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{CULTURA / CINE}

La suciedad humana de 'Tarde para la ira'

No recuerdo la última vez que acudí al cine con tantas expectativas ante un estreno como el pasado viernes. El día anterior consulté la cartelera con verdadero interés para poder asistir al primer pase de 'Tarde para la ira', la ópera prima de Raul Arévalo, un actor que siempre se me antojó como alguien con la ideas  muy claras.


Recuerdo que una vez, hace ya mucho tiempo, alguien me hablo de lo cruel de las expectativas cuando se cumplen años. Apasionada yo, no conseguía entender el mundo de otra manera que no fuera acompañado por la trascendencia de los extremos. Un devenir vital en el que la cultura, en sus múltiples formas, traía consigo un mar de sensaciones que superaban las obtenidas por cualquier otra sustancia estimulante.


La asistencia a un concierto, al teatro, al cine, la lectura de un libro, una audición de poesía, constituyen, para las personas sensibles al arte, un verdadero delirio de placer cuando se descubre el poder de la cultura como disfrute. Con el paso de los años ya casi nada consigue sorprenderte y resulta complejo volver a pulsar el resorte de las sensaciones auténticas.


Desde los primeros minutos de 'Tarde para la ira' ese resorte volvió a vibrar en mí de manera efectiva. La película arranca con una secuencia de acción de una calidad inusitada. Nada de innecesarias pirotecnias, ni de piruetas virtuosas. Aquí la realidad se hace tangible a partir de unas estupendas tomas, la cámara como protagonista y la autenticidad de unos actores que creen en lo que nos van a mostrar, desde lo más profundo de sus entrañas.

 

La historia transcurre tomándose su tiempo, como a pequeñas cucharadas de un plato exquisito que prevemos, se nos indigestará en algún momento, pero que somos incapaces de dejar de deglutirlo con creciente ansiedad. La potencia de un guion bien pensado y trabajado, repleto de detalles que debemos identificar por nuestra cuenta, que se desgranan en cada gesto, cada respiración, y que dañan el alma en un intento de empatía por unos personajes llenos de matices y humanidad mundana.
'Tarde para la ira' se basa en un compendio de casualidades que no lo son en absoluto. Una suerte de laberinto en el que todos y cada uno, deberán asumir las consecuencias de sus actos, de sus pasos en falso. La responsabilidad por encima del perdón, a cualquier precio.


Arévalo lleva a cabo un ejercicio de verdadero amor por la profesión actoral. Los matices de los personajes están repletos de una inteligencia sutil que permite un lucimiento nada gratuito. Los actores sufren, la tensión se hace patente en todos los rincones de sus anatomías y de sus almas.


Grande, como siempre, Antonio De la Torre, sometido a una contención dolorosa, pero necesaria. Enorme un Manolo Solo que, trabajo a trabajo, enriquece cualquier rodaje al que se enfrenta. Capaz de conseguir que muchos de los amantes del cine patrio nos centremos en sus apariciones, por encima de las del resto, cada vez que aparece en pantalla. Roba escenas innato.


Pero por encima de todos, destaca una espectacular Ruth Díaz que se entrega en cuerpo y alma, de una manera descomunal. Demuestra una valentía auténtica, solo reservada a las actrices de raza, haciendo frente a uno de los papeles femeninos más complejos y difíciles que acierto a recordar en los últimos años.


Ana es abnegada, generosa, luchadora, pasional, una superviviente que sufre los daños colaterales de los errores de los que la rodean y los asume de una manera estoica. Una suerte de princesa cubierta de fango, cuyo único pecado fue recibir malas cartas en esto de la vida.

 

Con este, su primer trabajo como guionista y director, Raúl Arévalo demuestra, con creces, que es posible llevar a cabo cine del mejor en España. Atrás quedan sus años de lucha por sacar el proyecto adelante, dejando patente que, en esto del séptimo arte español, nadie regala nada. Todo es fruto del tesón, del buen hacer, de la búsqueda del detalle, de la capacidad de observación y aprendizaje de un chico que, desde muy pequeño, quería ser director de cine. Estupendo comienzo para este creador de mirada inquieta. 'Tarde para la ira' cumplió las expectativas con creces./Isabel Ribote

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