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{CULTURA / CINE}

Moralidad con tapujos en Nueva York

'Carol' seduce con las sutiles confesiones de Cate Blanchett y Rooney Mara

Juntas, un día entre dos parece mucho más que un día. Juntas, hay amor para dos y en buena compañía. Si una es así, que suerte que ahora esté junto a la otra. Juntas, café para dos y fumando un cigarrillo a medias. Juntas, cualquier situación de broma entre las cosas serias. El mundo se sitúa entre ellas dos y ambas diciendo a los problemas adiós... Tan ensimismado queda uno al ver la película 'Carol' como al oír esta canción que popularizó Paloma San Basilio en España hace ya varias décadas.


Pero un ensimismamiento osado, necesario, nada presuntuoso y bien medido por el director californiano Todd Haynes, capaz de llevar a la pantalla el pulcro guión de Phyllis Nagy, y quien a su vez ha logrado adaptar al cine una metódica novela de Patricia Highsmith. El film resultante exhibe la relación de dos mujeres muy diferentes a mediados del siglo XX y en Nueva York, un contexto muy poco favorable para el cariño sin remordimientos.


Una vendedora de 20 años, Therese Belivet (interpretada por Rooney Mara), trabaja en unos grandes almacenes y sueña con una vida más plena mientras en su camino se cruza Carol Aird (Cate Blanchett), una embaucadora mujer atrapada en un matrimonio adinerado aunque sin pizca de afecto. A medida que lo íntimo gana espacio a lo público, sus vidas empiezan a desmoronarse y mostrando a Carol cada vez más temerosa de perder complicidad con su hija, cuya custodia se pone rápido en juego en caso de una separación.


Y es que cuando su esposo Harge Aird (interpretado por Kyle Chandler) cuestiona su capacidad como madre, la narración adquiere un enfoque bastante directo; la moralidad, por acción u omisión, se convierte entonces en el punto de apoyo para que roten las dos tramas entrelazadas. Además, sucede con Harge confirmando la relación que sostenía Carol con su mejor amiga, Abby Gerhard (encarnada por Sarah Paulson).


La música de fondo, tan bien hilada por el compositor Carter Burwell (nominación al Óscar incluida), es el elemento idóneo para que Carol, Harge y Abby jueguen a ser mayores mientras Therese aún va madurando. Todo ello para un replanteamiento del estilo de vida que poseen ella o sus amigos de bares, en contraposición al conjunto de responsabilidades que tiene la Carol madre, la que a tiempo completo piensa en su hija; luego, ya a tiempo parcial, aparece la Carol mujer independiente y seductora que quiere alardear de sus sentimientos.


Tanto la primera Carol como la segunda son aderezadas por esa banda sonora de órdago; acompañamiento de piano para escenas nostálgicas y armonía de violines para momentos abruptos. Aunque siempre dejando claro que la composición musical no es otro personaje de la acción que se narra; la música es el marco donde tiene cabida esta singular pintura neoyorquina, cuyo óleo se utiliza en virtud de su fina adaptación literaria.


Los papeles cambiados de sitio

El reparto de actores es tan acertado como el estilo pausado que cada uno de ellos despliega, si bien destaca una Rooney Mara exquisita. No solo no desentona al lado de una Cate Blanchett que lo borda, sino que encima es el personaje de Mara el que va acaparando paulatinamente la atención del espectador. Resulta así algo raro que la nominación al Óscar de Blanchett sea para mejor actriz principal, pero que la de Mara sea a mejor actriz secundaria.

 

Puestos a nominar, la Academia de Cine estadounidense debería haber recompensado el trabajo de ambas en una única categoría. Pues el nexo creado entre Carol y Therese es tan fuerte que los dos personajes se funden en uno solo; la simbiosis es de tanta valía que el miedo más evidente es a la postre el más difícil de afrontar: que la personalidad de uno de los personajes absorba la personalidad del otro, sin margen de maniobra ni tiempo de reacción.
No ocurre por poco, porque los papeles parecen cambiados y porque el ímpetu de Blanchett sobrevive ante el rendimiento actoral de una Mara espléndida a la chita callando. Sus enormes ojos... que en realidad no son tan enormes; sus prominentes pómulos... que en realidad no son tan prominentes; o sus discretos pechos... que en realidad no son tan discretos. Rasgos físicos que se sincronizan a la perfección con el rol que interpreta.


El vestuario que cubre su sinuoso cuerpo, el de Blanchett y el del resto de actores es un homenaje a la elegancia por derecho propio. El diseño de la londinense Sandy Powell ha recibido críticas positivas desde que se presentó la película, allá por mayo de 2015, en el Festival de Cannes. No en vano, ha servido para que la triple ganadora del Óscar reciba este 2016 su undécima nominación a la más preciada de las estatuillas yanquis.


Tras ganarla por 'Shakespeare enamorado' en la gala de 1999, por 'El aviador' en 2005 y por 'La reina Victoria' en 2010, Powell busca su particular póquer gracias a un film que ha atesorado infinitas recomendaciones y múltiples elogios, a la par que seis nominaciones para unos Óscar que en cierto modo compensan su nula tajada en los Globos de Oro. Cero premios de cinco candidaturas, pero ahí sí con Blanchett y Mara compartiendo categoría. Sus amores son uno solo, pese a la adversidad de la época./Daniel Cabornero

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