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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

La felicidad relativa de las tardes en bicicleta

Quizá sea el ciclismo el deporte que más fielmente ejerza de metáfora de la vida. De alguna manera, reúne todas las sensaciones, emociones y situaciones que un ser humano tiene ocasión de percibir a lo largo de su existencia. El ciclismo implica diversión, por supuesto; aprendizaje después; esfuerzo y tropezones –caídas leves y otras serias- y la obligación de levantarse y mirar hacia delante. También aparece la tentación de las trampas –el agua de fuego que describe Jonás Sáinz en el prólogo ‘La carrera que no fue, los héroes que no llegaron' y que en el día a día es corrupción política y financiera- y hay momentos para la felicidad, para las victorias, para los segundos y cuartos puestos y, por supuesto, para la derrota. Como apuntaba el padre de la Ley de la Relatividad, la vida es como la bicicleta, hay que avanzar para no perder el equilibrio.

 

La Vuelta 2015 ya está en marcha y en tan sólo tres etapas ya hemos contemplado pinceladas de cada una de esas vidas recreadas sobre los ‘modernos centauros’ de los que hablaba Samuel Becket. Hemos disfrutado de los primeros  inconformistas que saltaban hacia el horizonte que dibuja la meta conscientes de la dificultad, pero con la ilusión del que cree que nada es imposible. Son los emergentes habituales que reivindican en cada etapa la idea de que otro ganador es posible. Atrás, en el grupo, otros corredores apuestan sus cartas al trabajo en equipo, desde el convencimiento de que mientras permanezcan juntos, su hombre rápido levantará los brazos en la llegada. No tienen sentido arriesgar, piensan, porque saben que su capacidad de elevar la velocidad hasta la agonía en lo últimos kilómetros les concede una enorme ventaja.


Algunos, principalmente los favoritos a la victoria final, estudian la carrera. Piensan que aún es pronto, que es necesario preservar las fuerzas. Al mismo tiempo observan de reojo y controlan los dorsales de sus rivales. Silvan con dismulo, sonríen y fingen que miran hacia otro lado.


En los primeros tres días de la Vuelta también ha habido caídas, siempre las hay en la primera semana de las grandes vueltas. Responsabilizan a los nervios, pero lo cierto es que éstos no llevan dorsal. La mayoría de los corredores se ha levantado y ha continuado, aunque doloridos, dando pedales. Otros no, otros han sentido la dureza y la crueldad de un deporte que exige todo y sólo concede lo que se gana a pulso. Qué el fútbol es cruel porque el rival marca un gol cuando has estado dominando a lo largo de todo el partido no es una frase, es un chiste. La crueldad de la vida está en el ciclismo.


Paolo Tiralongo sufrió una dura caída en la etapa que concluía en Caminito del Rey. Fue la misma montonera en la que cayo su compañero de equipo y jefe de filas del Astana Vicenzo Nibali –expulsado de la carrera por agarrarse al coche para remontar el tiempo perdido. Tiralongo se subió a la bicicleta mientras su ojo izquierdo había desparecido bajo la mancha de sangre que le brotaba de la frente. Magullado y con una decena de puntos en la ceja y otros tantos en el párpado, el italiano –vencedor de tres etapas en el Giro- alcanzó la meta. No era Alpe D´huez, ni iba a subir al podio, pero continuó… quizá porque “entre la utopía y el nihilismo –como dice Emil Cioran- existe un territorio de felicidad relativa de tardes en bicicleta”./Javi Muro

 

* Imágenes: Las pinturas acrílicas de Miguel Soro. Expuestas en Cenicero durante Eroica Hispania 2015.



Autor: Javier Muro

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