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{ENTREVISTAS}

'A los poetas las normas y las formas nos sirven para violarlas'

Martínez Galilea, González Zapatero y Paulino Lorenzo participan en las Jornadas de Poesía

“Cuando conoces las normas te sientes más libre”. Paulino Lorenzo alude así a su relación con el arte de componer sonetos. Por soneto –al menos en su concepción más tradicional- se entiende una composición poética formada por catorce versos de arte mayor, generalmente endecasílabos y de rima consonante, que se dividen en dos cuartetos y dos tercetos. Y, efectivamente, esa es su concepción clásica. Hoy la arquitectura del soneto se ha actualizado y como bien ironiza Lorenzo, “puede tener seis o doscientos cincuenta versos”. Junto al poeta logroñés comparten café dos colegas -José Manuel González Zapatero y Alfonso Martínez Galilea- diestros también en el oficio del verso, y vecinos, igualmente, de la capital riojana. A los tres los ha reunido su cita con las Jornadas de Poesía en Español, aunque al escucharlos departir queda claro que no precisan de certamen alguno para pegar la hebra si la poesía es el asunto sobre el que parlamentar.


En su edición 2016, las jornadas giran alrededor del soneto en la poesía y contemporánea y como bien apunta su coordinador, Raúl Eguizabal, “en Logroño hay muchos poetas que escriben sonetos, De las Rivas, Roberto Iglesias, Pedro Santana, Rafa Pérez, Foronda… la elección de tres para participar en las jornadas no era fácil”. Al hilo de la relación entre el soneto y los poetas logroñeses, Martínez Galilea, apunta que al hablar de poesía en La Rioja considera que el primer libro moderno  –“moderno a la antigua, moderno bajo la idea del Modernismo del siglo XIX”, precisa- que se publica aquí es, precisamente, ‘Hojarasca’, de Luis Barrón, y era un libro de sonetos. “Un poemario con doce o catorce sonetos, no recuerdo bien –describe- donde se alternan los sonetos más clásicos, más barrocos, con sonetos modernistas, y pos modernistas, que se acercan a ese prosaísmo sentimental que luego ha sido, de alguna forma, rehabilitado en la poesía española. Contamos con una tradición local bien afirmada en ese sentido”.


Recuerda el director del encuentro que todos los poetas, también Lorenzo, González Zapatero y Martínez Galilea, hacen otras cosas en su día a día además de escribir versos. “Seamos claros, de comer mucho no da la poesía”. Así, Paulino es productor musical; José Manuel dedica su jornada a propagar y divulgar la poesía y, la literatura en general, en la Universidad  Popular y el IES La Laboral; y Alfonso, que como recuerda Eguizabal, “ha sido una persona fundamental para la poesía de la ciudad”, fundó, junto a Pedro Santana, la revista ‘La Anguila’, participó en la creación de otras publicaciones como ‘Calle Mayor’ o ‘Logroño Ciudad’, puso en marcha las Jornadas en las que ahora participa y sido editor de los poetas locales durante muchos años.


Apunta, precisamente, Alfonso que a los tres les une además la vocación por el soneto satírico. “Un soneto que como han comentado los poetas que han pasado por las jornadas tiene mucho que ver con el epigrama. De hecho, en La Rioja hay un extraordinario sonetista satírico que es Roberto Iglesias. En los años 70, publicó una serie de sonetos titulado ‘sonetones’, que le propiciaron dos procesos judiciales y no pequeños. Uno instado por el fiscal general del Estado y otro por un periodista. Eran sonetos divertidísimos. Sonetos que ahora no voy a recitar… por aquello  -bromea- de los procesos judiciales… no vaya a ser que…”.


Asegura Martínez Galilea que en Logroño “los poetas riojanos nos hemos criado riojanos en el soneto y yo, personalmente, siento una deuda con esos poetas, grandes sonetistas. Que los poetas de mi generación, prácticamente todos, hayamos practicado el soneto tiene que ver con esas referencias que teníamos cerca. Mucho más que con las tendencias dominantes de la poesía. Obviamente, el poeta más importante del siglo XX en La Rioja es Manuel de las Rivas, uno de los mejores sonetistas”.


