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{CULTURA / EXPOSICIONES}

Personajes rescatados a un tiempo eterno

La Sala Amós Salvador acoge la muestra del pintor Miguel Ángel Bedate

En la Grecia antigua tenían dos conceptos para definir el tiempo. Cuando se referían a la vida, al tiempo que falta para la muerte, mencionaban a Cronos, al que representaban como el dios que devora a sus hijos. Para los buenos momentos, para el momento afortunado, aludían a Kairos. El tiempo es, obviamente, protagonista esencial en la pintura de Miguel Ángel Bedate. No es sólo el título bajo al que ha reunido las obras que ahora acoge la Sala Amós Salvador de Logroño –‘Rescatar lo divino en el tiempo’-, sino el constante juego entre lo clásico y lo moderno que sale de sus pinceles, ya sea para aludir al arte antiguo desde un estilo propio y actual o para alterar la concepción temporal a través de pasadizos que conectan el pasado y el presente.


Los 39 lienzos y tres dibujos que dan forma a la muestra rezuman simbolismos y guiños ocultos. Los cuadros de Badate exigen detenerse a mirar y descubrir significados, a establecer conexiones entre los objetos y los personajes pintados y quien los observa. En esa pausa, surgirá el reloj –el Rolex- como elemento extraño entre cuadros que encuentran referencia e inspiración en el arte griego, en los gladiadores, en los paseos ecuestres, en Da Vinci y Miguel Ángel, en Durero, Domenico Ghirlandaio, Tiziano, Ingres, Van Gogh o la Escuela de Fontainebleau.


El reloj concede unidad narrativa a la exposición y, según apunta Jesús Sánchez Adalid en el prólogo del catálogo, “evoca al hombre moderno” y enlaza la belleza clásica con “la perfección material y tecnológica”. Los Rolex pintados junto a las invocaciones a la Historia del Arte –de alguna manera Badate para llamar al presente a los personajes clásicos- son el vínculo entre tiempos.

 

Así, la Venus de Milo surge misteriosa entre las ruinas de una cabaña sin cubierta y cuya sillería sitúa la escena en un paraje montañoso; Anfiario y Tideo –inspirados en el broce de los Guerreros de Riace- muestran en su muñeca derecha el Rolex mientras parecen dispuestos a la batalla; la recreación sobre el lienzo de un relieve de Afrodita añade una luminosa perla a la presencia del reloj, del mismo modo que asoman entre los paneles el rostro de Apolo o los cascos de los gladiadores.

Dice Sánchez Adalid que “lo que sabe el hombre, lo sabe por el conocimiento adquirido por el paso del tiempo, por la experiencia”. Quizá se refiere a la adquirida en mil batallas por los caballeros medievales cargados con armaduras sobre sus corceles y siempre con el reloj en la muñeca. Es la serie ‘Paseos ecuestres’ que Badate conecta con Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti. Ahí, la  Mona Lisa observa desde el ventanuco de una casa de piedra la llegada de la primavera, mientras ‘El David’ muestra su Rolex; estaciones y segundos. Saltos temporales que parecen abarcar diferentes dimensiones al observar ‘Pecado Original’ y ‘Baño en la Alberca’, obras inspiradas en las pinturas de Adán y Eva de Durero. Eva parece llegar caminando desde un espacio situado en otro tiempo hasta el estanque en el que se ya se refleja. “La montaña, el agua, las cascadas, los riachuelos –apunta el artista-, los cambios de luz entre la noche y el día me fascinan”.


Miguel Ángel Badate recrea mundos a los que invita a acercarse con detenimiento, universos en los que “el reloj aparece como símbolo que viene a explicar que el tiempo no existe en los momentos felices; es un estado de ánimo”.


Badate comenzó a pintar a los seis años y ha realizado a lo largo de su carrera cerca de 4.000 obras, repartidas en su mayoría por galerías de arte. Elige el tema que le atrae y estimula y comienza a definir la composición, la luz y el color. “Las pinceladas surgen en vertical y horizontal –describe- en incluso regresan a la paleta”. A través de las formas y los colores, Badate sugiere historias sobre personajes rescatados de la mitología, del espacio de lo divino. Sobrenaturales, cuando el tiempo se hace eterno./Javi Muro


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