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{ENTREVISTAS}

'Al escribir no soy consciente hacia dónde voy lo descubro sobre la marcha'

'Piel de lobo' es la segunda novela de Lara Moreno

‘Piel de lobo’ te agarra y te incita a seguir leyendo. Es de esas historias que una vez iniciadas es complicado colocarles él marca páginas y darles un descanso. Tras leer cada capítulo quieres más. Quizá tienes la sensación inicial de que no sucede demasiado, pero al mismo tiempo percibes que de un momento a otro todo se va a precipitar. Sobre el relato sobrevuela una incertidumbre latente. ‘Piel de lobo’ es la segunda novela de Lara Moreno, tras ‘Por si se va la luz’, y cuenta la historia de dos mujeres, dos hermanas –Sofía y Rita- que arrastran un pasado poblado de agujeros negros. Una historia que habla de la familia y de mucho más… de las relaciones de pareja, de la separación, de la perdurabilidad de las relaciones, de la maternidad, de la pérdida generacional… Lara Moreno es sevillana y vive en Madrid, donde además de escribir, trabaja como correctora y editora en Caballo de Troya –acaba de editar su primer libro ‘La hija del comunista’, de Aroa Moreno Durán-, al tiempo que da clases de literatura creativa./Javi Muro


SPOONFUL.- ¿Siempre te ha gustado escribir?

La verdad es que sí. Al mirarlo ahora en retrospectiva lo veo muy claro y natural, pero al mismo tiempo parece un poco de cuento, ese deseo cumplido de cuando era niña. Tengo conciencia de que con 8 o 9 años ya me gustaba escribir. Siempre ha sido para mí algo muy divertido, muy natural y muy práctico también.


S.- ¿Llegas a escribir desde la lectura?

Primero la lectura, claro. Lo que me ha apasionado desde siempre es leer, desde que era muy pequeña. Ahora, por desgracia, ya no es mi principal ocupación porque estamos enrededados con mil cosas. Antes, la actividad a la que dedicaba más tiempo era a leer. Me apasionaba leer y por mimetismo escribía.


S.- Al hilo de lo que comentas, ¿recuerdas algún libro que tras leerlo dijeras ‘yo quiero escribir algo así’?

Recuerdo un montón de libros que me apasionaban. Había una escritora danesa que escribía sobre las aventuras de un niño en un vecindario típico del norte. Me encantaban esos libros, igual que me gustaban ‘Los Cinco’; me gustaba todo, en realidad lo que me ponían por delante me lo leía. Me gustaba muchísimo Agatha Christie cuando era pequeña. Entonces tendría diez años. Todo el mundo me regalaba libros y recuerdo que a mi tía, en una conversación de esas de playa, ya le dije que quería ser o profesora o escritora. Lo recuerdo perfectamente. Lo que no tengo es esa conciencia de 'fue por ese libro en concreto…' era una tendencia. Si recuerdo que al leer a Cortazar sí sentí una gran empatía con un estilo y con una forma de contar las cosas.


S.- Y de ahí a ‘Por si se va la luz’, tu primera novela, y a ‘Piel de lobo’…

Bueno, antes vinieron un par de libros de relatos, un libro de poemas…


S.- Ha habido un proceso…

Sí, ha habido una evolución bastante intensa. Creo que siempre he tenido un estilo marcado, con más o menos influencias, y a lo que me he dedicado no es tanto a contar historias sino a jugar con el estilo y, más bien, a tratar de reflejar emociones y cosas extrañas. Era algo un tanto abstracto y lírico. Ha sido así durante mucho tiempo. Mis primeros cuentos eran bastante crípticos. Había una parte muy opaca. En ese sentido, creo que sin alejarme de mi estilo, he intentado ir dándole claridad a lo que quiero contar. Mi primera novela fue un ejercicio muy grande de pulir mi estilo.


