2947

{CULTURA / CINE}

Bigelow estruja la tensión racial

La directora californiana revive en 'Detroit' la peor noche del motel Algiers

Después de dirigir 'En tierra hostil' (2009) y 'La noche más oscura' (2012), Kathryn Bigelow vuelve a explorar el pasado más reciente y polémico de Estados Unidos. La cineasta californiana ha encontrado un filón en la actitud a veces escabrosa del Ejército yanqui, lo que además ha aprovechado para labrarse en la última década una reputación de trabajadora consciente y concienzuda, en especial respecto a los cuerpos y fuerzas de seguridad de su país.

 

Sin dejar aparte 'Le llaman Bodhi' (1991) o 'Días extraños' (1995), también con la controversia policial como denominador común, Bigelow dio un salto de calidad gracias a 'En tierra hostil'; no en vano le sirvió para ganar el Óscar a la mejor dirección junto al premio ‘gordo’ de mejor película, e incluso el film obtuvo otras cuatro estatuillas (montaje, guion, mezcla y edición de sonido) tras un total de nueve nominaciones por parte de la Academia de Hollywood.

 

Con 'La noche más oscura' se quedó a las puertas de repetir éxito y ahora con 'Detroit' quizá enmiende algún pequeño fallo, aunque la todavía veraniega fecha de estreno resta potencia para la temporada de premios. El nuevo largometraje de Bigelow se centra en los acontecimientos ocurridos en una confusa noche de motel, durante los disturbios que en julio de 1967 sacudieron las calles de Detroit (ciudad-emblema del estado de Míchigan).

Fue un momento crucial de la historia contemporánea estadounidense, con la nación sumida en un malestar sociopolítico debido a la intervención en la Guerra de Vietnam y a la escalada de racismo. Y es que las grandes ciudades fueron los epicentros de ese descontento y esa furia apenas contenida, con su discriminación sistemática o sus disparidades raciales en educación y en vivienda, así como en el creciente desempleo entre las comunidades afroamericanas.

 

Dos noches después de iniciarse los disturbios en Detroit, varios disparos cerca de una zona de preparación militar llevó al cuerpo de Policía local, a la Policía Estatal de Míchigan e incluso a la Guardia Nacional a registrar un anexo del tosco Motel Algiers. Varios agentes locales se saltaron los protocolos e interrogaron de forma brutal y contundente a ciertos huéspedes del motel, desarrollando un juego amenazante con tal de que identificaran al autor de los disparos.

 

El inglés Will Poulter interpreta a Krauss, el líder de la patrulla local, en un soberbio ejercicio de intimidación que contrasta con su cara de niño bueno. Confirma así una trayectoria ascendente y a muy buen ritmo, pasando con fuerza por cada fase: de secundario ramplón en sagas adolescentes como 'Las crónicas de Narnia' (2010) y 'El corredor del laberinto' (2014) a secundario vivaz en comedias que dan el pelotazo, como sucedió con 'Somos los Miller' (2013).

 

De ahí a secundario de lujo en la multipremiada 'El renacido' (2015), luego un cameo en Netflix con 'Máquina de guerra' gracias a la productora de Brad Pitt, y acto seguido en 'Detroit' para un rol de mayor calado en una trama coral. Porque aquí los protagonistas se turnan, sobre todo cuando un guardia privado de seguridad, de raza negra y llamado Dismukes, husmea donde no debe junto a la Guardia Nacional. Se trata de alguien perspicaz y que no da puntada sin hilo.

 

La angustia, el inquilino sorpresa

Interpretado por John Boyega, este personaje aporta la única gota de calma ante el hervidero de unos barrios sin tregua; los disturbios afectan por igual a quienes se comprometen con la causa y a quienes están en el momento más inoportuno en el lugar menos indicado. Pasear, ir al trabajo, montar en bici o cualquier otro acto cotidiano es visto como un acto de rebeldía si tu piel es negra. La opresión racial es el pan de cada día en la urbe más poblada de Míchigan.

 

La tensión inicial, dispersa en varios puntos de la ciudad, viaja desde sus afluentes hasta la desembocadura en el Algiers. Y en ese punto es donde 'Detroit' pueda remediar lo que Bigelow se dejó en el camino con su anterior largometraje, ya que el guion de Mark Boal (responsable de escribir también 'La noche más oscura') ahora sí hace converger las subtramas. Su apuesta es prescindir de un claro protagonista para poner énfasis en dos bandos: opresores y oprimidos.

Las presencias de Anthony Mackie (en el papel de un veterano de guerra) y John Krasinski (en el de un abogado sindical) dan brillo a un reparto bastante joven y más curtido en batallas televisivas que en el fango hollywoodiense. Hannah Murray, Algee Smith, Ben O'Toole o Kaitlyn Dever son actores sin un currículum de postín, pero tampoco desentonan en un argumentario que sin duda encumbra a Poulter como intérprete versátil y digno de galardones.

 

Su agente Krauss aterroriza viniendo desde la nada, airea las vísceras de sus prejuicios y se jacta de ello. A su favor juega el montaje de Bigelow con planos en constante movimiento y abriendo el encuadre. Poco se detiene la directora en detalles de cámara, tal vez por rechazo a empatizar con el abuso de autoridad. La figura judicial se difumina si el espectador ve a Krauss como un sádico sin placa y no como un ejemplo concreto de la mala praxis que desprende su comisaría.

 

El plan es una obra de teatro en medio de un tiroteo. Se opta por el espacio íntimo que representa la lucha racial antes que el campo abierto en la lucha antiterrorista de 'En tierra hostil' o 'La noche más oscura'. 143 minutos de metraje que sin embargo muestran equilibrio con un fuerte preámbulo, un nudo lleno de nerviosismo bien graduado y un múltiple desenlace tan sobrio como llamativo. Tres actos para un teatro cuyo silencio estremece./Daniel Cabornero

Suscripción a la Newsletter Enviar