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{ENTREVISTAS}

'Las fotos hablan, gritan, lloran, se desesperan, pero ese sentimiento tienes que ponerlo tú'

Raúl Cancio, fotoperiodista, reconocido como Socio de Honor e Insignia de Oro de Aig

Dicen que Raúl Cancio es periodista y después, fotógrafo. Es también para muchos el responsable de equiparar en las redacciones la imagen con los textos y es, sin duda, uno de los maestros del fotorperiodismo español de los últimos 50 años. Comenzó a publicar sus fotografías en el Diario Pueblo en 1963. En 1980 se incorporó a El País, llegando a ocupar el puesto de jefe del Departamento de Fotografía y en 1996 fue nombrado subdirector de AS. Cuenta en su carrera con retratos ya míticos en la historia de la fotografía como los realizados a Salvador Dalí o Doris Lessing. La ciudad como excusa para contar historias ha sido una de sus musas, especialmente si se trataba de Madrid y Nueva York. Ahora, recién publicado su último libro ‘Madrid/Teherán’, la Asociación de Informadores Gráficos de La Rioja ha nombrado a Raúl Cancio Socio de Honor  e Insignia de Oro, como reconocimiento a su trayectoria./Javi Muro


S.- ¿Cómo te inicias en la fotografía?

En 1961 me voy a hacer la mili –la gente joven no sabrá ni qué es eso- y allí empiezo a relacionarme con algunos fotógrafos, algunos de ellos profesionales como César Lucas, y empiezo a meterme el gusanillo como aficionado alto. Una vez licenciado, con una carta de recomendación, ingreso en el Diario Pueblo. Comencé como colaborador, era el año 1963. Comienzo a hacer fotos –imagino que muy malas-, que me las publicaban y me las pagaban a cuarenta pesetas. Tuve la gran suerte, que es lo que me cambia la vida, de que me contrataran para acudir a la Feria Mundial de Nueva York en el año 64. Allí, en Nueva York estuve cerca de un año y ahí cambia mi vida. Allí, cambia mi vida. Por poner sólo un ejemplo, fui a hacer una entrevista a Paul Newman. Claro, cuando vas a hacer una entrevista a Paul Newman, te le quedas mirando y sólo puedes pensar "¿qué haces?, si hace tan sólo unas semanas había estado ante un cine en la Gran Vía de Madrid esperando una hora y pasando frío para sacar una entrada y verle". Me encontraba en el camerino de Brodway, enfrente de Paul Newman, y me decía "madre mía, si es él de verdad" y no pude remediarlo y al final de la entrevista le dije: “señor, ¿me puedo hacer una foto con usted”, y me cogió del hombro y nos hicimos la foto. Ahí, en Nueva York, empieza a cambiarme la vida rotundamente. Cambia mi vida, profesional y humanamente.


S.- ¿Es entonces, cuándo decides que te quieres dedicar profesionalmente a la fotografía?

No, no, ya me había decidido. Date cuenta que ingreso en Pueblo en el año 63 y me voy a Nueva York un año después. Ya llevaba publicando en Pueblo muchas fotos.


S.- ¿Recuerdas tu primera cámara?

Sí, claro que la recuerdo y la tengo en casa. Fue un Pentax con un objetivo normal con prediafragma y un teleobjetivo de 300 y una luminosidad de 106… lo cual era una mierda. Después, una Leica de segunda mano.


S.- ¿Hay fotoperiodismo y periodismo o es lo mismo?

Creo que es lo mismo. El que es periodista es gráfico, el que es fotoperiodista es periodista, creo que es lo mismo, se acoplan perfectamente. Por lo tanto, nosotros somos fotoperiodistas. Como me escribió el presidente de la Asociación de la Prensa en el prólogo del catálogo para la exposición ‘Simplemente periodismo’, "Raúl Cancio es periodista y, además, fotógrafo".


S.- Aquella exposición la titulaste, precisamente, así: ‘Simplemente Periodismo’, ¿no?

Claro, y en el cartel aparece una cámara Leica y una máquina de escribir. Son hermanos siameses, van de la mano… y menos mal.


S.- Cómo has contemplado y vivido la evolución de la imagen dentro del periodismo…

Toda, toda entera…


S.- … ¿Cómo ha sido, cómo has visto esos pasos?

A veces duros; bueno, duros no es la palabra… por ejemplo, mis nietos trabajan con el Ipad y con los smartfhones y los ordenadores mejor que yo. Yo no nací con el ordenador, nací con el laboratorio. Tenías que llevarlo en el coche y montarlo en un hotel, en el baño, utilizando sábanas negras. Así que te cuesta entrar y dejar lo que tienes que dejar, que es el negativo, que es el laboratorio, que es la foto en papel, para meterte en un proceso nuevo. Bendito proceso, por cierto, porque ha cambiado el mundo entero de la fotografía. Ahora es mucho más cómodo, mucho más limpio, mucho más rápido e, incluso, es emocionante también, con la diferencia de que ahora puedes borrar la foto y antes tenías que imaginarte si estaba bien o mal. El mundo está cambiando y también en la fotografía con la aparición de los teléfonos móviles, se acabaron las exclusivas. Si en la calle hay un accidente ahora, para cuando llegas, hay diez o quince personas haciendo fotos con un teléfono y las están mandando al periódico al instante.