S.- Imagina que esa tarea implica una gran concentración…

Fue un trabajazo, pero tenía claro que la historia y el estilo debían estar a la par, como mínimo a la par, no podía estar el estilo por encima de la historia. Cuando me planteé escribir una novela vi claro que el estilo que empleaba en los relatos no aguantaba doscientas páginas, era algo imposible. En ‘Piel de lobo’ ese trabajo ha sido aún más intenso  y surgió de una forma más natural. Quizá porque la historia así lo pedía, quizá porque cómo había enfocado la historia. ‘En Piel de Lobo’ la narración va aún más fluida y más limpia.


S.- Pero al leer ‘Piel de lobo’ sí que percibes un estilo muy definido…

Igual es una cuestión de soberbia que una misma diga que tiene un estilo, pero creo que en la escritura hay varios frentes. Está la capacidad de generar historias, la capacidad técnica, la capacidad de plasmar ideología o de desarrollar pensamiento más que ideología… Hay muchos elementos valiosos y siento que tengo carencias en muchos de ellos, pero siendo mejor o peor, de mi estilo me siento orgullosa. Siento que es un estilo que me ha salido muy natural desde muy joven. Ocurre igual con el hecho de introducir los diálogos de forma directa en la narración es algo que ha surgido de forma natural y que forma parte de mi estilo de escritura. Algo que igual también puede contemplarse como una carencia porque me resultaba muy complicado escribir los diálogos. De forma tradicional me salían mal. Un compañero escritor, Pablo Gutiérrez (‘Nada es crucial’), compañero de escritura desde que teníamos quince años, me dijo hace tiempo que los diálogos no me salían bien. Así que los tenía fuera y los metí dentro. Ya no los concibo de otra manera, no me rompen el ritmo.
S.- Si miramos a la novela, ¿qué cuenta ‘Piel de lobo’?

En su germen comenzó siendo una denuncia. Quería hacer una denuncia de la violencia en la infancia. Me interesaba ese tema. Quería hablar como a veces en la familia no hay una apoyo para el más débil o cómo la familia, como institución, cobija ciertos peligros a pesar de que es en apariencia uno de los sitios más seguros. Quería contar ese tema, pero en realidad cuando llevaba ochenta páginas me di cuenta que estaba hablando de la separación, de un conflicto con la perdurabilidad de las relaciones, también de la maternidad… Empecé queriendo hablar de la familia y al final la novela habla de muchas cosas.


S.- …’Piel de lobo’ es mucho más que una novela sobre las relaciones de familia…

Claro, ese fue el inicio pero después ni siquiera me metí en ese tema de lleno. La relación que me interesaba era la de dos hermanas porque dentro de la jerarquía familiar era una relación compleja porque tienen los roles y el peso de todo lo que importa en la familia. Creo que los hermanos, si existe una buena relación, comparten una esfera dentro de la familia y otra fuera distinta. Existe esa relación de igualdad. Me apetecía trabajar sobre como dos personas nacidas en el mismo seno y criadas de la misma manera tienen destinos distintos. Hablar de toda la familia se me iba de las manos, por eso decidí también hablar de dos hermanas. Me di cuenta de que estaba hablando de la familia y de un montón de cosas más, de la convivencia, del desamor, de la identidad, de la frustración, de la sensación de pérdida generacional…


S.- Al principio, cuando comienzas a leer ‘Piel de lobo’ tienes la sensación de que no está pasando demasiado, pero al mismo tiempo tienes la sensación de no poder parar de leer…

Es algo genial de escuchar porque siempre que uno escribe un libro quiere que le digan que no pueden parar de leer, porque cuando uno está escribiendo duda muchísimo. Yo he dudado mucho. Me planteaba: “Aquí no está pasando nada, ¿va a resultar grumoso?”. Claro, no pensaba que no estaba pasando nada porque trabajo la historia a un nivel subterráneo y sabía desde el principio que todo se precipitaba al final, aunque no sabía cómo. El tema que se desvela al final lo he trabajado desde una tensión muy sutil, he pretendido que sea sutil. Con esos recuerdos de la infancia voy recreando un retrato que al principio, aparentemente, no desvela ni es tan revelador. Podía haber elegido formas más explícitas, pero opté por lo sutil. He intentado describir la realidad sin ayuda de los extraño. Yo siempre me había apoyado mucho en lo extraño a la hora de escribir, en la distopía, en elementos extraños que hacen que haya un color distinto. Aquí, en ‘Piel de lobo’, era la realidad, esta mujer, esa soledad, esa casa, el niño, la playa… En el libro aunque parezca que no pasa nada existe una tensión.


