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{TURISMO / TURISMO}

Las bodegas urbanas, un enoturismo diferente

Algo está cambiando en el mundo del enoturismo. Y utilizo este término, y no el de turismo del vino, por aquello de la economía del lenguaje, a pesar de que todavía no esté aceptado por la Real Academia de la lengua de España. Algo está cambiando, decía. Proyectos jóvenes e innovadores que están surgiendo a nivel mundial y que están dando un giro de tuerca al clásico concepto de la visita en una bodega. Quien más o quien menos habrá realizado alguna aproximación a estos templos  de la cultura del vino, tan apasionantes, pero en ocasiones tan estandarizados. En ese maremágnum de oferta por parte de los 'Goliat' del sector vitivinícola en nuestro país, encontramos pequeños 'David' que nos muestran de una forma apasionada, sincera y auténtica su camino vital y profesional, tan vinculado a la raíz de la propia identidad.

 

Infinitos son los ejemplos extraordinarios de viticultores que comparten sus espacios y sus vinos con los visitantes deseosos de una vivencia directa con el productor en el mundo rural. Pero además, empieza a desarrollarse un fenómeno curioso  como el de las bodegas urbanas de carácter productivo.  Es decir, no solamente lugares en los que se pueden catar vinos especiales o picotear algunas tapas, sino donde también se puede contemplar toda la elaboración completa. Desde la descarga de uva hasta los tanques de fermentación. Desde las barricas de crianza hasta el embotellado y etiquetado. 

 

Naciendo inicialmente en grandes capitales del mundo como Nueva York, Sydney, París o  Londres, donde a final de este año estarán instaladas cuatro bodegas, también han encontrado su hueco en ciudades como Bilbao o en Logroño. Hablamos en este último caso del 'Taller de Vinos Arizcuren', situado en la calle Santa Isabel, junto a la gran arteria de Vara de Rey.

 

Visitar al primer artesano del vino de la Rioja, instalado en una bodega en el casco urbano de la capital de la Rioja, tiene un significado más profundo de lo que inicialmente puede parecer. Más allá de poder conocer la singularidad del espacio,  permite además empezar a recuperar una tradición histórica en Logroño que se perdió durante décadas y que se remonta a la Edad Media. Hasta el siglo XIX no era poca la cantidad de productores que elaboraban vino en la ciudad. Entre otros, la Reja Dorada, Bodegas Franco Españolas o Luciano Murrieta en la Calle Ruavieja, germen de la actual bodega Marqués de Murrietal.

 

Por otro lado, resulta muy interesante desde el punto de vista de la regeneración urbana ya que éste, y otros tipos de industrias artesanas, pueden suponer una solución al creciente problema de excesiva 'terciarización' de las plantas bajas de los edificios residenciales. Muchos locales que fueron antiguos talleres y que han estado cerrados durante años siendo  foco de degradación física, económica y social de dichas zonas, podrían revivir de nuevo en los centros urbanos, dotando a la ciudad de una nueva perspectiva.

 

Si además sumamos a estos aspectos la posibilidad de poder degustar vinos que recuperan variedades singulares de la zona y que retoman esa tradición casi perdida de un territorio, solo nos quedaría encontrar un buen sitio para comer y disfrutar con todos los sentidos de la ventaja de estar visitando un destino turístico bien escogido./Carmen Bengechea Soluciones Turísticas

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