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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

Ni loco, ni molinos, veo quijotes por todas partes

Navajas de Papel

Los BONES patrios analizan los huesos hallados en la cripta de las Trinitarias. Dicen que desde el punto de vista científico asegurar que los restos óseos pertenecen a Miguel de Cervantes es una posibilidad razonable de difícil verificación. Desde la perspectiva histórica, en cambio, se trata de una certeza. Historiadores y científicos juegan deportes diferentes, como Mourinho y Del Bosque; como Simeone o Guardiola; un balón, un par de porterías, pero caminos diferentes para llegar a la verdad. En mitad de su partido del siglo, los forenses continúan enfundados en sus impolutos trajes blancos de seguridad cuidadosos de no contaminar el escenario en el que puede descansar el autor del Quijote. Bastante contaminada está ya la actualidad como para arrojar más tierra sobre el auténtico ‘clásico’.


Los análisis deben continuar aunque sólo sea porque los mitos, las leyendas y los héroes, siempre generan ilusión. Deben proseguir, aunque ya haya quienes, al olor adictivo de las próximas elecciones municipales y autonómicas, apunten en sus argumentarios coloridos powerspoints bajo títulos como Centro Temático Cervantino, Punto de  Interpretación ‘En un lugar de la Mancha’, Museo del Triste Hidalgo o, incluso, Miguel de Cervantes Arena. Siempre el logo antes que el proyecto no vaya a ser que se le ocurra a otro y quiebre la tendencia de las encuestas low cost –todo el mundo tiene una- de esta temporada.


Arriba, sobre el subsuelo, a pie de tierra, el paisaje que pisan los ciudadanos describe las dificultades del día a día y las consecuencias de una crisis que se alarga demasiado y que ha dejado magullados al comerciante y al pequeño empresario, la cesta de la compra y la librería, al parado y a los autónomos, que han arriesgado la cara y sus ahorros convencidos, tal y como escribiera don Miguel, de que “cada uno es artífice de su propia ventura” y que “el consejo del pobre, por bueno que sea, nunca es admitido”. Así, en la barra del bar, mientras me inyecto vía taza la dosis matutina de cafeína no resulta extraño escuchar al vecino de taburete sorprenderse de que en semejante escenario cervantino la gente no haya cogido su yelmo, su armadura y su Seat Ibiza y recorra las calles deshaciendo entuertos.


Cada uno –recuerda don Quijote- es como Dios le hizo e incluso peor” y si el caballero andante saliera hoy a patearse los caminos sobre su Rocinante no encontraría descanso retando a malhechores y blandiendo su lanza frente a malandrines y bribones. Los encontraría escondidos en el mundo de las finanzas, tratando de disimular sus pillajes  en Suiza, Andorra o las islas Caimán. También en la política, financiando ilegalmente partidos, ERE`s, cursos de formación y corriendo a trasladar maletines a paraísos fiscales por autopistas de pago que ya nadie utiliza y que ahora reclaman ‘que hay de lo mío’. Quizá entonces, Alonso Quijano recordara eso de “hacer el bien a villanos es como echar agua en el mar”. Idea que Coppola actualizó, siglos después, en El Padrino con aquello de “ún día, que quizá nunca llegue, te pediré que hagas algo por mí. Pero hasta ese día, considera esto (este favor) como un recuerdo de la boda mi hija”.


Hoy, al leer la prensa, al sintonizar la radio o al dejarse hipnotizar por la televisión, Don Quijote contemplaría a los candidatos de los partidos tradicionales arrojándose lindezas y facturando la verdad hacia sus propios intereses. Compareciendo en pose trascendental para denunciar motas, mientras las vigas no les dejan ver más allá de sus narices. Seguro que Miguel de Cervantes y Saavedra, a través de su personaje, les advertiría de que “la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua”, pero aún son multitud los políticos que al abandonar el ‘y tú más’ y el eslogan fácil, se quedan sin palabras. El respeto por el discurso ha muerto y eso tampoco sería del agrado de nuestro caballero andante que adiestró a Sancho en el error de andar “desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmalazado”. También en la palabra.


Recomienda siempre Pérez Reverte leer El Quijote, y también Moby Dick y a Dumas y no parece que sea un juicio que guste a poderosos y privilegiados. Esos libros hablan de lealtad, arrojo, honradez, valentía, justicia y valores por el estilo, quizá demodé por estas tierras. Alonso Quijano no dudaría un instante en retar a duelo a Correas, Bigotes, Gürtelts, Barcenas, Ratos, Blesas, Bancos de Madrid, maestros de la Secta de las Preferentes y traficantes de armas. Señores de la Guerra S.A., que como nos descubrieron hace unos días en la Universidad de La Rioja, los reporteros Gervasio Sánchez y Mayte Carrasco, residen cerca de nosotros y forman parte del PIB del país y de la Unión Europea. Tal y como cuenta 'The Newsroom', periodistas contra molinos.


Don Quijote tampoco permitiría ni un solo acuerdo con el gobierno de Venezuela mientras no respete los derechos humanos, antes se dejaría moler los huesos en desigual lance. Seguro que se pondría el pañuelo en la nariz ante las decisiones de Maduro y, lejos de caer en la hipocresía, miraría fijamente a los ojos y les exigiría un cambio de actitud también a China, Arabia Saudí, Qatar, o Guinea Ecuatorial. Rechazaría ese cambalache con el que tan comprensivos somos y que facilita el mercadeo de derechos humanos por dinero. “La libertad, Sancho –diría- es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.


Sospechos que si prestamos atención, si miramos en los lugares que realmente importan, dónde se producen las noticias reales, observaremos quijotes por todas partes. Están a la salida del supermercado vistiendo el chaleco del Banco de Alimentos y recogiendo latas de legumbres y paquetes de pasta para distribuir entre familias que tienen dificultades para subsistir; aparecen en turnos de tarde y noche en la Cocina Económica para ayudar a servir las raciones; los vemos en Cáritas, en los comercios y pequeñas empresas que batallan cada día por no tener que cerrar o despedir a empleados ‘de toda la vida’, que son, después muchos años, parte de la familia, hay quijotes entre los autónomos que han decidido también subirse a su Rocinante y emprender solitaria aventura, a pesar del injusto sistema de tributos; e incluso, hay quien asegura que ha descubierto alguno en los medios de comunicación. Hay quijotes por todas partes, caballeros andantes. Y es que, quizá, Don Quijote no estaba tan loco como nos han querido hacer creer y quizá, aquellos molinos en verdad eran gigantes./Javi Muro




Autor: Javier Muro

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