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{CULTURA / CINE}

Grandes explosiones en horario europeo

La política, literalmente por los aires en 'Objetivo: Londres'

  El sueño de cualquier terrorista debe ser, metafóricamente hablando, juntar todos los huevos en la misma cesta. Porque si la cesta se cae, apenas un par de huevos se salvan de la catástrofe. La teoría parece fácil... pero ya es mala suerte que el citado terrorista ponga la dichosa cesta, que lo junte todo en su interior y que luego ese par de huevos, el mismo par de siempre, esquive cada obstáculo para salvarse de cientos de amenazas procedentes de varios sitios a la vez.


El par de huevos en la película 'Objetivo: Londres' son el presidente de los Estados Unidos (interpretado por Aaron Eckhart) y su jefe del servicio secreto (encarnado por Gerard Butler). Ambos acuden a Londres para el funeral del primer ministro británico, fallecido en misteriosas circunstancias y cuyo velatorio en la capital inglesa es un acto al que acuden todos los líderes relevantes de Occidente. Es, por tanto, el mayor jaleo político y policial que puede ocurrir en el mundo.


Pero lo que comienza siendo el evento con más seguridad del planeta, pronto se convierte en un complot mortal para acabar con tales líderes políticos. Devastando la metrópoli británica y desencadenando el terror por cada barrio, solo unas pocas personas pueden detener la hemorragia de balazos. El presidente estadounidense Benjamin Asher y su guardaespaldas Mike Banning se encomiendan a la labor de una agente del MI6, que además no confía en nadie.


Dirigido por el iraní Babak Najafi, este intenso thriller es la secuela de 'Objetivo: La Casa Blanca' y vuelve a reunir a su amplio reparto, con los citados Eckhart y Butler en compañía de Morgan Freeman, de Angela Basset, de Melissa Leo, de Jackie Earle Haley o de Radha Mitchell entre otros. Tiene una muy buena nómina de actores pese a ser una más de esas pelis que prefieren la espectacularidad de una explosión, a varios niveles de fuego, antes que el inesperado giro de guión.

 

Los 100 minutos de este largometraje son pura acción sin intelecto, con disparos a mansalva y huidas a trompicones. Y todo ello vistiendo un traje caro, una corbata a juego con la camisa, unos bonitos gemelos para las puñetas y unos zapatos a medida. De etiqueta, como mandan los cánones de belleza para ir a un funeral de Estado. Aunque lo que no recogen los protocolos es el ataque coordinado contra los principales políticos internacionales y por una ciudad entera.
  Si ya era frívola la primera entrega de esta saga, estrenada en 2013, dar continuidad a su trama resulta incluso grotesco. Y todavía menos atractiva es la idea de alargar dicha historia con más secuelas, como ya se insinúa en ciertos momentos de 'Objetivo: Londres'. Así lo auguran las infinitas vidas del presidente yanqui y su amigo guardaespaldas, quienes se ven con la soga al cuello en tantas ocasiones que el espectador perdería la cuenta en caso de contarlas.


Leónidas es peor que John McClane

Pero ya se sabe que el público potencial de estos films no cuenta el número de explosiones, de tiros al aire, de detonaciones por control remoto, de patadas o de puñetazos. Justo al revés, pues los aficionados a esto quieren cada vez más sangre, cada vez más muertes, cada vez más planes improbables para escapar de las garras terroristas. Cuanto más profunda sea la confabulación del villano de turno, más enrevesada debe ser la estrategia de fuga entre los héroes.


Puesto que aquí se deja clarísimo quiénes son los malos y quiénes son los buenos, sin pizca de autocrítica por el bando occidental y sin atisbo de arrepentimiento por sus oponentes ideológicos. Se trata de una idea simple para un argumento aún más banal, colocando dos ejércitos de propaganda a cada lado de la línea moral; pero en medio ni un mísero dirigente político capaz de razonar o evitar la masacre. Aquí es preferible disparar primero que el adversario.


El resultado falla también por no seguir el único recurso de la anterior entrega: repartir constantemente dosis de acción. Aquí en cambio se intenta justificar un relato elaborado que resulta insustancial, con demasiada información y nombres inútiles. Para cuando de verdad empieza el sarao, el aburrimiento ha ido in crescendo y Mike Banning luce pocos rasguños mientras a su alrededor hay miles de heridos y muertos. Ni la mejor artillería de los terroristas puede con él.


A grandes rasgos, 'Objetivo: Londres' repite la fórmula del cine enérgico que había a finales de los años 80 y principios de los 90. No hay sorpresas y en la pantalla se ve lo esperado de pe a pa, incluyendo la habitual retahíla de frases con espíritu jocoso para cada heroicidad. Pero tal género alcanzó su límite con 'Jungla de cristal' (1988) en virtud de un Bruce Willis que sí tiene gracia en dicho empeño. Gerard Butler será Leónidas, pero desde luego no es John McClane./Daniel Cabornero

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