S.- … pero, siempre estará la mirada del fotógrafo, ¿no?

Sí, siempre está la mirada del fotógrafo que es muy importante. Eso no va a desaparecer nunca. Puedes tener el mejor smartfhone del mundo, pero como detrás no le pongas corazón y sentimiento la fotografía será siempre mala. Quizá si no hay otra valga..., pero si el fotógrafo está detrás esa imagen será diferente porque le va a poner sentimiento y corazón. Este oficio es de sentimientos, si no tienes sentimiento apaga y vámonos.


S.- ¿Y la experiencia qué valor tiene?

También, por supuesto, pero la experiencia se adquiere, aprender cómo funciona una cámara nueva se aprende, lo que no se aprende es el gusto y el sentimiento, eso no se aprende…


S.-  ¿Y la evolución del periodismo en general cómo la has visto, cómo la ves?

Todas las evoluciones las veo positivas, siempre que sepamos acoplarnos a esa sucesión de novedades. Yo me he acoplado. Sigo dando clases en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Escuela de Periodismo del País a chicos de 25 y 26 años y soy yo el que se tiene que acoplar en muchas ocasiones a ellos. Soy muy estudioso de las cosas nuevas que aparecen, cojo una cámara compacta y estoy veinticinco días leyendo hasta la letra pequeña para que no me pongan colorado. Entiendo que es así el mundo, que la evolución es así. Pasa en todo, alguien dijo el otro día qué que hacían los políticos del 78 todavía ejerciendo, pasa en todo.


S.- Más allá de la tecnología, ¿el periodismo ha perdido cierto prestigio social?

Bueno, en esta época, el prestigio social lo ha perdido todo el mundo, los políticos, la banca, todo el mundo. No, el periodismo está evolucionando y ya veremos lo que dura el papel, casi todos los medios están entrando a saco en lo digital.


S.- ¿Crees que puede haber un cambio en el que el papel acoja la reflexión, el análisis, mientras que la actualidad se lea a través de los medios digitales?

Se puede ofrecer información de actualidad en internet muy bien hecha, con sus columnas de opinión, con sus reportajes, con todo… y el papel puede ser, fíjate lo que te digo, un valor de lujo. Ir al quiosco y por dos euros o tres euros comprarte tu periódico y disfrutar de su lectura. A mí me encanta el periódico de papel, me cuesta abrir las pantallas y leer, eso me cuesta, lo hago porque no tengo más remedio. Me gusta ir al Café Gijón, pedir un café y un cruasán y pasar las páginas, ver que me he manchado de tinta. Soy un viejo periodista y punto, no hay más que hablar –se ríe.


S.- … pero ese disfrutar de la lectura del periódico aún le gusta a mucha gente…

Sí, pero los chicos de 17 o 18 años ya no piensan en el papel. No lo han disfrutado, desayunan en casa y deslizando el dedo por la pantalla consultan El País, El Mundo, La Razón, el ABC…, ya no se gastan dos euros en un periódico, pero si es que lo leen en el teléfono mientras van en el metro…


S.- Te mencionaba también el tema del prestigio de la profesión porque da la impresión de que ante la pérdida general, en cambio, los fotoperiodistas sí que vivís un momento de reconocimiento. ¿Crees qué es así?

Bueno, en algunos casos y en algunos medios. Hay medios muy perros todavía. Yo he tenido mucha suerte. He sido el primer redactor jefe que hubo en El País, jefe de redacción en Pueblo, subdirector del As…. He tenido mucha suerte, pero efectivamente ahora hay que volver a reciclar y que el fotoperiodista siga imponiendo lo que siempre ha impuesto, su valor y su fotografía, que no elija la imagen a publicar un redactor. Hay que explicar porqué una foto y no otra, porqué tú no entiendes de esto. Tiene que ser una decisión conjunta. Ese terreno es el que hay que volver a ganar.


