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{ENTREVISTAS}

'Cuando tu oficio tiene que ver con tu forma de ver el mundo los límites profesionales y personales se desdibujan'

La actriz María Hervás pone en escena el monólogo 'Iphigenia en Vallecas', en El Pavón Teatro

María Hervás es actriz y ahora sube de nuevo a los escenarios para representar 'Iphigenia en Vallecas' (El Pavón Teatro de Madrid), un monólgo en el que interpreta a un chica que vive en el barrio madrileño y a la que comienzan a suceder una serie de acontecimientos. 'Ifi' no tiene trabajo, ni estudios, pero sí una enorme energía y una gran sentido de la justicia. "No estudia, no trabaja -describe el cuadernillo que presenta la obra- y la puedes ver borracha por el barrio, tirada en un banco en la plaza, o dando voces a deshoras. Y todos lo pensamos: “pedazo de guarra, quinqui de mierda”, hay tantas como ella... Sin embargo, dice que nosotros, todos nosotros, estamos en deuda con ella; y que ya es hora de cobrar lo que es suyo". Tras concluir uno de sus proyectos, María Hervás se planteó qué tipo de intérprete quería ser y en esa búsqueda lleguó a 'Iphigenia in Splott', de Gary Owen. La actriz la tradujo y la adaptó como 'Iphigenia en Vallecas'. "Entendí que tanta necesidad tenía yo de llegar a esa historia, como ella de llegar a mi". En 'Iphigenia en Vallecas' cobran voz los silenciados, se siente la crisis y sus consecuencias, se percibe a las personas abandonadas en el camino y se reflexiona sobre un sistema en entredicho. Tras 'Confesiones de Alá', María Hervás ('Los Gondra', 'Amnesia', 'Pingüinas', 'Cartas a Morrisey', 'Como sobrevivir a una despedida', 'Gym Tonic', 'La pecera de Eva', 'Seis Hermanas') vuelve a sistuarse en solitario cara a cara con el público. "En un monólogo -describe- la comunicación que se genera con el espectador es de una verdad y una intimidad rotundas"./Javi Muro


SPOONFUL.- Nos sentamos en el patio de butacas frente al escenario, comienza la representación,  ¿qué me cuenta ‘Iphigenia en Vallecas’?

Te cuenta la historia de una chica problemática que vive en Vallecas, y a la que le empiezan a suceder una serie de acontecimientos que cambiarán su vida. Antes de empezar el relato, te advierte que si estás sentado en la butaca del teatro no es para que ella te entretenga sino para que le des las gracias. Al final de la función entiendes la deuda que tenías con Ifi.

 

S.- ¿Quién es Iphigenia, Ifi,?

Ifi es lo que a día de hoy llamamos una 'nini'. Una chica sin trabajo, ni estudios, ni una dirección clara en la vida, pero que posee una energía desbordante. Ese exceso de vitalidad desaprovechada hace de ella un ser problemático, violento. Aún así, su sentido de la justicia es muy sofisticado, al igual que su capacidad para soportar el sufrimiento. Es una joven hiperactiva, con sentido del humor, y deseosa de que su vida tome por fin un rumbo.

 

S.- Cuentas que la determinación para poner en marcha este proyecto surge de un desencanto profesional, precisamente tras concluir tu proyecto más enriquecedor. Insinúas –corrígeme si me equivoco- que un desencanto un tanto injustificado. Hablas de caer en la rutina y dices de ti misma “Esta chica se queja demasiado"...

Injustificado no, porque entiendo (después de haberlo reflexionado mucho) de dónde nacieron en otros las decisiones que tanto me dañaron. Injusto, sí. Creo que tremendamente injusto. Después de vivir un intenso 'duelo' profesional y personal, decidí que mi naturaleza tiene mucho más que ver con crear que con destruir, con avanzar que con quedarme inmóvil. Empecé a buscar textos, llegué a esta maravilla que es 'Iphigenia in Splott', que traduje y adapté como 'Iphigenia en Vallecas'.

