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{CULTURA / EXPOSICIONES}

Seis mujeres, seis mundos propios y una rosa amarilla

Castellot, Teresa Rodríguez, Navas, Bermejo, Antonia Santolaya y Beceiro exponen en Amós Salvador

“Las obras que componen la exposición ‘Una rosa amarilla’ responden a una voluntad de crear mundos propios con los que las artistas –Rosa Castellot, Natividad Bermejo, Teresa Rodríguez, Antonia Santolaya, Blanca Navas y Marta Beceiro- trabajan desde sí mismas y no a través de la mirada del otro”. Así lo describe Susana Baldor, comisaria de la muestra, mientras invita a adentrarse en la sala y descubrir el trabajo de las seis autoras.


“… trabajar desde sí mismas y no a través de la mirada del otro –reitera-, es un hecho que responde a la gran reivindicación histórica de las mujeres: no tener que enfrentarse al mundo a través de unos modelos establecidos por otros; en particular, los modelos masculinos perpetuados tanto conceptualmente como técnicamente a lo largo de la historia”. Desde esa realidad, en ‘Una rosa amarilla’ “se ha excluido deliberadamente a los hombres”. Una forma de reivindicar cómo también en el arte la mujer ha encontrado mayores dificultades y menos oportunidades que los hombres.


“Son riojanas de nacimiento o de corazón –resaltó durante la apertura de la muestra la alcaldesa de Logroño, Cuca Gamarra-, han nacido aquí o desarrollado su carrera pegadas a nuestra tierra; en muchas ocasiones nos han hecho disfrutar con su trabajo pero hoy ese disfrute se multiplica al ser un recopilatorio de todas ellas, una reflexión en femenino en torno a un mismo tema: los valores estéticos y conceptuales del dibujo. Sin duda es una exposición de gran calidad y singularidad”.

 

Pero, aunque en 2017 aún sorprenda que sea preciso reivindicar el lugar de la mujer en el arte, que nadie piense que las obras que acoge la Sala Amós Salvador han sido seleccionadas por la condición única de que sus autoras son mujeres. El origen se encuentra en el interés que despiertan sus trabajos, que abordan técnicas que transitan entre el dibujo, vídeo-creación, fotografía, performance y la escultura. “El arte –recuerda Baldor- es el contexto idóneo para componer unos relatos sobre los que reescribir la propia realidad”. Es ahí donde cobra sentido la obra de Rosa Castellot, Natividad Bermejo, Teresa Rodríguez, Antonia Santolaya, Blanca Navas y Marta Beceiro. “Sus trabajos –detalla la comisaria- no son una descripción de lo real, a pesar de su formal realismo, sino que constituyen un mundo en sí mismos y el propio de cada una de ellas”.

Rosa Castellot observa el mural que forman sus cuadros y apunta que “se trata de paisajes, como siempre. Trato de transmitir lo que veo”. Y es que el proceso creativo de Rosa consiste en realizar observaciones de la naturaleza que posteriormente plasma en sus dibujos. Destaca Susana Baldor que en los paísajes que forman parte de ‘Una rosa amarilla’ se percibe “la atención y el detenimiento con que la artista estudia la naturaleza que le rodea. Intuimos que su interés radica en llegar a comprender esa naturaleza que cada día pasea. El origen de sus obras procede de lugares geográficos perfectamente localizados sobre los que aporta su propia mirada y que radian serena tranquilidad”. A lo largo de su carrera, Rosa Castellot no ha dejado de reivindicar el dibujo. “Últimamente –asiente- el dibujo es valorado en sí mismo y no como un trabajo previo”.

