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{CULTURA / EXPOSICIONES}

El azar moldeado

La Sala Amós Salvaldor muestra la obra de Lucía Landaluce

Ruge Mistral, arrebatado, envolvente y seductor. El viento que sopla desde la costa hacía el interior del Mediterráneo cobra vida en el lienzo de Lucía Landaluce. Las líneas que describen el ‘Mistral’ retratado por la artista logroñesa cuentan leyendas sobre el aire de levante, capaz de limpiar el cielo en sus mejores días; experto -según desvelan por Menorca-, en arrebatar la voluntad de los visitantes, impidiéndoles abandonar la isla; instruido en producir la locura y, al mismo tiempo, el más certero sentido común.


‘Mistral’ se muestra vibrante y enérgico, vigilante desde el rincón en el que ha sido ubicado. Comparte exposición junto a una extraordinaria colección de pinturas de Lucía Landaluce, en el homenaje que la Sala Amós Salvador rinde a la artista, fallecida el pasado año. Un reconocimiento que, al igual que el viento de levante, envuelve, arrebata y seduce. Quizá, como explica el comisario de la exposición, Ignacio Gil-Díez, debido a la forma que Lucía tenía de entender su creatividad. “Trabajaba sobre una idea un tiempo –describe- y luego, una vez consideraba que era un camino concluido, tomaba otro concepto sobre el que buscar y crear. Es una obra vinculada a sus experiencias vitales”.


Lucía sospechaba que la pintura tenía vida propia. Hablaba del “azar, de la forma impredecible que corre y se desliza; el viento que le canta y se derrama o se evapora… El accidente feliz, la sorpresa, la tela que se vuelve y te invita o te castiga, y no coopera… y como si todo fuera aceptado ¡la respuesta correcta!, pero nunca demasiado...”.

No hay casualidad en la pintura de Lucía Landaluce. “Su obra ha sido azarosa –explica Gil-Díez- porque la artista quiso introducir el azar a partir de una intensa disciplina de trabajo”. Su obra se descubre en series de pinturas. Pintó siempre de forma seriada siendo el origen de sus series aquello que estaba en la realidad que le rodeaba. “Pienso –apunta el comisario de la muestra- que los estímulos pictóricos de Lucía provenían de su propia vida, aunque después, en el estudio, sufrieran una necesaria transformación en problemas plásticos a resolver”. De ese laborioso proceso creativo surge una obra rebosante de espontaneidad y expresividad, que invita adentrarse en los instantes que relata cada uno de sus cuadros.


Y es que, Ignacio Gil-Díez recuerda que hay quienes dividen el arte contemporáneo en constructivo y expresivo y si la catalogación se redujera a estos parámetros, “Lucía formaría parte de la segunda corriente, creatividad, búsqueda, emoción, pasión y experimentación”.

 

La pintura de Lucía Landaluce es el reflejo de una gran fuerza creativa, según sintetiza Gil-Díez. “El verdadero artista –resalta- es aquel que no se detiene con lo que alcanza y le satisface. La auténtica creatividad guarda en sí misma la incorporación constante de problemas nuevos”.
Destaca el catálogo de la exposición, el interés inicial de la artista por la fotografía, la escultura y, por supuesto, por la pintura. También, como Lucía entendía la pintura como un lenguaje que debía estar en constante renovación, “e incluso en diálogo con otras disciplinas artísticas”. La atracción que Lucía tuvo por el simbolismo de formas emblemáticas e iconos, por figuras y formas sobre fondos evanescentes, por el color, por la variación de la gama cromática, la alusión a la vegetación o la experimentación con materiales diversos, en cada una de sus etapas creativas”, resalta al recorrer la Sala Amós Salvaldor. “Lucía –recuerda el comisario-, jamás esperó a que nadie le dijera que una vía estaba agotada, para cuando llegaba ese momento ella ya la había abandonado”. Así lo expresaba la artista en un texto para su exposición Argenta: “La puerta entreabierta… buscando los límites, remotos nuevos. Siempre en tránsito de formas que se inventan a sí mismas en ansiedad permanente”.


Forma y color. El director general de Cultura, José Luis Pérez Pastor, habla -mientras recorre la exposición- de las formas más puramente expresivas del arte. “La obra de Lucía –dice- es una superación constante de las técnicas, son pinturas perfectamente ejecutadas y acabadas dentro de la elección estética de cada momento, desprende comunicación y espiritualidad”.


La madre de la artista mira orgullosa la muestra desde el centro de la Sala. “Amaba tanto su trabajo –recuerda-, quién la conocía verá en la exposición a Lucía”. Sensaciones y simbolismos envolventes y seductores. Ruge Mistral./Javi Muro

 

* Hasta el 6 de abri.

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