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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}
Un puma suspendido en el aire
Antes de Cristiano fue Santillana. Al menos cuando hablamos de humanos mutantes con capacidad de permanecer suspendidos en el aire por tiempo ideterminado. Seres que tan sólo precisan que se den unas condiciones mínimas para mostrar sus facultades. Nada fuera de lo normal, pueden mojarse y les puede dar la luz del día. Para poner en marcha sus súper poderes tan sólo precisan encontrarse dentro del límite que marca la cal del área y que un compañero sea capaz de enviar el balón en dirección a la portería. El resto es cosa suya. Muelles y giro de cabeza.
Como se leía en la moraleja de la última viñeta del primer cómic de Spiderman, ambos –Santilla lo demostró y Cristiano parece que lo está aprendiendo- saben que un gran poder implica una gran responsabilidad. Por eso, quizá, eran conscientes de que su don, en toda su potencia, sólo debía utilizarse en momentos estelares. Y además, como todo personaje con poderes que se precie –capa y disfraz aparte- requiere de un apodo o sobrenombre. Santillana y CR7 lo son. Es lo que tiene que a los ojos de los aficionados parezca que puedas volar.
Santillana no fue Santillana el día que nació, sino Carlo Alonso González. Cayó del cielo en un pueblecito de Cantabria, Santillana de Mar. Hay personas que anuncian sus intenciones a través de gestos y señales. Así, Carlos Alonso marcó sus primeros goles jugando con la camiseta del ‘Satélite’. No podía ser de otra manera cuando se trataba de un futbolista que iba a pasar su carrera revoloteando en el área rival y captando todos y cada uno de los mensajes emitidos por sus compañeros.
Con diecinueve años recaló en el Racing de Santander y continuó celebrando goles. Ni alto ni bajo, su metro y setenta y cinco centímetros eran más que suficientes para elevarse sobre los centrales rivales y ganarles la partida. Acertó tantas veces enviando la pelota a la red como para convertirse en pichici de Segunda División. Poco después, la fortuna quiso que el Racing adeudara al Real Madrid 26 millones de pesetas y que la forma acordada para saldar el debe fuera el traspaso de Ico Aguilar, Corral y un chaval al que apodaban ‘Santillana’. Nadie –o casi nadie- era consciente entonces de que habían fichado a uno de los mejores delanteros del fútbol español. Al apodo, Santillana, poco después se añadiría ‘El puma’. ‘El puma Santillana’. Es lo que sucede cuando en un campo que valora la entrega por encima de todo te lanzas a rematar cualquier balón que merodea por el área del adversario.
Santillana fue protagonista en la victoria de su equipo en nueve Ligas, cuatro Copas y dos Copas de la UEFA. La derrota en la final de la Copa de Europa de 1981 contra el Liverpool fue unos de sus momentos más amargos. Aunque no tanto como el día en que pensó que sus ilusiones se truncaban y que debía abandonar lo que más le gustaba. Fue en 1972. Un encontronazo con un jugador del Español en Sarria generó la alarma de los médicos. Habían encontrado restos de sangre en su orina. Poco después hubo que extirparle un riñón. Caras tristes y portadas de periódico anunciaban una más que probable retirada del fútbol.
Pero cuando los demás creen que puedes volar, tu al menos estás seguro de ser capaz de levantarte. Algo así debió pensar Carlos Alonso cuando se puso de nuevo el traje de Santillana para seguir revoloteando hasta disputar 778 partidos con la camiseta del Real Madrid, cifra sólo superada por Sanchís, en los que anotó 352 goles, 297 en partidos oficiales. Una media de 0,43 por partido.
Goles adelantándose a la defensa, por elevación, en suspensión, detenido en el aire. Ideólogo junto Juanito, Valdano, Hugo Sánchez, Gallego, Butragueño, Camacho o Gordillo, de aquello que alguien denominó miedo escénico de los equipos que acudían al Bernabeu, Santillana participó en papel protagonista en las remontadas históricas de los blancos. Aquellas noches míticas frente al Anderlecht, Borusia e Inter de Milán; sobre todo contra el Inter al que marcó en las tres ocasiones en las que se enfrentaron, pero también contra los alemanes a los que eliminó con un gol en el último minuto.
Santillana mantenía en el campo una sociedad mítica con Juanito quien no se cansaba de asistirle de balones. Ha sido, posiblemente, el mejor rematador de cabeza que ha existido jamás. Se elevaba con su potencia de salto, se paraba en el aire y conectaba el balón. Así de sencillo. Se despidió del fútbol en 1988, en un partido contra el Valladolid, y lo hizo como llegó marcando de cabeza. Esta vez con un remate de espaldas a la portería, mirando al túnel de vestuarios por el que no volvería a saltar al campo. Vive cada día como si fuese el último –pareció pensar- porque un día lo será y con ese gol se convirtió en leyenda./Lucas Alcalde
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