 

S.- Pero esa actitud que apuntas en un momento determinado no es general a la sociedad actual. Parafraseando a un célebre doctor televisivo: “El tiempo lo cambia todo, eso dice la gente, pero no es verdad. Hacer cosas cambia las cosas. No hacer nada deja las cosas exactamente tal y como están”…

Creo que hay ciertos cambios que suceden en nosotros y casi no podemos explicar. No sé si es por el contacto tan cercano que tengo con mi mundo emocional al ser actriz, pero cambio de estado de ánimo mil veces al día. A veces, por algo tan sencillo como que el sol salga. Aún así, para eso las nubes han tenido que moverse, con lo cual, seguiría apoyando la idea de que los cambios son consecuencias del movimiento, necesariamente. 

 

S.- Emprendes una búsqueda, ¿no?, no sólo de un proyecto que montar y sacar adelante, sino que quieres encontrar un posicionamiento ideológico respecto a tu profesión, ¿El teatro tiene que estar comprometido con la sociedad?

Al teatro, como a todo lo hermoso, no se le debería atribuir ningún deber, en mi opinión. Sin duda, conlleva responsabilidad, como cualquier acto, sobretodo si tiene carácter público. Creo que hay tantos tipos de teatro como personas que lo desarrollan. Y todos son válidos. El que a mi me gusta hacer ha de tener un discurso, un posicionamiento. Es lo que me salva como artista de no ser una mera exhibicionista. Pero esto es algo personal. Como espectadora, disfruto tremendamente ciertas cosas que no me vería interpretando.

S.- La reflexión, por lo que entiendo, es también personal sobre qué tipo de intérprete quieres ser, ¿no? 

Todo es personal, siempre. Abstraerte de tus circunstancias es un imposible. Creo que lo interesante, precisamente, es no huir de ellas, sino enfrentarlas, conocerlas y tratar de ser comprometido con lo que necesitas para ser feliz. También como actriz, por supuesto. Si no, mi profesión no tendría ningún sentido.

 

S.- Un debate que trasladas también más allá del escenario…

Cuando tu oficio tiene que ver con tu pasión, con tu manera de ver el mundo, con la esperanza de cambio… entonces todo es una amalgama, los límites de lo profesional y lo personal se desdibujan, porque tu vida es una militancia en pro de tus ideas. Sería hipócrita defender conceptos en el escenario y no hacerlo en tu día a día.

 

S- Y de nuevo, sola sobre el escenario. De nuevo, un monólogo como en ‘Confesiones de Alá’. ¿Te gusta el riesgo?

Necesito el riesgo, sobre todo profesionalmente. Si no, algo de mi esencia artística se pierde, y creo que me convierto en una actriz mucho menos interesante. En un monólogo la responsabilidad es casi absoluta, pero el presente se vive como en ninguna otra situación. La comunicación que se genera con los espectadores es de una verdad y de una intimidad rotundas. Y en ese intercambio tan puro y directo es donde los mensajes, las ideas que han de ser transmitidas, no encuentran obstáculo y vuelan del actor al espectador, y viceversa.

 

S.- En ‘Iphigenia en Vallecas’ surge una alusión bastante directa a los tiempos que hemos vivido y vivimos. A la crisis y sus consecuencias, especialmente a lo que ha sucedido con las personas que peor lo han pasado. ¿Han sido sacrificadas? ¿Abandonadas? ¿la sociedad ha mirado hacia otro lado? ¿Ha sido un sálvese quien pueda?

