglo anterior. Se consolidan además los cuatro modelos bodegueros vigentes en la actualidad: cosechero, cooperativo, de almacenaje y crianza. Comienza a atisbarse el gran negocio que puede ser el vino, criando y promocionando vinos de calidad. 

 

Hoy en día, podemos visitar en la Denominación de Origen Rioja numerosas tipologías comentadas en este artículo:

 

- Bodegas monacales, asociadas a iglesias o monasterios, como la de la Iglesia de la Asunción en Briñas ( S. XVII-XVIII ).

 

- Bodegas palaciales, generalmente en el bajo del edificio, como la del Palacio de los Marqueses de Casa Torre en Igea (S .XVIII) o anexas como la de la Casa del Torreón en Briones (S. XVIII). La Real Divisa en Äbalos o algunas situadas  en Logroño o Haro.

 

- Bodegas centenarias en el entorno de Haro, como  CVNE, Bodegas Bilbaínas, Gómez Cruzado, Bodega R. López Heredia , Bodegas Martínez Lacuesta o La Rioja Alta, sin desmerecer, todo lo contrario, a Bodegas Muga, Ramón Bilbao o Roda.  O el ejemplo de calaos en piedra impresionantes, como los de la Bodega Conde de los Andes en Ollauri. O en el entorno de Logroño, la finca Ygay , donde se ubica la histórica Bodegas Marqués de Murrieta.

 

- Numerosas bodegas tradicionales, artesanas, de carácter marcadamente familiar muy vinculadas a la tierra y al viñedo propio.  

 

- Bodegas contemporáneas firmadas por grandes arquitectos como Marqués de Riscal (Gehry) o Ysios (Calatrava).

 

De cualquier manera, todas interesantes por sus singularidades. Visitas que pueden darnos una visión completa de la historia vitivinícola de La Rioja y de su modo de vida./Carmen Bengoechea Soluciones Turísticas

Suscripción a la Newsletter Enviar