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{CULTURA / EXPOSICIONES}

'Agorafobia' superada a través del tiempo

Carlos Rosales expone en 'Amós Salvador' dentro de Cultural Rioja

Al pasar el quicio de la puerta de la Sala Amós Salvador de Logroño te adentras en un juego temporal con tintes de miedo escénico. ‘Agorafobia’, el título de la exposición de Carlos Rosales, y el mural que muestra un cielo azul con nubes de paso sobre el que está impreso ya te previenen sobre esa sensación de tensión ante la exhibición pública que dice sentir el artista y del traqueteo del tiempo, que corre en paralelo entre la realidad y la ejecución de cada elemento que forman sus obras.


Carlos Rosales llena sin abrumar, de forma amable y apetecible, el espacio expositivo con una serie de dibujos, acrílicos, óleos, grafitos, instalaciones y vídeo proyecciones. Los ciclos temporales le interesan de forma especial. “Un tiempo de elaboración –dice-; de trabajo en paralelo a la realidad y a la naturaleza”.


Lo explica mejor, al detalle, al detenerse en sus creaciones. Por ejemplo, al analizar ‘100 pensamientos necesarios’, cien dibujos a lápiz sobre papel de una planta silvestre denominada viola tricolor y cuyas flores han sido hibridadas ancestralmente hasta conseguir todas las variedades de colores de los domésticos pensamientos. Carlos Rosales ha emprendido en esta obra el camino contrario de aquellos floricultores, que partiendo de una única planta de tres colores obtuvieron múltiples variedades cromáticas. El artista riojano ha tratado de encontrar la raíz que las une. De alguna manera, el tiempo se rebobina.


El viento aparece también en la relación de ideas que da sentido a ‘Agorafobia’. “El viento como aspecto activo y violento del aire”; apunta. El viento reflejado en los seis acrílicos ‘Desastre gris Payne’ como tornados en juego visual de telas aerografiadas y maquetas.

 

El tiempo, esta vez, visto desde la perspectiva de la pervivencia del conocimiento aparece reflejado en ‘Vasos comunicantes’ –cien fotografías sobre dibond y cien vasos con agua, junto a vídeo en bucle. Carlos Rosales habla aquí de “contener los conocimientos y las experiencias durante milenios con la posibilidad de compartirlas en un momento; eslabones únicos  formando una cadena ancestral e instantánea”. Quizá una idea que tiene continuidad en ‘Libros ensimismados’ –cien pares de libros levitando que sostienen figuras de personas en maqueta sobre ellos-, “los libros son contenedores de sabiduría planetarias –indica- y probablemente con más vigencia en el tiempo que la que puedan tener las personas”. El tiempo, siempre el tiempo.
Una relación temporal con el trabajo creativo que reaparece en ‘Caldo de cultivo’. Aquí, el artista juega con la vigencia de los restos de pintura de su paleta. “Pruebas de color que desecho –describe-; cantidades erróneas dentro de un trabajo que varía sobre la marcha; restos de un materia pictórico que no representa nada”. Carlos Rosales ha dado un segunda oportunidad –en el tiempo- a esos, en principio, retales cromáticos y los ha introducido en cápsulas de cultivo de laboratorio, quizá para descubrir su evolución.


Al dar continuidad al recorrido por la sala una pantalla te invita a adentrarte en ‘La noche iluminada’. “Un pequeño artificio visual que cambia la realidad”, dice. Un estímulo de luz en el que unas nubes a pleno día y en movimiento a merced del viento van desdibujándose y transformándose en nubes nocturnas. “Representar con trampas –explica- como sucede desde el principio de los días…y de las noches”.


La naturaleza, la realidad del día a día, y, por supuesto el tiempo, están representados en ‘El Viaje’. Un vídeo de trece minutos de duración que muestra el recorrido que cada día realiza Carlos Rosales desde Briñas, su lugar de residencia, hasta la ciudad, Logroño, donde también imparte clase. “Un elogio a la mirada –define- a un recorrido precioso que a fuerza de repetirlo se hace invisible y a través de este audiovisual pretendo recuperar su belleza. Una belleza diariamente desatendida”.


En Briñas tiene también Carlos Rosales su estudio. El lugar donde se siente seguro. En su estudio tiene la sensación –falsa pero reconfortante, dice- de controlarlo todo. Asegura que en su estudio crea “un universo paralelo a otro exterior que también parece real”. Es ahí donde decide dibujar y desdibujar a voluntad. Sacar ese microcosmos al exterior, a la plaza pública, genera una irracional tensión, “una ansiedad –asegura- que tan siquiera me atrevo a nombrar”. Es  ‘Agorafobia’ y lo dice el mural que sobre la fachada de la Sala Amós Salvador habla de la relación de las cosas con el paso del tiempo./Javi Muro

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