Nuestra naturaleza es un sálvese quien pueda. No podemos escapar a nuestra identidad animal, es lo que mueve la mayoría de nuestras acciones. Lo que me entristece es que precisamente la sociedad es un organismo ideado por el ser humano para solucionar problemas desde la razón. Para emplear el raciocinio en pro de que todo funcione mejor. Y eso debería incluir la justicia, y la protección al débil, que es el que en un mundo meramente animal, no sobreviviría. Nuestro sistema es un sistema enfermo, y fantasma. Es como la OTAN. Está creada con unos objetivos, que no cumple en absoluto, lo cual es tremendamente perverso, porque al existir como institución genera la falsa idea en el ciudadano de que no necesitamos otro organismo que se ocupe de asegurar la paz en el mundo. Y esto nos lleva a asumir con normalidad la ineficacia de un sistema que falla constantemente, y que debería ser reparado o eliminado, para construir otro más saludable y útil. Y sí. Efectivamente, este tipo de sistema sacrifica, abandona y mira a otro lado.

 

S.- Por qué el sacrificio no es voluntario, ¿no? ¿tampoco en el caso de Iphigenia?

El sacrificio inicial no. No es voluntario. Es una imposición externa, ante la cual es casi imposible rebelarse. Pero posteriormente existe un sacrificio individual, que sí es opcional, que parte de una decisión personal. De un compromiso con las ideas y los valores de uno mismo. Y para mi ese sacrificio es de un valor incalculable. Es el que tiene carácter de justicia. Es el que nos hace pensar "por muy mal que lo hayan hecho conmigo, si está en mi mano salvar a otras personas de sufrir lo mismo, entonces debo hacerlo". De otro modo, te conviertes también en un opresor. Para denunciar actitudes, uno ha de ser impecable.

 

S.- ¿Cómo se explica la paciencia de los sacrificados? ¿Por qué no se rebelan?

No lo llamaría paciencia. El Siglo XXI se ha ocupado de aniquilar ideologías sustituyéndolas con imágenes. El estado de bienestar es peligroso porque cuando crees que estás al límite, te regala algo para calmar tu necesidad de revolución. Mientras que la gente pueda seguir viendo 'Sálvame' y sintiendo falsamente que otros sufren como ellos, entonces nada cambiará desde abajo.

S.- Hablas de dar voz a los silenciados… ¿el teatro como altavoz, frente a la sociedad que los esconde bajo la alfombra?

El que yo elijo hacer, sí.

 

S.- Se percibe el proyecto desde un planteamiento de reto, ¿profesional y vital?

Para mi lo es. Es un punto de inflexión, en el que intento tomo las riendas de mi carrera y de mi camino personal. En mi caso, es una necesidad. E intuyo que así seré más feliz. 

 

S.- Dices: “He pretendido callar a esa chica que se quejaba tanto y ponerla al servicio de Ifi que tanto tiene que contar”. Da la impresión de que sientes que has aprendido mucho con este proyecto…

Aún es muy pronto para saber lo que he aprendido. Lo entenderé mucho más tarde. De momento, solo conseguir levantar el proyecto ha sido una etapa dura pero tremendamente satisfactoria. Espero que lo que venga también esté plagado de impulsos para seguir creciendo.

 

S- ¿Eres optimista con la fuerza transformadora que puede tener el teatro?

Absolutamente. Es un texto poderoso. Gary Owen ha escrito una obra necesaria, y de una belleza apabullante. Antonio C. Guijosa (director y coproductor del proyecto) ha sabido trasladarla a escena con un compromiso y una comprensión exquisitos.

 

S.- Has llevado el compromiso hasta la producción. ¿Cómo ha sido la experiencia?

De momento, buena. Estresante, porque lo hemos dividido entre Antonio (con su productora Serena Producciones) y yo, y eso supone muchísimo trabajo. Además, luego vete a casa y estudia todo el texto. Y luego llega al ensayo e intenta que se entienda, y ser capaz de transitar responsablemente por las emociones del personaje. Han sido siete semanas muy intensas, pero Antonio es maravilloso y lo ha hecho todo mucho más sencillo. Ojalá lo que nos espera sea igual de satisfactorio.



Autor: Javier Muro

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