Frente a los dibujos de Rosa Castellot, en la pared opuesta de la sala, surge la obra de Natividad Bermejo. Frente a los blancos predominantes de la primera, el color negro protagonista de la segunda. Una ausencia de cromatismo característica en toda su obra. “Un negro de grafito duro, frío en ocasiones, que parece estar allí por derecho propio: posiblemente esto obedezca a que los motivos nada complacientes que aparecen en sus obras así lo requieran”. Las obras de Bermejo que muestra ‘Una rosa amarilla’ forman parte de su serie ‘Big Bang’. “Deducimos –indica Baldor- una clara voluntad política, como si nuestra artista reaccionase ante la adversidad, en referencia a conocidos acontecimientos bélicos recientes, a través de la creación”.

En cambio, en la obra de Teresa Rodríguez la luz lo impregna todo. Comparte la comisaria de la exposición la definición que hace la artista Uta Barth. “Para mí la definición más literal de fotografía es eso, dibujar con líneas de luz”. En la serie de imágenes que forman la propuesta de la fotógrafa logroñesa se plantea un juego. “La desbordante luz de las fotografías no es suficiente para poder recrearnos en la contemplación de la escena completa, ya que la artista oculta intencionadamente el lugar donde han sido tomadas sus instantáneas. Solo conseguimos ver algunos detalles que dibujan formas, sombras y líneas. En ellas desaparece casi por completo cualquier aspecto narrativo que pudiéramos exigirle a la fotografía, dejando a la vista únicamente los colores y las texturas”. No hay relato ni acontecimiento. “He buscado –explica la fotógrafa- lo oculto que hay en mis imágenes; los detalles ocultos dentro de los momento vividos”.

  Al observar la obra de Antonia Santolaya sucede lo contrario, la narración es el elemento fundamental de su trabajo. “A pesar de moverse en el mundo de la ilustración, sus trabajos no son una simple traducción visual de las palabras. Las imágenes tienen un carácter narrativo por sí mismas y en absoluto vienen precedidas por la historia que pudiera haberlas provocado. Pueden ser mostradas de forma aislada y mantener un valor propio y no sólo como parte de un conjunto”. Resalta la artista que en ‘Un rosa amarilla’ pueden contemplarse sus trabajos “más libres, ya que dentro de sus proyectos editoriales no existe tanta libertad”.

La línea es un elemento fundamental en la obra de Blanca Navas. ‘En Paseo para ser’, “esa línea se dibuja en el suelo debido al deambular por el espacio de la galería”. Apunta Susana Baldor a un cambio en los factores que definen el trabajo de la artista riojana. Una alteración para la que encuentra diferentes motivaciones, “quizá la rebeldía plástica o quizá un afán explorador de nuevas formas de trabajar”. Las piezas que ha modelado para la exposición y que usa como elemento de su performance no contienen imagen alguna. “El dibujo se produce sin trazo, apareciendo en los espacios que forman las concavidades y los pliegues del papel. Es la luz la que dibuja en ese blanco inmaculado”.
A penas hay espacio para el blanco en los dibujos, las ilustraciones y la pintura de Marta Beceiro. La artista logroñesa crea “una comunidad imaginada en la que los personajes habitualmente se desdoblan sobre sí mismos, en un fondo algo esquizoide con violentos contrastes de color, que nos recuerda a un cierto primitivismo barroco”. Beceiro parece haber creado la iconografía de una cultura propia. Ella habla de monstruos y personajes que nacen de su imaginación. Criaturas monstruosas que no siempre tienen porqué ser terroríficas. “Algunas –describe- son amigables. La obra que expongo en ‘Una rosa amarilla’ tiene que ver con lo que me ha llamado y apetecido dibujar en esta última temporada”.


¿Y la rosa amarilla? Ahí surge Borges y su cuento ‘El Hacedor’ y la idea de que el arte es una cosa agregada al mundo y no un reflejo de él y que así se le reveló al poeta Giambattista Marino al ver como una mujer colocaba en una copa una rosa amarilla. Si has aceptado la invitación a adentrarte en una las obras que componen ‘Una rosa amarilla’ habrás visitado las propias habitaciones de las artistas, sus mundos propios, y “allí es donde se experimentan nuevas relaciones y significados, donde se produce un encuentro al no hay que oponer resistencia alguna”./Javi Muro

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