S.- Hay un momento en que ‘Piel de lobo’ coge intensidad, tiene picos más altos pero incluso en los instantes de menor tensión avanzas por las páginas pensando que algo va a suceder. Existe una incertidumbre que se mantiene ya hasta el final…

Lo siento así cuando estoy escribiendo. Creo que esa tensión está sustentada en esa sutilidad casi orgánica de la que hablaba. No es crear tensión por crear tensión, no es algo vano. Al escribir la historia estoy levantando un pañuelo muy suavemente en dos realidades distintas porque al escribir no soy consciente hacia donde voy, lo voy descubriendo sobre la marcha.


S.- Hablando de los personajes. Habitualmente, al leer un libro el lector suele tomar partido o identificarse con uno de los personajes. En ‘Piel de lobo’ vas variando de personajes por el que tomas partidos según las situaciones.

He escrito muchos relatos pero sólo dos novelas y para mí los personajes reales son los de las novelas. Son los que perduran y son los que has conocido de verdad. En las dos novelas, el personaje principal –en ‘Piel de lobo’ está claro que es Sofía, en la primera era Nadia- cae un poco mal. En 'Por si se va la luz', siendo una novela coral, todo el mundo me decía que Nadia era el personaje principal. Tanto una como otra caen un poco mal. A mí cuando escribo me caían un poco mal. Con Nadia por ejemplo llegué a empatizar con ella al final de la novela. De pronto fue como “ya te entiendo”. Con Sofía creo que pasa un poco igual. Ese lamento, ese inmovilismo, esa obsesión que tiene con el niño, esa relación absolutamente devastada que vive y no quiere verlo, ese miedo que tiene de pronto por todo… en ese sentido me cae profundamente mal, pero luego empatizo con ella en otras cosas. Pasa igual con la otra hermana, con Rita.


S.- La casa también es protagonista, ¿no?

Creo que podía haberla explotado mucho más. Pienso en la casa y pienso en el todo: en la casa, en la avenida, en la playa, en la rutina, en el pueblo. Es todo, no sólo la casa. Creo que tiene más personalidad la casa que recuerdan de sus abuelos. El pueblo creo que sí tiene importancia. De hecho es el pueblo de mi familia, lo he retratado.


S.- Apuntaba lo de la casa porque a veces el relato se asemeja a un juego de muñecas rusas, en el que hay capas: el pueblo, la casa, los protagonistas y el interior de cada uno de ellos… Una hermana va a ayudar a la otra, pero de alguna manera está reclamando ayuda también…

Encontramos a los personajes adultos y en su interior a sus propios niños; las niñas que fueron. Sí, son como capas de cebolla.


S.- Y luego está el secreto –apuntabas algo al principio de la conversación- ¿Toda buena novela debe de tener uno? ¿Todas la familias tienen uno?

Narrativamente es algo que se ha utilizado mucho, pero es que toda familia tiene no un secreto sino muchos. Y obviamente las cosas ocultas que se guardan en un sistema tan cerrado que afecta a tanta gente, a la identidad, condiciona a todo los miembros que vienen después. Es algo muy interesante. En ‘Piel de lobo’ no me interesa tanto el secreto desde un punto de vista digamos policiaco, sino que quería indagar sobre cómo uno muchas veces busca explicaciones a ciertas desazones y a cosas que no  se comprenden de sí mismo y de su entorno cercano. Muchas veces damos vueltas sobre nosotros mismos porque nos falta información sobre las cosas que han determinado nuestra vida.
S.- En ‘Piel de lobo’ hay también algo de crítica esa consecución de la felicidad impuesta socialmente y que provoca muchas veces lo contrario, ¿no?

