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{CULTURA / EXPOSICIONES}

Y los pinceles capturan la tierra inabarcable

La Galería Aguado de Logroño acoge la exposición de pintura 'La Rioja Inabarcable'

Sentir el terruño es condición indispensable para formar parte de ‘La Rioja Inabarcable’. Al menos, así lo entiende Alberto Pizarro en el prólogo del cuidado y detallado catálogo -con vida propia como como libro de arte- de la exposición que ahora acoge la Galería Aguado de Logroño. “Paisajistas -dice- en cuya obra puede encontrarse, en distinto grado, la presencia de lo abstracto en lo figurativo, única forma de representación icónica que podemos llamar pintura”. Ahí surgen los nombres de Juan José Ortega Izquierdo, Andrés Gil Imaz, José Urisar, Carmelo Gracia Aguado, Carlos Estecha León, Eduardo J. Ortún, Francisco Javier Garrido, Luis Xubero, Santiago Urizarna, Fernando Nievas, Carlos López Garrido, Taquio Uzqueda, Toño Vega, Arancha Lanchares, José Ignacio Casis, José María Lema, Juan Luis López Marín, Amelia Lanza, José Ignacio Amelivia, María José Sáenz de Pipaón, Manuel Romero, Óscar Llano, José Antonio Aguado, Teresa Nájera, Arturo Melero y Alejandro Narvaiza. Son los 26 artistas que muestran sus obras en ‘La Rioja Inabarcable’, la exposición y el libro. 

 

El propio Pizarro junto a Taquio Uzqueda, con la colaboración editorial de Javier Pascual, aparecen como impulsores de la reunión artística. “Cuando el paisaje es objeto de una pintura -justifica el prologuista- ha mediado en el artista un encantamiento previo, un sacudimiento de su sensibilidad. Después llegarán las horas en que se dedicará a hacerlo suyo, bien disimulando los defectos que la realidad ofrece, bien mejorando lo de por sí bello, bien jugando a Dios, recreándolo de nuevo”. Para Pizarro las obras que integran ‘La Rioja inabarcable’ surgen del hipnotismo que provocan los paisajes “que son la hermosa imagen de la zona en qué vivimos y en los que podemos insertarnos en poco tiempo o contemplarlos sólo en su representación artística”. Y es que, tal y como apunta en el texto inicial del catálogo, “sí, como suele pensarse, las cosas no son como son, sino como las recordamos, este libro encandilará nuestra evocación. Hay paisajes para ser pintados, también para hacer literatura y, la mayoría, para ambas formas de representación. Los artistas reunidos en ‘La Rioja Inabarcable’ han abordado de ambas maneras sus paisajes más queridos. La originalidad de este proyecto radica en que todos los que figuran en él muestran lo que da de sí su pincel y dónde llega su pluma, permitiendo que uno adquiera vocación de la otra, que el lenguaje muestre su capacidad de pintar”.

Viñedos -el invierno y le verano-; Haro y su condición de capital del ‘Rioja’, La Sonsierra -San Vicente, El Ebro y la Sierra de Cantabria-, la vendimia -los vendimiadores, el sol, el sudor, el esfuerzo, rojos y ocres-, el vino -la inspiración, el buen comer, manjares-, el paisaje rural -la perfecta geometría de los campos y las tierras de cultivo-, el paisaje urbano -Calahorra y los parques-, los ríos -el agua, desembocadura y entrelazos, hiperrealidad-, los Sotos del Ebro -matices de agua y cielos comprometidos-, la huerta -el tío ‘Cojeyvete’ y el espantapájaros-, la ciudad -el tren, el laberinto de vías, y las calles difuminadas-, Logroño -el Casco Antiguo y el recuerdo-, Logroño, otra mirada, -la luz y sol de la tarde-, los pueblos -el Camino de Santiago y la Historia-, los Cameros -una nueva realidad y el multicolor-, la Sierra de la Demanda -el invierno, el bosque, la vida en la montaña-, los puentes -espíritu de unión, la palabra-, la nieve -la niebla y  la luz, las cimas y el camino-, las peñas y los cañones -la imaginación vuela efervescente-, la sierra -y al fonda el valle-, la diversidad del paisaje -ermitas y el paraíso terrenal en la tierra-, los monasterios y la inmensidad, los castillos y las leyendas, las tradiciones y la cultura popular, los personajes que fueron -de Quintiliano a Villlegas-, 26 miradas para abarcar una región. 26 puntos de vista únicos y originales para describir La Rioja, su Rioja, la que viven y han vivido.

 

Artistas que, como José Uriszar, hablan del “idilio con los paisajes del vino” que entiende como una emoción y una necesidad de ida y vuelta. Obras que surgen del recuerdo de las conversaciones con el abuelo como apunta en el libro Eduardo J. Ortún. “Cuando mi bisabuelo Alejandro quería pasear me decía ‘vamos a echar piedras a rodas’ e íbamos hasta el molino de Nino”. Otros, como Fernando Nievas alude a los amaneceres de otoño desde el monte Yerga, “gozando de un mar de viñedos; son mis paisajes del alma”; y algunos, como es el caso de Carmelo García van más allá de la búsqueda de la belleza: “Más que transmitir una amable, pretendo mover conciencias y reflejar la realidad social que me rodea”. La reflexión y la introspección participan también de la pintura de Carlos López Garrido. “Al contemplar la vista de Logroño desde el monte Cantabria -apunta- siento la grandeza de la naturaleza frente a la insignificancia del ser humano”. 

En cambio, si el objeto de inspiración es la sencillez, lo cotidiano en lo que no reparamos en el día a día, Toño Vega aparece como protagonistas. A través de su obra otorga grandeza a lo natural. “Me encuentro -cuenta- con el sol más último en una pared de Logroño y me pregunto por qué esa luz hermosa y evocadora me causa esa sensación de plenitud y de nostalgia”.  Como recuerda Arturo Melero en ‘La Rioja Inabarcable’, son obras de arte, desde miradas diferentes, realizadas con técnicas diversas, que son “símbolos que ayudan a fortalecer el sentimiento de pertenencia a una comunidad y el resurgir de unas emociones ligadas a la identidad colectiva”. El arte y la evocación de lo inabarcable./Javi Muro.

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