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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

Pasta para Navidad

Cómo iniciar el relato de una historia que tenía mala pinta desde el primer momento. Sí, desde el ‘Erase una vez…’ Bueno, lo mejor es dejarse llevar tan sólo por la cronología de los acontecimientos y contarlos como si fuera un reportaje periodístico. Eso es, tan sólo periodismo; como si estuviera ‘empotrado’ en su propia historia, como los corresponsales de guerra en los convoys de los marines americanos. Por donde no pasaba era por era por utilizar el esquema de las cinco ‘W’. Tampoco se falta a la verdad por echar un poco de creatividad a la noticia, se justificó.


Bueno, al tajo. Germán andaba mal de pasta; quiero decir de dinero… en un reportaje no creo que quede bien lo de la ‘pasta’. A no ser que te refieras a unos raviolis rellenos; pero para eso ya está el blog de ‘El Comidista’.


Pues eso, que Germán andaba corto de dinero. Muy corto. Hacía ya tres meses que había finalizado su derecho a la prestación por desempleo y sus ahorros caían de forma constante e ininterrumpida. Lo cierto es que no caían, se precipitaban. Germán se reía de la prima de riesgo; el riesgo comenzaba a ser todo suyo, sin prima que pareciera echarle una mano.

 

El alquiler del piso se lo comía todo y el no comía casi nada. Era consciente de que muchas personas se encontraban en su misma situación, pero no era un consuelo. Menos aún un consuelo de tontos aunque el mal fuera de muchos.
Llegaba la Navidad y de la mano surgía un nuevo problema. Una de las cosas que más satisfacción le producía era hacer regalos. Le gustaba sorprender a su familia y amigos. Estaba convencido de que el dinero sólo servía para hacer regalos sorpresa –es cierto que en los últimos meses había comenzado a reflexionar seriamente sobre esta idea- y este año no podía faltar a la tradición.


No tenía intención de pedir dinero prestado; así que ideó el golpe que le solucionara su problema. Valoró seriamente el objetivo y las posibles víctimas. No pensaba atracar una tienda de barrio; bastante tenían. Tampoco una gasolinera, en las películas parece sencillo pero a la hora de la verdad no lo veía claro. De ninguna manera -sus valores se lo prohibían- pensaba robar a alguna ancianita en plena calle, ni a dar el tirón a un bolso. Además, demostraba poca clase y si tenía algo claro es que hay que saber estar en toda circunstancia. Hay que ser elegante hasta para robar (que nadie se dé por aludido).


Así que una vez puesta la moral en la balanza de la elección, tan sólo quedaba un objetivo posible: un banco. Pensó en evitar problemas y entrar en la sucursal por la noche. Rechazó la idea por falta de infraestructura. Descolgarse desde el edificio de enfrente, entrar por una ventana y cronometrar el tiempo que tienes para finalizar el trabajo antes de que suene la alarma tarareando una canción de la misma duración, siempre sale bien… en las pelis y a Bruce Willis. Aunque elegante nadie puede negar que es.


Así que siguiendo con el símil cinematográfico ‘Si no quieren perder la cabeza, no pierdan la cabeza’. Eso es lo que gritó a través de una media de señora color carne que había comprado en un chino junto a una pistola, que imitaba una Beretta 92F, cuando entró en la sucursal. ‘Si no quieren perder la cabeza, no pierdan la cabeza’.


Al banco, como otras muchas veces en su vida, también llegó tarde. Por muy ingeniosa que pareciera la frase que había copiado a Thelma, tan sólo consiguió sorprender a los tres hombres que se dieron la vuelta y le apuntaron con unas curiosas pistolas mitad metralleta, mitad revólver. El resto, cinco clientes –dos mujeres y tres hombres- que ya tenían las manos en alto y no las bajaron con su triunfal entrada, y los cuatro trabajadores del banco siquiera se volvieron. Vamos, que no sólo había cola en la Oficina de Empleo, sino también para dar ‘palos’ en las sucursales bancarias.