He tratado de reflejar la incapacidad no tanto de lograr una felicidad que nos han impuesto, sino de mostrar que la felicidad existe pero hace falta mucha valentía. Creo que para que uno sea feliz sin autoengañarse tiene que ser muy valiente y muy libre y es algo muy complicado. Ser valiente y libre en esta sociedad que vivimos es muy complicado. Hay una crítica al inmovilismo del que hablaba antes. En la novela creo que he indagado más sobre esa consecución de la felicidad en lo que se refiere a la pareja. En ese sentido creo que estamos entrando en una nueva era socialmente por los nuevos tipos de familias, pero seguimos al mismo tiempo amarrados al modelo tradicional. Si te separas se acaba el mundo, se acaba el mundo si eres madre soltera… mil casos, esas cosas cambian, pero seguidos agarrados a la misma cuerda…


S.- … el amor no es para siempre…

Así es. No es para siempre porque tampoco llegamos a tener la suficiente valentía ni a la suficiente libertad. Aún existen unas cuerdas sociales llenas de miedos y prejuicios que condicionan muchísimo las relaciones. Condicionan las relaciones y, por otra parte, la realización personal. Las decisiones que uno toma –hablo de una parte de la sociedad muy privilegiada, de la que puede permitirse tomarlas- y que piensa por ejemplo que no trabaja en lo que le gustaría. Estamos más constreñidos de lo que deberíamos, tenemos que quitar miedos.


S.- Esa deriva lleva a un ‘no saber divertirse’. En la novela hay un momento en el que da la impresión en que el personaje de Sofía ha perdido la capacidad de saber divertirse, aunque se fuerce a intentarlo no le sale…

Pobrecita Sofía, esa es la parte que digo que cae mal. Hay muchos lectores que identifican al escritor con el personaje principal, pero yo miro a Sofía y digo “No, no sé por dónde vas” –se ríe-, pero la he escrito así y le he dedicado mucho tiempo a ese aspecto, a la incapacidad de Sofía para divertirse. Sofía se encuentra en una crisis consigo mismo que representa para ella un abismo. Siente que no se ha cuidado lo suficiente, que no ha luchado lo suficiente por sí misma, tiene terror al tiempo perdido. Siente que nunca va a recuperar su vida sexual, siente que no va a ser deseada, que le vienen dadas por un momento de crisis.


S.- ¿Y tienes manías para escribir?

Cada vez menos. A veces escribo con música a veces no; a veces me acompaña la música mucho rato a veces no. Antes, hace mucho tiempo, pensaba que no podía escribir sin fumar, pero es mentira. Antes pensaba que tenía que estar sola y tampoco es cierto, aunque si estoy sola mejor. Antes pensaba que necesitaba muchas horas por delante y ahora si tengo dos horas y escribo una página y media buena es. Me he curtido un poco en una supervivencia a la hora de escribir.


S.- ¿Papel u ordenador?

La poesía casi siempre a mano, la prosa nunca a mano. Voy tomando notas, pero a la hora de escribir nunca. Primero escribía en la máquina de mi padre, luego en la primera máquina electrónica que hubo por casa y después ya en mi ordenador.


S.- …post-i, notas, cuadernos…

Siempre llevo una libreta para tomar notas. Ahí voy apuntando muchas cosas y describiendo los personajes a grandes rasgos. Todo lo que se me ocurre lo voy anotando y luego lo trabajo y desarrollo. Prefiero escribir por la mañana que por la noche, al menos las novelas. Escribo un poco sin brújula.


S.- ¿Se puede vivir de la literatura?

De la propia no.


S.- ¿De la propia no?

De la ajena sí porque trabajo como editora y correctora y doy clases de literatura creativa. Vivo de la literatura de los otros. No se puede vivir de la literatura propia. No se venden suficientes libros, no se lee lo suficiente en este país como para que se puede vivir de la literatura. Estaría bien para tener tiempo para escribir. También hace falta un poco de valentía y libertad y diseñar un modo de vida en el que la literatura tenga un papel u otro. A mí me apetece darle un poco de espacio, la tengo un poco a la cola…


S.- ¿En qué libro te quedarías a vivir?

El primero que me ha venido a la mente: ‘Lolita’, de Nabokv. Una maravilla.



Autor: Javier Muro

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