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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

El Tour, el verano y las mareas

Desde siempre, el verano comienza cuando los ciclistas dan las primeras pedaladas en el Tour. Este año, el estío llega desde Mont Saint-Michel y será complicado que vuelva a hacerlo desde un lugar más bello. Mont Saint-Michel es una pequeña isla rocosa situada en el estuario del río Couesnon, en la región de Normandía, al noroeste de Francia. Vista desde la lejanía bien podía recordar a la Isla Negra de las aventuras de Tintín.

 

Mont Saint-Michel recibe su nombre de la abadía consagrada al arcángel San Miguel. No sabemos cuáles son las creencias de Froome, Quintana y Contador. Tampoco, las de los aspirantes de la segunda oleada, Nibali, Aru, Bardet, Richie Porte, Tejay Van Garderen, Pinot, Purito; ni siquiera los aspirantes situados en un tercer escalón del cuadro de apuestas, Kelderman, Barguil, o Rui Costa. Sí percibimos, en cambio, que todos ellos han consagrado los últimos meses a afilar su forma física y que rezan por tener tan sólo un poco de buena suerte y nada de mal fario durante la primera semana de la carrera. Porque, como describe Eduardo Chozas, no se trata tan sólo de la dureza de la montaña, el Tour es complicado desde el primer día. Es incluso más duro cuando no hay montaña. Es el riesgo de las carreteras, las rotondas, los nervios, las caídas la velocidad…
Mont Saint Michel se levanta majestuoso sobre las aguas, con la marea alta –que llega a alcanzar los catorce metros de altura dos veces al día- parece levitar y transformarse en una fortaleza infranqueable. Esa es también la percepción que todo el mundo tiene sobre el equipo SKY. La formación lidera por Chris Froome parece inexpugnable, todos sus corredores podrían liderar alguno de los equipos que participan en el Tour, Geraint Thomas, Landa, Nieve, Henao, Kyrilenka, Poels… Una escuadra preparada para arropar al corredor británico especialmente en la última semana. Es entonces a partir de la etapa quince -día arriba, día abajo- cuando Froome ha mostrado leves síntomas de debilidad en las dos ocasiones en que ha ganado la carrera. Son las mareas, como en la bahía del Mont Saint-Michel, de una carrera difícil de gestionar que obliga a quien quiere ganarla a estar concentrado al máximo al principio y conservar las fuerzas lo más intactas posible al final. Son las mareas de una prueba que zarandea a los corredores al menor descuido, al menor síntoma de fatiga, desplazándolos del paraíso al infierno, condenándolos desde la victoria y el podio a zigzaguear a la menor rampa intercalada en la ruta.


En el Tour de 2013, Mont Saint-Michel fue final de etapa. Fue una contrarreloj de 33 kilómetros la victoria fue para Tony Martin. Chris Froome logró mantener el liderato y diez días después ganó su primer Tour. El verano había empezado once días antes, este año comienza hoy./Javi Muro

 



Autor: Javier Muro

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