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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

Por qué queremos a García Márquez

Así comienzan seis de sus grandes novelas

Murió el escritor una tarde en México, una noche en Madrid, una mañana en Tokio. Murió García Márquez y todos los lectores lo sintieron porque todos somos o hemos sido sus lectores. Ningún escritor ha sido querido tanto por tantos. ‘Cien años de soledad’, ‘El amor en los tiempos del cólera’, ‘El coronel no tiene quien le escriba’, ‘Crónica de una muerte anunciada’… nos convirtieron en habitantes de Macondo, asombrados por un mundo en el que la realidad y la fantasía eran inseparables, atrapados por metáforas llenas de sabores, olores, sonidos, siempre acertadas y originales, seducidos por el mago.

 

Todos tenemos un recuerdo de García Márquez, al que leímos cuando éramos adolescentes románticos o jóvenes menos cínicos. Cuenta el escritor en ‘Vivir para contarla’, el primer tomo de unas memorias incompletas, que “sólo deberían leerse los libros que nos fuerzan a releerlos”. Aquí va el comienzo de las novelas que más me gustaron, para volver a prender el fuego y volver a ser lectores practicantes, para recordar por qué le queremos.
CUADERNO DE ROBOS (XIV)


‘Crónica de una muerte anunciada’


“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros”.


 ‘El amor en los tiempos del cólera’


“Era inevitable: El olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos”.


‘El coronel no tiene quien le escriba’


“El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata”.


‘Del amor y otros demonios’


“Un perro cenizo con un lucero en la frente irrumpió en los vericuetos del mercado el primer domingo de diciembre, revolcó mesas de fritangas, desbarató tenderetes de indios y toldos de lotería, y de paso mordió a cuatro personas que se le atravesaron en el camino. Tres eran esclavos negros. La otra fue Sierva María de Todos los Ángeles, hija única del marqués de Casalduero, que había ido con una sirvienta mulata a comprar una ristra de cascabeles para la fiesta de sus doce años”.


‘El otoño del patriarca’


“Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de alambre de las ventanas y removieron con sus alas el tiempo estancado en el interior, y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos con una tibia y tierna brisa de muerto grande y de podrida grandeza”.


‘Cien años de soledad’


“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

 

Por Joaquín Armada desde el blog 'Después del Hipopótamo'



Autor: Joaquín Armada

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