González Zapatero comparte el análisis. “Hemos bebido –describe- de la influencia de los sonetos escritos. Recuerdo a Roberto Iglesias, en un bar del Parque del Carmen, una tarde de domingo, reunidos varios amigos tomando vino, ejerciendo su cátedra de sonetista y gritándonos con una copa en la mano cómo había que acentuar un endecasílabo. Lo recuerdo con cariño porque realmente es de esas cosas que se transmiten oralmente y no sólo por lecturas, que también. Es algo que se pega”.


Suscribe Paulino Lorenzo lo dicho por sus colegas. “Especialmente lo referido a Manuel de las Rivas. De hecho, recuerdo un soneto compuesto por él, aquí, en el Café Bretón. Me dijo: “Paulino, dime un tema” y recuerdo que le contesté: “No sé, Zipi y Zape” y me escribió un soneto sobre Zipi y Zape antes de que acabara de tomar el café. Luego pensé, le invito a un café y me resuelve la lectura de esa tarde”.

 

Lorenzo entiende que “cada uno tiene su manera de enfrentarse a la composición del soneto. Yo soy un enamorado de la magia verbal. En mi caso, sólo puedo escribir de lo que veo. No soy un poeta intelectual, no puedo escribir sobre una idea. Para mí resulta más sencillo escribir unos versos que para un poeta intelectual. Puedo hacer un soneto sobre alguien, sobre algo o sobre lo que ha ocurrido en un momento, pero si me digo ‘vamos a hacer un soneto sobre la soledad’… eso ya es otra cosa”.

Entre sorbos de café, versos improvisados y sonetos recitados desde antiguos poemarios, la conversación gira hacia la evolución de la estructura del soneto. Martínez Galilea resume la transformación señalando el título del cuadernillo que las Jornadas de Poesía en Castellano han editado reuniendo los poemas de los tres. ‘Abusos de sonetos’, se lee. “Creo que a los poetas las normas, las formas, nos sirven para violarlas. La forma es un acicate no sólo por la construcción, sino también por nuestra capacidad de deconstruirla” y recuerda que “en La Rioja tradición de sonetos irregulares, ha habido muchos violadores de la forma”.


La metamorfosis del soneto contemporáneo tiene que ver también con los temas que aborda. “He leído sonetos de poetas riojanos sobre todas las temáticas imaginables y escritos en los lugares más diversos”. Reconoce Martínez Galilea que cuando la gente escucha la palabra soneto evoca versos endecasílabos y rimas consonantes, ordenadas en dos estrofas de cuatro versos y dos de tres. “Te los imaginas con la estructura barroca y el contenido barroco, pero existe una reencarnación del soneto que se produce con el Modernismo y que es el gran momento del soneto; entonces adquiere más margen y los campos temáticos se abren muchísimo”. Añade Alfonso que “la evolución en el soneto contemporáneo se produce precisamente porque la temática tiende a ser la vida cotidiana. La vida cotidiana inevitablemente se nos hace moderna”.


González Zapatero habla de poesía coloquial. “Ahí –destaca- se produce un esfuerzo por tratar de evitar al endecasílabo, esa música que hace que suene de una forma contundente. Ese exceso retórico, por decirlo así, ha llevado a componer un soneto de tipo coloquial, que casi no parece soneto, donde disminuye la musicalidad y la rima casi no se nota. Respetando todas las normas, pero escondiendo esa tradición y actualizándolo de una forma natural, casi impresionista. En mi caso, ese ha sido mi trabajo al componer sonetos. Moderar esa esencia barroca para hacer los sonetos más cercanos. Música contenida”.


Resalta Alfonso que “al escribir, la forma en los sonetos nos viene dada. Cuando escribo, a veces, un poema que parecía que podía ser un soneto termina siendo otra cosa y, también pasa a la inversa”. Agrega José Manuel que “al componer un soneto más que limitaciones lo que te encuentras son retos. No es algo que te constriña, sino algo que te obliga a superarte. Se trata de un desafío que te incita a descubrir una nueva forma de rima”. Asiente Paulino: “Quieres saber a dónde te lleva una rima”. En definitiva, cuando conoces las normas te sientes más libre. Abusos de sonetos…/Javi Muro



Autor: Javier Muro

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