6575

{CULTURA / EXPOSICIONES}

Objetivos impregnados de la tierra

Santa Lucía de Ocón acoge a Rocandio, Lafuente, Guerra y Teresa Rodríguez en 'Arte en la Tierra'

Unos lápices, un cuaderno de dibujo y un libro por si la inspiración no surge. Marta ha oído que en Santa Lucía de Ocón, en La Rioja, todos los agostos desde hace ya doce años las musas se reúnen con los campos, los bosques y los senderos; también con la luz, la tierra y las gentes que habitan a lo largo del año la pequeña localidad del valle de Ocón. A Santa Lucía llegaron –las musas- invocadas por Félix Reyes y Rosa Castellot, la pareja de artistas que residen en la villa y que tomaron la iniciativa de crear un certamen que llamara a la creatividad desde la perspectiva del Land Art, del Arte en la Tierra.


Marta quiere contemplar de cerca esa conexión creativa que provocará la conexión entre los artistas convocados este año, la naturaleza, la tierra, y los vecinos de Santa Lucía, ”imprescindibles”, hables con quien hables. Marta está convencida de que observando cómo trabajan otros se aprende y se encuentran caminos interesantes a seguir. Más aún este año, cuando Félix Reyes y Rosa Castellot han decidido dar un salto adelante más en ‘Arte en la Tierra’ y arriesgar con el eje narrativo de la edición 2014. Desde ese objetivo, han invitado, por vez primera, a fotógrafos para que den rienda suelta a su imaginación. El desafío estaba lanzado desde el pasado mes de enero y Rafa Lafuente, Jesús Rocandio, Teresa Rodríguez y Félix Guerra recogieron el guante.


Con la libreta y el lápiz del número dos en la mano, Marta observa como Rafa Lafuente última el montaje de su obra. El fotógrafo ha indagado en la idea del ‘Recolector de Sombras’. Desde el momento que recibió la llamada de Félix y Rosa, Rafa comenzó a darle vueltas al reto planteado. Cogió el cuaderno que siempre le acompaña y recorrió los caminos y sendas que salen desde Santa Lucía y se internan por el valle de Ocón. Ahí, paseando y tomando apuntes, surgió el enlace entre la intención y el desarrollo; “quería ir al origen de la representación; es decir, a la sombra y, al mismo tiempo, me atraía la idea de no utilizar la cámara fotográfica para realizar las imágenes”.


Así ha sido, Lafuente ha trabajado mediante contactos. “He pintado, por decirlo de alguna manera, el papel sobre el que van las imágenes con una emulsión fotográfica y con esos papeles y un placa a modo de soporte he retomado el recorrido por los caminos que rodean el pueblo”. Para hacerse con cada uno de los detalles que componen las 48 imágenes que dan forma a la obra, Rafa se ha valido de una capa negra con la que se cubría mientras realizaba el encuadre y la composición, “después retiraba la tela que me proporcionaba la oscuridad y mantenía el papel con la emulsión fotográfica expuesto a la luz del sol para obtener la imagen”. El resultado es espectacular. “He aprendido mucho de las opciones que existen para tomar imágenes sin usar la cámara fotográfica. Recurrí a la tecnica más antigua y también a la más sencilla”. ¿El mayor obstáculo? “Las nubes que han acompañado al mes de julio, necesitaba mucha intensidad de luz y no todos los días la encontraba”.

 

Lafuente le ha dado continuidad a la idea de recolección que le llevó a iniciar su proyecto a través de la relación de la zona con los apicultores. “Hemos creado unas cajas a modo de colmenas –explica- que serán las que contengan las imágenes”. Unas imágenes que se muestran enmarcadas en varillas similares a esas de infinitos octógonos en las que habitualmente las abejas producen la miel. Las fotografías quedarán ordenadas dentro de las cajas-colmena y quién se acerque a descubrir el trabajo de Rafa podrá extraerlas para contemplarlas del mismo modo que los apicultores comprueban el estado de los panales.
Son cuatro colmenas situadas en el punto desde el que el fotógrafo ha iniciado cada día durante los últimos meses sus rutas por los caminos del valle y están orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. La primera de las imágenes de cada caja indica el norte, el sur, el este o el oeste, respectivamente. “Quería –reconoce- crear un mapa, generar unos recorridos”.


