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{ENTREVISTAS}

'La comodidad es mala para el arte'

El escultor Félix Reyes trabaja en una obra sobre la vida y es el promotor de 'Arte en la Tierra'

Félix Reyes es escultor, dice que la palabra artista es demasiado comprometida. Es también el promotor de ‘Arte en la Tierra’ el proyecto que cada año –desde hace diez- reúne a cinco creadores con la naturaleza de Santa Lucía de Ocón (La Rioja) en una inmejorable sala de exposiciones a cielo abierto. Allí, en Santa Lucía tiene Reyes su estudio y su vivienda. Allí, en el jardín, comenzamos la conversación en un triángulo formado por tres sillas; en la que queda libre parecen querer sentarse las esculturas que residen entre la hiedra y los árboles y que rodean la casa. Escuchando a Féliz Reyes no sería extraño. El escultor reitera una y otra vez la importancia del diálogo con la obra. Una obra figurativa, pero no realista. Una obra que incita a partipar./Javi Muro

 

SPOONFUL.- ¿Arte en la Tierra es un regreso a los orígenes del arte, a ciertas esencias de la creación artística?

Sí. Los orígenes del arte son tan lejanos, que es muy complicado saber cuáles son. Sí es cierto que hay una conexión muy directa con la tierra, con la forma de vivir, con cómo se comporta la naturaleza… es un diálogo del artista con la naturaleza. Influye mucho la luz, el viento… es una obra hecha directamente en el campo, en el paisaje, que sale de ti y luego la compartes con la gente que viene a contemplarlar. Sí, pienso que puede estar en el origen del arte, cuando las obras eran solamente para ti, para conocer más, cuando se dibujaban animales para conocer su anatomía y sus formas y saber así como cazarlo, hay muchas historias sobre ese tema…


S.- Escultor, artista, ¿tu cómo te defines?

Yo, como escultor. Artista son palabras mayores, es algo más global. Los hombres del Renacimiento hacían de todo y lo hacían muy bien, para mí artista es una palabra muy comprometida. Yo me considero escultor.


S.- ¿Y entonces, ya desde niño estabas modelando con la plastilina o la arcilla?

Sí, sí. Siempre jugando con el barro. Mis primeras esculturas las hice en el barrio, yo soy canario. Cuando llovía, vivía en una calle en la que había muy poquito tráfico, y con el barrio creábamos unas figuritas que formaban como ejércitos que situábamos en mitad de la carretera. Los coches iban pasando y el que al final quedara con más esculturas ganaba la guerra. El premio para el vencedor era quedarse con toda la arcilla de los demás para poder seguir modelando lo que quisiera. Eso era juego de niños. Pero recuerdo que un día, un jueves por la tarde, iba yo al cine y al pasar por una calle –por la que pasaba todos los días- vi una ventana abierta y dentro a un señor trabajando en una escultura y alrededor un grupo de alumnos. Me quedé toda la tarde clavado en la ventana viendo a ese hombre como trabajaba. Vi a un conocido que estaba dentro y la pregunté qué había que hacer para poder estar allí y me llevó a hablar con el profesor. Me dijo que me pasara a ratitos, cuando pudiera y así, sin más, me puse a trabajar en cuerpo y alma con él. Estuve todo un año como aprendiz haciendo un poco de todo, desde el amasado de barro hasta barrer el estudio, todo lo desagradable era para mí. Un día, cuando llevaba un año allí más o menos, me dijo que prepara barro, le pregunté que para quién era y me contestó: “es para ti, a partir de ahí haz lo que quieras”. Ese fue el día más feliz de mi vida y ahí supe que quería ser escultor, supe que era mi pasión y sigo con esa pasión… es algo que te enamora, que no puedes vivir sin ello. Si un día no puedo bajar al taller me siento mal; incluso los días que estás desganado, que te encuentras con mal talante sigo bajando porque estoy con las figuras y estás trabajando y se espantan los malos rollos.
S.- Corrígeme si me equivoco, ¿la figura humana es esencial en tu obra?

Sí, soy figurativo. Uso la figura humana pero no soy realista, uso la figura humana para interpretarla. A través de la figura femenina, casi siempre a través de la figura femenina, he llegado, a crear una abstracción de esas formas. Voy simplificando, extrayendo, casi buscando una síntesis de las formas, restando más que añadiendo, hasta que encuentro lo que quiero. Para lograrlo tienes que romper muchas cosas. Creo que cuando la obra sale con demasiada espontaneidad la obra es mala, porque la haces por rutina. Cuando estás muy metido en tu trabajo estás muy atento a mejorarla constantemente.


