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{CULTURA / CINE}

Fuerza Mayor

Y si viéramos una secuencia de la película sueca en paralelo a La Gata sobre el tejado de Zinc

  Si escuchas la banda sonora de Fuerza Mayor (Tourist, 2014)  Puede que escuches la misma interpretación llevada a cabo por un adolescente de 12 años que el director de la peli, Ruben Östlund, escuchó también en youtube y decidió que vertebrase las imágenes de este film. Las mismas notas que parecen retumbar en la montaña que recorta sus dientes afilados al azul del cielo; salvaje, arisca, impracticable  y paradójicamente sembrada de cañones de nieve, de máquinas que hacen transitable el blanco elemento, taladrada de telesillas y dibujada de neones. La misma armonía que testifica la incapacidad de todas las maquinarias y automatismos para tener controlada esa fuerza de la naturaleza. Las mismas escalas que se desgranan por las laderas nevadas vertiginosas convertidas en esa avalancha que constituye el escenario de la descomposición de esta familia sueca que, antes de desenmascararse, parecía sacada de un anuncio de Ikea. (Aquí)

 

Pero estos fenomenales rasgos estilísticos y la intensa narrativa formal  construyen una historia donde los personajes no destacan por su profundidad. Cuando miramos más de cerca, el argumento parece trenzado con estándares familiares que empobrecen las posibilidades que prometía estéticamente. Resulta que  la naturaleza domesticada no es solo la de las montañas. El protagonista masculino aparece como un padre de familia típico, frustrado por unas responsabilidades y limitaciones que se desvelan durante el metraje alienantes, desubicado por no dar rienda suelta a sus deseos y sus impulsos de hombretón, avergonzado por ―como el propio personaje declara― padecer una especie de doble personalidad que le lleva de vez en cuando a actuar por impulsos, como la nieve de las montañas se revuelve contra la doma y se desparrama en avalancha. La mujer-madre, preservadora de los valores familiares, neurótica y frustrada, insoportable en su pretensión de que su compañero sea consciente de sus fallos,  sonsacándole para que admita su cobardía en público, propiciando el desalojo de un autobús porque se mueve más de la cuenta en una carreterucha de montaña. Vaya, esto ya no suena a un moderno núcleo familiar en la república independiente de su casa, sino a un conflicto muy tradicional, eso sí, muy bien encuadrado por vigas de madera y moqueta de lujo en un hotelazo donde todos los miembros de este anuncio de Coca-cola deben estar obligatoriamente metidos en una habitación que sustituye pobremente al hogar.
Fuerza Mayor puede tener lecturas bien diferentes a esta  interpretación, que ya me ha dado carrete para muchas discusiones y conversaciones acaloradas. Pero, ya que tenemos este marco, y aunque sólo sea para destacar lo conservador de estos roles masculino/pulsional ― femenino/familiar me parece que podría ser enriquecedor ver una secuencia de la peli en paralelo y al mismo tiempo que otra donde se den problemáticas similares. Y, para eso, recurro a un cine muy diferente. La gata sobre el tejado de zinc (Cat on a Hot Tin Roof, 1958) es inabarcable; rica y profunda. Pocas cosas en común con la cinta anterior; ni la temática, ni el guión, ni los personajes… Pero encontramos en este fragmento varios elementos que nos son útiles: una habitación opresiva, un hombre que se siente encerrado, impedido incluso físicamente, objeto de un interrogatorio incómodo protagonizado por una mujer cuyo discurso raya lo desasosegante; una pulsión oculta, de la que no puede hablarse. Ponemos a su lado quizá una de las secuencias más extrañas y reveladoras de la película sueca. Sólo hombres, sus torsos, desnudos; las gafas de esquiar todavía sobre la cabeza, golpeándose entre sí, gritando sudor; avalancha de testosterona; quizá la personificación de esa tendencia masculina que el film parece defender como universal. Al obligar a la secuencia del Hollywood a dialogar con la europea, casi parece que esta última aporta un punto de brutalidad a la primera, de surrealismo estroboscópico que nos hace visualizar las corrientes que actúan bajo los personajes en discordia.


Una osadía como la que estáis viendo en este montaje no es gratuita ni reveladora. No intenta igualar ni comparar, ni explicitar interpretaciones retorcidas. Es, simplemente, un juego. Espero que lo disfrutéis./Cecilia Español.

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