Desde el pueblo, la actividad creativa se divisa en el entorno de la ermita. El asfalto desciende hacia el pequeño templo dibujando formas y volúmenes sin orden aparente, como si la carretera también hubiera asumido que en Santa Lucía es posible descubrir arte a cada paso.


Teresa Rodríguez observa un mar de fotografías distribuidas sobre el terreno del pinar vecino a la ermita. Estudia detenidamente la mejor ubicación para cada una de ellas en el laberinto de troncos y arbustos que componen el espacio elegido. Al mismo tiempo, un equipo de colaboradores coloca cuidadosamente sobre los troncos las imágenes que tienen ya un rincón asignado. “Tengo –dice Teresa- a los mejores ayudantes”.


‘Bosques de exfotos’ es el título del proyecto artístico de la fotógrafa. Son cerca de 90 imágenes de diferente tamaño y enmarcación, con tonalidades también diversas. “Es un homenaje a la vista –describe-, estamos en Santa Lucía, que era la patrona de la vista, y es, por lo tanto, también un homenaje a la mirada, a los fotógrafos y a quienes observan las fotos que hacemos”.

 

Tras darles muchas vueltas, y decidida a abordar la idea del homenaje con eje central, Teresa comenzó a planearse cómo llevarlo a cabo. “He fotografiado los ojos de los vecinos de Santa Lucía y también los campos que rodean el pueblo para componer con ambos elementos imágenes que recuerdan a aquellos exvotos que se pintaban y se entregaban como ofrenda antiguamente cuando una persona, por ejemplo, sanaba de un enfermedad”.
En el ‘Bosque de exfotos’ puede contemplarse también un homenaje más familiar, más relacionado con personas más cercanas a la fotógrafa. “He utilizado fotos familiares antiguas y sobre ellas he creado montajes con ojos tomados de otras imágenes; son todo montajes que juegan con la idea de la mirada, como los ojos cíclopes que acompañan algunas de las representaciones”. Teresa Rodríguez apunta que se trata de fotografías concebidas para ser expuestas en el exterior. “Me gusta la idea de collage, de jugar con el ojo surrealista, con los objetos deslocalizados”.


A tan sólo unos metros, cruzando la carretera, un camino agrícola apunta hacia una estructura circular formada por fardos de paja que ha surgido en mitad de la era. Marta la ha dibujado desde la perspectiva que le ofrecía la mirada desde los soportales de la ermita. Ahora, mientras se acerca, comprueba que el círculo no es tal, que no es una circunferencia cerrada, sino dos semicircunferencias que no llegan a tocarse.


Allí, en el espacio a modo de puerta que forma la separación entre ambos volúmenes, Jesús Rocandio mira hacia la colina que se levanta levemente al fondo. “Cuando Félix y Rosa me propusieron participar en Arte en la Tierra –señala- comencé a reflexionar sobre el proyecto a realizar y como enlazar la fotografía, teniendo en cuenta que es un arte muy tecnológico, con la idea de Arte en la Tierra’”.  El director de la Casa de la Imagen de Logroño asegura que de inicio le resultaba “muy complejo conjugar el espíritu del Land Art con la fotografía; el apropiarse de los recursos que te suministra el terreno para crear una obra basada, precisamente, en lo natural desde la artificialidad tecnológica en la que se sustenta la fotografía”.


Sobre esa premisa, Rocandio apostó por relacionar la fotografía con el entorno dándole protagonismo al encuadre. “El encuadre –recuerda- es lo más importante; es la decisión de que metes y que dejas fuera de la fotografía. Es una decisión que a mí me cuesta mucho tomar”. Y desde ese convencimiento buscó una perspectiva de la zona que, “en principio, no tuviera nada especial, que no fuera una postal, que fuera una perspectiva humana”.

 

La elegida fue la colina que ahora contempla y que se sitúa en la vertiente este de Santa Lucía, coronada tan sólo por una pareja de árboles de copa redonda. “Fue la perspectiva elegida porque era un paisaje anodino que podía convertirse en algo maravilloso”. Para que el efecto se produjera, Jesús tenía claro que debía trabajar con una óptica normal en su cámara, “ya que son las que se basan en la visión humana".
El primer paso era elegir el encuadre y Rocandio apeló a definirlo de un modo natural, enmarcándolo sirviéndose de uno palos a modo de límites, “la máquina de encuadre”, bromea. Después, con el punto de visión como referencia levantó las dos semicircunferencias de paja y comenzó a fotografiar la colina. “Fueron veinticuatro horas continuadas de trabajo en las que tuve sol, lluvia, tormentas, cielos nublados, rayos de sol que se colaban al amanecer, un poco de todo lo que uno pueda imaginar, me sentí un hombre afortunado por la variedad de condiciones de luz y tonalidades que había podidos registrar a lo largo de un día completo”. Tanto es así, que ese es el título que Rocandio ha decido dar a su obra, ‘El hombre afortunado’.