S.- ¿Si echas la vista atrás ves los cambios, los pasos dados?

(Se ríe)… ¡Uf! Claro, si han pasado sesenta años. Son muchas etapas las que se pasan. Por ejemplo en la primera etapa mi única referencia era el profesor que tuve y mis obras, de alguna manera, imitaban lo que él hacía. Después empecé a consultar libros de arte que el profesor tenía en su biblioteca y me llamaron mucho la atención el arte egipcio y el asirio; el arte egipcio por la simplicidad de los movimientos y el asirio por la fuerza increíble que tenía. Quise combinar esos dos aspectos. Luego cuando ya llego a Bellas Artes en Madrid fui descubriendo el mundo clásico, la elegancia y la belleza de la escultura griega. Traté de combinar esos tres puntos de apoyo para desarrollar mi trabajo. Ya aquí, en Logroño, me encuentro en mi estudio y me digo: muy bien, esas ideas están claras, pero ahora quién soy yo, qué tengo que hacer. Tenía 25 años y tenía que decidir que iba a ser como escultor y me vino el dolor, cualquier cosa que hacía terminaba rompiéndola, era una sensación de desesperación, llanto, lloraba de impotencia. Hasta que un día, después de mucho trabajar, surge una luz y parece que has descubierto el camino. Aunque después te das cuenta de que cuando descubres el camino no es el camino porque tu vas creciendo y cada día tienes una visión del mundo, vas evolucionando.

 

S.- ¿Encontrar un camino es esencial para el artista?

Hay muchos artistas que han encontrado el estilo –el estilo es la muerte del artista- y entonces ya se dedican a producir obra, se convierten en una industria… y venga, venga, venga, exposiciones y venta de obras… Hay gente que lleva cuarenta años haciendo la misma obra, esas personas están muertas como artistas. Yo no vivo de la escultura y eso me permite hacer lo que me da la gana y no tengo que darle cuenta a nadie. Tengo mi sueldo de jubilado y de eso vivimos. Tengo libertad y cada proyecto es diferente. Cada proyecto requiere una forma determinada… los lugares de encuentro, el laberinto, los paraguas y ahora que trabajo en una idea sobre mi vida. Todos son diferentes.


S.- ¿Contemplas tu obra como un todo o hay capítulos diferenciados?

No, no, como un todo. Como un todo, porque parte todo de mí. Son diferentes etapas de mi vida, que voy sufriendo y gozando, materializando en mi obra mis pensamientos. Yo ahora no tengo los mismos pensamientos que hace diez años, siempre voy buscando cosas. Y luego es también una ida y vuelta, porque a veces vas y retrocedes para coger impulso y seguir atacando las nuevas formas. No puedes olvidarte de lo anterior, pero tampoco puedes hacerlo igual que hace veinte años o igual que lo hacían los romanos. Según vas creciendo tu estado de ánimo te va pidiendo hacer cosas diferentes, te pide contar lo que está ocurriendo es ese momento.


S.- ¿Qué te inspira?

Todo, todo. Desde ese recordar a los amigos del barrio y pensar que habrá sido de fulano, que no sé nada de él desde hace cuarenta años, a partir de cual surgió la idea de hacer un homenaje y crear unas serie de esculturas sobre el recuerdo, ‘Lugar de encuentro’. También mi pueblo, mi valle, unos personajes con paraguas, que los tenía en la cabeza desde niño. La inspiración de cómo hacerlo me surgió porque mi pueblo está en un valle. Se veía el camino hacia el cementerio, pero yo no lo encontraba plástico, no lo veía. Una noche viendo en la televisión las informaciones sobre el 11-M observé la imagen de la gente que salía a la calle con paraguas porque llovía a mares, y me dije esto es, es una línea recta. Ese mismo día me puse a trabajar y me salió todo de un tirón. Tenía todo resuelto, el concepto ya lo tenía, me faltaba la forma, y la forma no era el camino de mi pueblo, sino una línea recta.


S.- ¿Hay ideas o conceptos recurrentes? Algunos artistas hablan de ideas que les persiguen…

Bueno, no lo sé, depende de ti. Igual que el tema en el que estoy trabajando ahora en la figura de una mujer preñada… que es la idea de la vida y muerte. La idea de la guadaña la llevas dentro desde que naces y muere contigo, cada uno tiene su muerte, cada uno tiene su historia. No es que te persigan las cosas, pero las llevas dentro de ti y en un momento determinado surgen, surgen y te das cuenta de que quieres desarrollar una idea concreta en ese momento, lo que necesitas hacer.
S.- … ¿y la actualidad? ¿El momento en que vivimos puede ser inspirador?

