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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

José Manuel, 'jefe de personal'

La Taberna de Manuela

“Son las 00.30 horas de un día cualquiera de un mes de febrero. Domingos sale a oscuras de una casa unifamiliar situada a los pies de una carretera nacional, una de las arterias que cruza el país de este a oeste. Huye en dirección al cuartel de la Guardia Civil del municipio, un pueblo de unos 1.500 habitantes rodeado de uva y frutales. Llegó hace unas semanas a la casa de José Manuel, un portugués de mediana edad y asentado en esta misma ubicación desde hace ya unos cuantos años.

 

La casa, de dos plantas, muestra un aspecto deteriorado, desconchado, con la valla de separación medio caída. Tiempo después, tras al menos, un par de detenciones, el inmueble donde operaba José Manuel se puso a la venta.


Domingos pasó 19 días trabajando para José Manuel. Casi tres semanas en las que el temporero no recibió ningún pago semanal, tal y como ambos acordaron antes de iniciar su relación laboral. Aquel día de febrero, Domingos reclama su salario a su jefe y ambos inician una acalorada discusión. Ante el temor de llamar la atención, José Manuel decide pagar cien euros a su temporero por el tiempo trabajado. Domingos no queda conforme e insinúa su intención de acudir a la Guardia Civil. La respuesta de su patrón fue tajante: “Si vas a la policía te mato”.

 

José Manuel ya trabajaba con temporeros portugueses tiempo antes de que se detectara la existencia de un grupo organizado de tráfico de personas. De hecho, la propia Guardia Civil admitió que este portugués de Alfandega da Fé, sin ser consciente, “les enseñó mucho” para el posterior desarrollo de la ‘Operación Libertad’.

 

José Manuel estaba casado con María Alice Gonçalves, nacida en Freixeda-Mirandela. Ambos regentaban su propio negocio familiar de servicios agrícolas. Cada uno mantenía sus propias responsabilidades en la fuente de ingresos familiar. Ambos fueron detenidos tras la denuncia de Domingos por un delito contra el derecho de los trabajadores y por un delito continuado de apropiación indebida mucho antes de que la investigación de aquel clan familiar echara andar. Mucho antes de que hubiera una mínima de sospecha de lo que se vendría encima años después. Ni José Manuel ni María Alice pudieron ser juzgados ante la incomparecencia del denunciante y ambos quedaron en libertad.

 

El matrimonio portugués inició contactos a finales de 1999 con trabajadores portugueses que organizaban en cuadrillas de hasta 25 temporeros. Cada cuadrilla era distribuida posteriormente por diferentes fincas agrícolas. Todos ellos se alojaban en la casa situada a los pies de la carretera nacional. Los trabajadores eran obligados a entregar su documentación al matrimonio con la excusa de formalizar sus contratos de trabajo. Los papeles, quedaban en manos del matrimonio, lo que suponía una importante medida preventiva y un relevante seguro de vida. Evitaban de esta manera que el trabajador abandonara su empleo y les dejara sin personal con el que cubrir la demanda contratada con los empresarios del campo. Algo que hubiera supuesto pérdidas económicas al no poder saldar el trabajo contratado y provocaría una desconfianza generalizada en los servicios de José Manuel.

 

Solucionado este trámite, María Alice acudía, con cada uno de los subcontratados, a una entidad bancaria, donde abría una cuenta por trabajador. En cada una de ellas figuraba como titular el temporero y autorizada para movimientos monetarios, la propia María Alice. Adquiría así la potestad, legal a los ojos de la entidad, para acceder a todas y cada una de las cuentas corrientes.

 

De esta forma, ya estaban atados el temporero y sus ingresos. José Manuel ya había cerrado semanas atrás acuerdos con varios empresarios agrícolas en cuyas propiedades se emplearían las cuadrillas que se alojaban en su domicilio. Sin embargo, en ninguno de estos contratos figuraba el nombre del matrimonio, si en cambio el del empresario y el del temporero. También figuraban las cantidades a abonar, que eran recogidas en mano por José Manuel y quien debía trasladarlas a sus trabajadores. Posteriormente, María Alice ingresaba las cantidades en las diferentes cuentas corrientes de los trabajadores de forma que ninguno de ellos sospechara nada.

 

A las 6.30 horas de aquel día de febrero, Domingos, junto a unos cuantos temporeros, sale de la casa de José Manuel. Caminan unos doscientos metros hasta llegar al aparcamiento de una bar de carretera donde José Manuel toma café esperando a su cuadrilla de ‘esclavos’. Los trabajadores suben en dos furgonetas, que minutos antes permanecían estacionadas en el patio de la casa, mientras el jefe de personal observa los movimientos por el cristal del bar. Absorbe el café, sale de la cafetería, comprueba que todo está en orden y cierra los portones de las furgonetas. Arranca. José Manuel conduce el primer vehículo hasta que el intermitente marca a la izquierda y gira hacia un camino en dirección a unas fincas que se esconden entre árboles y montes.

 

La misma operación se repite pasadas las 19.30 horas de aquel día de febrero, esta vez a la inversa. Los temporeros bajan de la furgoneta y recorren a pie los metros que separan el aparcamiento de la casa de José Manuel. Éste, mientras tanto, bebe casi de un sorbo una cerveza fría observando y esperando a que todos sus temporeros estén dentro de la casa y nadie en el exterior observe los pasos. Todo está tranquilo. José Manuel arranca su furgoneta, aparca en el patio de la casa y desaparece entre las paredes de aquel edificio de paredes desconchadas.

 

Todo, a partir de ese momento, debía ir con tranquilidad. Sin embargo, aquel día de febrero Domingos empieza a sospechar. La cena es muy escasa y José Manuel no le deja salir de la casa ni para fumar un cigarro. No ha cobrado aun. Se envalentona y planta cara a José Manuel. Son las 00.30 horas de un día cualquiera de un mes de febrero”. /@RobertoOrio desde 'Reportajeados'



Autor: Roberto Orío

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