S.- Las ciudades. En tu fotografía las ciudades son protagonistas…

Sí. No hago libros de ciudades, hago reportajes. Hace días presentamos ‘Teherán/Madrid’. Me encargué de la parte de Madrid, pero hago Madrid como he trabajado toda mi vida. No hago fotos de los edificios de Madrid porque sí. En el libro ‘Madrid/Nueva York’ hay edificios, pero porque busco esa línea de semejanzas que aparecen en muchos lugares, por lo arquitectos alemanes que realizaban bloques muy parecidos. Pero lo que hago son reportajes. En ‘Teheran/Madrid’ verás gente, mucha gente, porque es lo que he hecho toda mi vida… humanizar mis reportajes. No me importa que la gente salga de espaldas o movida, incluso muñecos…


S.- … qué las fotografías cuenten historias…

Sí. Las historias las cuento yo situando a la gente en las imágenes. Todas las fotos te cuentan algo. Ves una fotografía maravillosa de Nueva York y te está contando, te está hablando. Las fotos hablan, las fotos gritan, las fotos lloran, se desesperan, pero eso tienes que ponerlo tú. Si quieres hacer una foto del Rockefeller o del Empire State Building no la sacas en un segundo, no haces una postal, esperas igual quince minutos a que dos nubes se junten mirando una ventana…


S.- El fotoperiodista tiene que tener paciencia, entonces…

Sí, mucha… y tranquilidad, y sosiego. Nunca se me ocurrirá realizar un reportaje en la calle y hacer como los japoneses ‘tra,tra, tra, tra’ –imita el sonido del disparador-; no, miro, veo, paseo… Además, dudo mucho, soy una persona que duda mucho, pero estoy convencido de que en la duda está la grandeza. Dudo de una foto cuando la hago y es posible que vuelva tres o cuatro veces hasta que digo “ésta es la foto”. También se lo digo a los alumnos, no importa que dudéis, si dudáis lo vais a hacer mejor, porque vais a estar intranquilos y vais a volver.


S.- Volviendo al tema de las ciudades. Madrid y Nueva York son realmente importantes en tu carrera, ¿no?

… en mi vida, Nueva York me cambia la vida y Madrid me vio nacer. Agradecido estoy, que menos que haberle dedicado dos libros. Sí, son dos ciudades que yo amo. Nueva York, aunque parezca mentira es de las ciudades que más me relaja del mundo. Soy muy vago, no camino, no camino de aquí a ahí –señala la puerta de salida de la Sala de Exposiciones donde trancurre la conversación-, pero sin embargo en compañía de un cámara, de una camarita compacta, me pateo Madrid y Nueva York. Me meto Manhattan de arriba abajo. ¿Por qué? Porqué me paro, hago una foto, y continúo… si me quitas la cámara no lo hago.


S.- Y el Blanco y Negro es también protagonista en tu fotografía…

Hay un frase de Pablo Picasso que dice: “Cuando tengo que hacer algo importante lo hago en blanco y negro”. Lo dijo Pablo Picasso, que no era un chufla. Eso es lo que me pasa a mí, cuando tengo que hacer algo importante lo hago en blanco y negro. Claro, tengo un recuerdo de Nueva York de los años 64 y 65, un recuerdo muy sencillo, un Nueva York en blanco y negro con música de Frank Sinatra. Entrabas a cualquier local a tomarte un burbon o una cerveza y escuchabas a Sinatra… ‘Extraños en la noche’ o ‘New York, New York’. Por supuesto que también he trabajado en color, las exigencias de las editoriales mandan, ¿no?


S.- ¿Hay alguna foto que pienses que te queda por hacer?

No, no. La fotografía tiene la grandeza de que nunca espera lo que puede pasar, es lo que tiene el periodismo. Estamos aquí tan tranquilos conversando y, de pronto, hay una explosión fuera… no lo esperas, es la grandeza de este oficio. Pero no, ni sé cuál es mejor foto que he hecho ni la que voy a hacer; es algo que no me importa.


S.- Seguro que lo has contado un montón de veces, pero ¿cómo fue realizar la fotografía de Dalí?

La foto de Dalí fue muy sencilla. Tenía 23 años cuando tomé esa fotografía y Dalí ya era dios, era ya un personaje histórico. Recuerdo que fue un duelo entre él y yo, un duelo de miradas. Ni hablamos siquiera. Me echaba la cámara a la cara y él me miraba así  –imita el gesto entre serio, duro, enfadado-, así que realicé no más de doce negativos y me fui, pensaba “éste igual me pega un puñetazo”. Tenía tal potencia en el rostro, esa vitalidad… Hay una foto que me encanta, que me relaja, que es el retrato de Doris Lessing, premio Nobel de Literatura, en un hotel de Madrid. Esa foto la ves con sus tonos grises, en un día gris de Madrid y te relaja. Igual que una te da miedo, la otra te relaja. Igual que la de María Zambrano con la colilla en la comisura de los labios, con la ceniza a punto de caerse… que ella te dice “no me haga usted más fotos”… esa mujer en la última etapa de su vida y la ceniza que se cae… ese es el instante preciso de congelar una imagen. Irrepetible, como cada fotografía. Irrepetible.



Autor: Javier Muro

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