Sí, pero a lo mejor no en el instante. Quizá las vivencias que tienes, lo que ves ahora, surge dentro de dos o tres años, lo recuerdas porque ha dejado huella en ti, porque ya está maduro. Creo que le sucede a todo el mundo, pero hay cosas insignificantes que ocurren y después llegan a la memoria; otras no. Tengo el recuerdo de mi infancia de perseguir moscas con una pistola de madera por el pasillo de mi casa. Eso me ha dejado una huella tremenda y otras cosas más importantes no. ¿Por qué?... Creo que todo está dentro de ti, todo lo llevas tú… Yo trabajo mucho la maqueta, el boceto, al iniciar una obra, es un momento de creación muy pasional, después las dejo olvidadas. Luego, pasado un tiempo, miro esas maquetas como espectador y es el momento de decir si tiro hacia adelante o decido que esto no vale para nada, que esto no funciona. Si me dejara llevar siempre por el instante perdería energía, tiempo, trabajo y al final puede ser que la conclusión sea que es una porquería. Es mejor que la obra se asiente, repose y que cuando la veas con una distancia tengas claro si es lo que quieres hacer.


S.- Hilando con la actualidad, ¿Hay que apoyar la creación artística?

Yo no creo en la subvención. Cada artista tiene su forma de vivir del arte, pero eso, la subvención, muchas veces coarta la libertad artística. Si trabajas pensando en que una obra va a ser del gusto de no sé quién o qué tal la va a comprar no tienes libertad de crear. Cada uno es cada uno y todos somos diferentes, artistas como Gauguin o Van Gogh cuando mejor crearon fue cuando pasaron mucha hambre y mucha necesidad, entonces surgía esa rabia, ese deseo de escupir lo que tengo dentro porque es lo que quiero hacer. Hay otros que viven muy bien, toma un sobrecito, te compro la obra… que eso es lo más decente, que te compren la obra sin coartarte, tú haces la obra y luego que la compren, pero que te den una subvención para que hagas algo… son diferentes posturas. La comodidad es mala para el arte, la incomodidad, el sentirte un poco agobiado saca la rabia del artista. Y luego claro, no podemos ser un almacén de esculturas, te gusta que tus ‘hijos’ se casen y que estén bien casados. Pero creo que es malo vivir pensando en el dinero que te va a proporcionar el arte. Hay muchos artistas que han cogido un estilo y una forma de trabajar y han creado una industria de su escultura. Piensan nada más en el dinero y eso es malo. A mí eso no me aporta nada.


S.- ¿Está suficientemente valorado el arte contemporáneo? Parece más fácil reconocer el valor de lo clásico…

Existe una mala cultura desde que estamos en el colegio. Conozco a unos cuantos profesores de Historia del Arte que dicen que el arte se acabó en el siglo XVI y que Picasso es el mal del arte, que Picasso empezó a hacer marranadas y todo el mundo hace marranadas. Siempre el arte en su momento no ha sido comprendido. Cuando empezó el impresionismo, cuando Manet o Monet empezaron a realizar sus obras nadie les entendía, decían que era basura. Nadie conoce el momento actual del arte porque no nos preocupamos en entenderlo. Tú coges a un niño ahora y sabe manejar un ordenador o una tableta sin problemas o sabe cuál es el último disco que está en el mercado y lo saben porque tienen información y trabajan con ella, sobre el arte no tienen ninguna información. En los propios colegios les están diciendo que eso es una mierda. Hay pocas exposiciones y la gente tampoco las visita porque no tiene información. Y es una lástima porque estamos viviendo el momento más rico de la historia del arte, cuando están implicados todos los sentidos y las obras de arte provocan sensaciones. El otro arte, es visual, no tanto de sensaciones sino de perfección… contemplas una escultura clásica y dices ¡que perfección, se ven hasta las venitas!, pero ahí tu recibes la información que ya conoces, no te está llegando a las emociones, no remueve tus raíces. No te cuenta nada. Necesito ver algo que desconozco, que me mueva a conocerlo… lo otro no.