No había duda de que el grupo que le había precedido estaba más organizado. Para empezar, llevaban pasamontañas de lana, que sólo dejaban ver los ojos y permitían hablar a través de un pequeño corte en el tejido. Recordó entonces lo que tantas veces se había repetido… hay que saber estar en todas las situaciones. También se preguntó sí las armas que le apuntaban habrían sido adquiridas en el chino como la suya. No era el momento de faroles.


Decidió que tenía que parecer seguro de lo que hacía y empezó a actuar. Quiso parecer el chico más duro del barrio, aunque estaba casi seguro que su destino estaba junto a los clientes con las manos en alto. Pensó en positivo. No tenía nada que perder. También pensó que su plan para conseguir el dinero para comprar los regalos de Navidad había sido un fracaso; también, que quizá todo había sido una locura.



Los pensamientos negativos colapsaron y echó el resto.


- Siento molestar. No quiero interrumpir –dijo- esto es una acción de rutina para mi, sólo necesito unos billetes y os dejo seguir con vuestro trabajito.


Los hombres del pasamontañas no daban crédito a lo que oían. Un tío con una media en la cabeza y con una pistola de juguete, que no engañaría ni a un poli de ‘Los hombres del Paco’, caminaba todo chulo hasta el mostrador, cogía un fajo de billetes de cien euros –aún con el encorsetado del Banco de España- y se dirigía a la puerta sin siquiera mirar a los hombres que tan sólo unos segundos antes le apuntaba con sus futuristas pistolas. Lo cierto es que en ningún momento dejaron de encañonarle, giraron en su dirección como si bajo la media hubiera un imán y sus armas no pudieran evitar la atracción.


El más bajo de los atracadores le dio el alto.


- Espera.

 

Ya casi no podía respirar bajo la media. He sobreactuado, pensó.


- Muy bien, pero nos vamos todos a la vez de aquí; seguro que de algún modo ya habrán avisado a la Policía, y si no están ya fuera, llegarán en segundos.


Los dos compañeros del atracador bajito recogieron del suelo unas maletas de viaje con ruedas –unas ruedas bastante más grandes que las habituales en este tipo de equipaje- y se dirigieron a la puerta.


Los clientes y los operarios del banco seguían quietos y con las manos en alto. ¿Cómo podían aguantar tanto tiempo? El miedo nos convierte en atletas de elite, confirmó.


Armas en alto salieron los cuatro a la calle. Los clientes y los trabajadores marchaban delante, los utilizaron de escudo. En cuanto pisaron la calle sólo tenían una idea en mente… batir el récord mundial de maratón, tras haber batido antes el de los cien metros con las primeras veinte zancadas.


A los tres atracadores les esperaba una furgoneta, si le llegan a decir que la conducía M.A. y que bajo el pasamontañas estaban Hannibal Smith, Murdock y Tempelton Peck se lo hubiera creído. Sobre todo cuando el bajito tiró un cigarro al suelo y dijo que le encantaba que los planes salieran bien.


De los que no había ni rastro era de la Policía. Así que comenzó a caminar calle arriba. Quizá hasta silbó para mostrar a la ciudad lo tranquilo que fingía estar. Tiró la Beretta de juguete en una alcantarilla –en las papeleras siempre las pillan los buenos detectives_, y comenzó a redactar la carta a los Reyes Magos. No escucho ni una sirena y le resultó extraño.


Con los regalos comprados y algo de dinero en el bolsillo, compró el periódico y se sentó a leerlo frente a la cristalera de la cafetería. Y no pudo parar de reir…

Los trabajadores de una sucursal abandonan el país tras sustraer tres millones de euros de la caja de seguridad


La entidad participaba en un proceso de fusión con otras cajas y ya les había remitido sus cartas de despido, al igual que a otros 1,500 empleados


Según se puede ver, las cámaras de seguridad grabaron dos atracos consecutivos a la sucursal momentos antes de que los empleados huyeran. No los denunciaron. Se desconoce su paradero”./Javi Muro



Autor: Javier Muro

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