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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

'Paterson', la mirada del poeta

Paterson despierta cada día al lado de su amada. Aunque tiene que levantarse a las seis de la mañana, no necesita alarma. Antes de volver a las obligaciones diarias, besa el hombro de su mujer, siente el calor de su cuerpo, aspira el olor de su melena. Sospecho que sabe que vive en la rutina feliz de este poema de Keats. A veces, ella, una hermosa naif que ve el mundo en círculos blancos y negros, se despierta y le cuenta los sueños asombrosos que ha tenido con él. Les basta una mirada para sentirse unidos. ¡Qué más puede pedir un hombre para enfrentarse al mundo!

 

Paterson conduce un autobús en Paterson, Nueva Jersey. Es nuestro contemporáneo, pero aún vive en el siglo XX: no tiene móvil, ni ordenador. No los necesita. Paterson, exmarine, escucha más que habla, observa más que escucha. Tras su aspecto serio e introvertido esconde un don que solo su mujer conoce. Paterson es poeta. ¿Cuándo empezó a escribir sus versos? ¿Y por qué? Son preguntas que Jim Jarmusch no contesta en esta película fascinante que logra que veamos el mundo a través de los ojos de un poeta, muy alejado de aquel personaje mítico que encarnaba la original ‘El lado oscuro del corazón‘, de Eliseo Subiela.
El don de Paterson nace en su mirada, capaz de apreciar las pequeñas y esenciales diferencias de una rutina repetida, encontrar en su vida sencilla en una ciudad pobre, fea, un universo casi infinito. Las letras estilizadas de una caja de cerillas, una conversación robada entre dos pasajeros, una escena en el bar en el que se refugia cada noche… encienden en Paterson la llama de un poema. Los versos se gestan su interior durante horas, hasta que los anota en una sencilla libreta, antes de iniciar su ruta diaria o durante la pausa para la comida. Por la noche, termina el poema en el sótano de su casa, junto a su pequeña biblioteca, apenas una balda en la que destacan los poemas del gran poeta de Paterson (el conductor) y de Paterson (la ciudad): William Carlos Williams.

 

Jarmusch hace que los versos –escritos por Ron Padgett– aparezcan sobre la pantalla mientras Paterson los anota. Libres, minimalistas y lo suficientemente fuertes como para superar el trauma de la traducción, son “palabra y melodía”, como recomendaba Rilke, el poeta que murió por el pinchazo de una rosa. Tras ver ‘Paterson’, me he lanzado por fin a leer el viejo ejemplar de ‘Cartas a un joven poeta’, que mi amiga María me prestó hace demasiado tiempo. En mi defensa, cito sin comillas a Marchamalo y apunto que los libros, como las personas, tienen sus momentos de conexión que no siempre coinciden. En ti me encuentro, mujer voladora, aunque yo no te haga volar.
Entre en usted –escribe Rilke a Franz Xaver Kappus. Examine ese fundamento que usted llama escribir, ponga a prueba si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón, reconozca si se moriría usted si le privara de escribir”. Como Rilke, Paterson ha respondido sí, un SÍ atronador y silencioso a esa pregunta, aunque sus versos sean secretos. No sé si Paterson siente como Rilke que “la mayor parte de las cosas son indecibles, se cumplen en un ámbito que nunca ha hollado una palabra”, pero sí sé que lucha por contar lo que la mayoría de nosotros sentimos pero no sabemos expresar. Jarmush lo narra de forma magistral en esta película hermosa y divertida, sencilla, original, mágica. Estoy seguro de que os encantará. Como también sé que a Paterson le fascinaría escuchar a Serrat recitando los versos del poeta Halley. Es mi pequeño regalo para empezar este 2017. Gracias por acompañarme en este viaje. ¡Sed muy felices!/Joaquín Armada desde 'Después del Hipopótamo'



Autor: Joaquín Armada

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