S.- ¿Sería una opción darle la vuelta al plan educativo? Es decir, empezar a estudiar el arte contemporáneo con la idea de que desde la actualidad resulta más sencillo motivar a los alumnos a descubrir lo clásico…

Amigo mío… He sido docente en la Escuela de Arte durante 35 años y esa discusión la he tenido en infinidad de ocasiones y hay compañeros que lo entienden, pero hay otros que dicen: no, no, ‘La Prehistoria’, ahora el ‘Neolítico’…. Y cuando se acaba el curso estamos aún por ‘Roma’. Y yo creo que sí, que hay que empezar por el momento. Porque en el momento puedes ir a la casa o al estudio de un escultor, de un pintor, de un músico… a lo demás puedes acudir en cualquier momento. El arte contemporáneo está cerca, lo puedes palpar, conocer al autor y luego adéntrate en sus referencias que seguro que te trasladan a autores anteriores y al arte clásico. Si en el Renacimiento se hubieran preocupado de lo que había pasado en la prehistoria se hubieran estancado. Estudiar el momento y sus porqués creo que motivaría a la gente alrededor del arte.


S.- ¿Un tiburón en formol es arte?

Puede serlo, puede serlo. Arte es todo aquello que el hombre transforma con una intención. Otra cosa es que luego la gente lo entienda. Es una visión del artista y ha convertido ese elemento en arte.


S.- Volviendo a tu obra, ¿en cuanto a la técnica has experimentado cambios?

Hombre, claro. Sí, porque hay nuevos materiales y han ido cambiando. También porque para determinadas obras eliges materias diferentes, no es lo mismo trabajar en piedra, que trabajar en bronce o en madera. Cada una tiene su propia técnica. Con el tiempo vas trabajando con diferentes soportes y distintas técnicas que te obligan a aprender, a veces son técnicas mixtas que te permiten encontrar el camino para contar las historia que quieres. Cuando vas a contar una historia tienes que valerte de los recursos que tienes a tu mano.
S.- ¿Hay materiales más apropiados para contar una historia que otros?

Sí, sí, la calidad, el color, la veta de la madera. Todo cuenta y tienes que ponerlo todo en funcionamiento. Por eso me gusta mucho hablar de diálogo, yo dialogo mucho con los materiales… los materiales te aportan una cosa y tú tienes que aportar otra. Por eso digo que el arte no hay que contarlo, hay que sentirlo; tu al contemplarlo tienes que sacar las conclusiones. Algunas de las obras que hago son grandes, por ejemplo ‘El laberinto’, y cuando la ves tú estás dentro de la obra y eres parte de la obra. Igual sucede con el proyecto ‘sobre mi vida’ en el que estoy trabajando ahora… por el momento sólo es maqueta, pero la idea es hoy estás dentro de mí y mañana estás fuera de mí. Ese entrar y salir es el que da movimiento y vida a la obra. Me gusta mucho que la gente participe e igual sucede conmigo mismo cuando acabo una obra, me transformo en espectador.


S.- Hilando de alguna manera con esa idea, ¿Tus obras te han ayudado a conocerte mejor a ti mismo?

Sí, por supuesto. Estás dialogando contigo todo el tiempo. Tengo una vecina budista de aquí, de Santa Lucía de Ocón, que siempre me dice que tengo que estar pasándomelo genial porque estoy conociéndome mucho a mí mismo. Estás todo el día hablándote, contándote cosas, preguntándote cosas… Es una vida muy monacal en ese sentido, estás muy sólo, a veces pongo música, música clásica siempre, y sí que te conoces mejor a ti mismo. Te confiesas a ti mismo muchas cosas que son inconfesables e ideas que son peregrinas y dices ¡qué tonterías!, pero dentro del estudio dejan de serlo y son importantes. Te confiesas tus propias incapacidades o tus grandes virtudes, son tus cosas. Y sí que te conoces porque luego todo eso está ahí.


S.- Imagino que la relación con una obra durante el proceso creativo es intensa. ¿Cuesta desprenderse de una ella?

Sin problema, porque yo pienso que la obra una vez que está realizada es del espectador. A mí me gustaría más ver mi obra en el Museo o en la calle que en mi estudio. No por el dinero, sino por la satisfacción de compartir. Por la sensación de que otra gente disfruta también de tu pensamiento.


S.- ¿Se puede vivir del arte?

Difícilmente. Muy pocos y algunos de los que viven del arte son los que han convertido el arte en industria que comentábamos antes.


S.- ¿Ha habido burbuja en el arte contemporáneo?

…. (se ríe) no tanto porque no se compra arte. Las obras se venden poco y mal. Ahora encima se ha encarecido por que han incrementado el IVA al 21 por ciento y eso supone que sube el coste del trabajo, suben los materiales y se pone a unos niveles que la gente no compra. Si ya es difícil vender una obra de arte por sus características ahora se ha complicado un poco más.



Autor: Javier Muro

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