Ahora, las dos semicircunferencias se han transformado en una sala de exposiciones a cielo abierto y de sus paredes cuelgan doce fotografías de la colina de 1,20x1,60 en diferentes momentos del día. Desde el centro de círculo un triangulo se abre hasta coincidir con la apertura que dejan las dos estracturas de paja, “señala el ángulo de encuadre”, mientras un sillón también de paja invita al visitante a sentarse y mirar a través del mismo objetivo natural empleado por el fotógrafo al ejecutar su obra.


Rocandio se muestra satisfecho porque cree que ha encontrado una de las posibles conexiones entre la fotografía y el arte en la tierra. “’El hombre afortunado’ juega también con la memoria, con esos momentos únicos que observamos y que sin la fotografía no podríamos volver a contemplar; juega al estar estructurada en círculo con el concepto del paso del tiempo, con la rotación de la tierra, con aquellos claustros que se construían aprovechando la entrada de la luz y que marcaban el paso del tiempo”.

 

Marta continúa su ruta por el museo al aire libre de Santa Lucía. Pregunta por el espacio ocupado por el cuarto de los artistas. “Sigue todo pino –le indican- hasta la herida que se ve entre los pinos y las dos parcelas”. Referencia certera. Félix Guerra al igual que sus compañeros retorció las ideas que le llegaban a la cabeza hasta encontrar el nexo que le satisfacía entre la fotografía y el concepto de arte en la tierra. Habitual del reportaje documental en su día a día, reconoce que “tanto en sus trabajos fotográficos como en los de vídeo busca a esos personajes con vidas que le resultan interesantes”. Ahí también encontró la solución ante el reto planteado por la invitación a participar en ‘Arte en la Tierra’.“Partí –explica- de la relación ‘Hombre-Tierra-Hombre, una relación recíproca que surge entre el campesino y la tierra; él moldea la tierra y la tierra le moldea a él, físicamente por al exposición al sol, al frío, a la lluvia o el viento, pero también moldea su carácter”.
Ese era el reportaje que Félix quería desarrollar. “Quería retratar -describe- esa reciprocidad entre hombre y tierra”. Así, que contactó con Floren, uno de los vecinos de Santa Lucía que desde la primera edición ha puesto cuerpo y alma para que ‘Arte en la Tierra’ salga adelante año tras año. “He seguido a Floren –recuerda Guerra- en las labores del campo, cuando metía horas en el taller haciendo labor de mecánico para reparar sus herramientas, o mientras cuidaba y atendía a los animales, y también en sus momentos de reposo, al concluir la jornada. Le he acompañado por todos los escenarios en los que deja huella”.


¿El resultado? Once secuencias de dos fotografías, que juntas componen el verdadero retrato del personaje. “Las fotografías se muestran sobre unas varillas metálicas ancladas en el terreno de la parcela agrícola de modo que obligan a quien las observa a inclinarse en dirección a la tierra –al igual que el campesino en su tarea-, para después levantar la vista al paísaje, tal y como hace el agricultor cada día”.


Félix recuerda que el proyecto ha sido un desafío creativo y que atravesó difíciles. “Veía que tomaba imágenes que se repetían, que reflejaban lo mismo unas y otras; tuve que parar retomar el camino que me había marcado, ir buscando el objetivo que me había planteado, que las secuencias fotográficas contaran cosas”.

 

Han sido meses de trabajo, en los que los fotógrafos ha descubierto que “se trata de colaborar con el espacio natural, no de enfrentarse con él porque es un pelea perdida… todo es pequeño en comparación”. Marta cierra el cuaderno que atesora algunos bocetos y unos cuantos consejos, siempre pequeños... en comparación./Javi Muro.


•    ‘Arte en la Tierra. Santa Lucía de Ocón’. Hasta finales de agosto.





Suscripción a la Newsletter Enviar