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{CULTURA / FOTOGRAFíA}

El fotógrafo y el perfeccionismo de dejar hablar a la cámara

La Sala de Exposiciones del Ayuntamiento acoge las fotografías del López Osés en Obras Cotidianas

Apunta el catálogo de la exposición que a Antonio López Osés se le ha encasillado en la fotografía de costumbres populares, “de marcado carácter etnográfico” y observando su archivo se constata que hay una parte importante dedicada a estos aspectos, pero mirando con detalle se descubre que hay otro López Osés más personal que abandona lo local para recrearse en la pura fotografía.


Antonio López Osés (Logroño 1928-1999) se ubica en el contexto fotográfico nacional en el que se crean y desarrollan las agrupaciones fotográficas de aficionados, que tienen en los años cincuenta del siglo XX su primera época de pujanza. En esos tiempos, Osés destaca por su labor de promoción de la recientemente fundada Asociación Fotográfica de La Rioja, en la que ocupa diferentes cargos. “López Osés puede ser considerado como un autodidacta, que recopilaba cuanta información caía en sus manos. Los primeros años cincuenta son los de la fase de aprendizaje y exploración de un estilo, que pronto se decantaría por la estética de corte clásico, enmarcada en el formato cuadrado de su Rolleiflex, tan empleado en la época”.


Destaca el comisario de la muestra ‘Antonio López. Obras Cotidianas’, incluida en la colección Fotógrafos de Logroño, Jesús Rocandio, que “en Antonio se dan citan tres López Osés, o mejor dicho, tres caminos en los que desarrolla su obra fotográfica. Uno en el que se dedica a la fotografía, diríamos más profesional, volcada a los incipientes bancos de imágenes para dar servicio a las editoriales que necesitaban imágenes de calidad de la nueva España”. En este apartado, López Osés recompone en varias ocasiones su archivo, que se inicia en blanco y negro y que tendrá que cambiar por el color con la aparición masiva de los libros ilustrados en offset.

 

El fotógrafo logroñés trabaja durante años para las principales editoriales siendo el nombre de referencia cuando había que abordar un tema sobre La Rioja. Everest, Anaya, Salvat, ministerios de turismo o agricultura, diputaciones provinciales, ayuntamientos, componían la clientela del archivo de López Osés, que no cesaba de incrementarse año tras año. “De una manera casi obsesiva, fotografía una y otra vez los mismos lugares en diferentes estaciones, horas o condiciones climáticas. Estudiando su archivo nos podemos encontrar con cien imágenes de las irónicas peñas de Islallana y Viguera, tomadas en blanco y negro, en color, desde los cuatro puntos cardinales, en diferentes altitudes y en diferentes épocas del año. Esto habla de la infatigable labor del documentalista insatisfecho, que siempre espera que la próxima será la definitiva, la que resuma toda la esencia de ese pedazo de mundo”.
En otros trabajos de documentación desarrolla un método perfectamente estructurado, en el que disecciona tipológicamente los temas en forma de amplios repertorios fotográficos. Cuando acomete la agricultura, fotografía el árbol, sus fases de desarrollo, de maduración y la fruta final. “Cuando tenemos la suerte de ver el compendio, entendemos esa labor escrutadora, prácticamente científica. Vistas en conjunto, estas imágenes sobrepasan lo anecdótico para convertirse en una bella tesis sobre los árboles y sus frutos”.


Consecuencia de esta manera de entender la fotografía es la dimensión de su archivo, y otro de sus aprovechamientos: la fotografía mural. En la céntrica plaza de Martínez Zaporta se encontraba el comercio Artosés en el que se podían encontrar magníficos objetos de decoración, así como un impresionante archivo en el que elegir la fotografía del pueblo de uno, o el paisaje anónimo con el que cubrir una pared de casa o de un portal. Hubo una época en la que por los portales de las casa de vecinos de Logroño, se podía asistir a una exposición improvisada de paisajes o arquitectura de La Rioja, una exposición de Antonio López Osés. De esta manera la fotografía cierra el ciclo autor-espectador, ocupando uno de sus lugares de privilegio: el disfrute y uso de las imágenes originales por las gentes.

 

El segundo Osés centra la mirada en los concursos, habituales desde la década de 1960. Los concursos eran el espejo de las sociedades y agrupaciones fotográficas que tenían su medio de difusión en la revista Arte Fotográfico, que daba cumplido y extenso espacio a esta manera de entender la fotografía. “No había concurso en España en el que el nombre de Osés no estuviera entre los finalistas, y pocos que no hubiera ganado. Para los concursos había que saber de fotografía, por una parte, pero lo más importante era saber quién componía el jurado y a qué agrupación se mandaban las fotografías”. En Andalucía había unos gustos y en Asturias otros bien diferentes. De esa forma era necesario este conocimiento si uno quería rentabilizar la inversión en papel y soportes, ambos caros y escasos en esa época. "El concurso escondía estas triquiñuelas y nunca era representativo de la obra de un fotógrafo de la talla de Osés, que basaba su trabajo en el conjunto más que en la individualidad, pero esta era una fuente de ingresos que, además de alimentar el bolsillo, lo hacía con el ego". López Osés también utilizaba sus imágenes para concursos turísticos como base para carteles. De esta manera ganó en cuatro ocasiones el concurso de las fiestas de la vendimia riojana. “Este es el Osés menos reseñable, ya que sus fotografías son como fuegos artificiales: muy vistosas, artificiosas, y al gusto del público”.

El tercer Osés, el bueno, el cargado de humanidad y de reflexiva opinión, es curiosamente el más desconocido, por lo que nos hemos centrado en esta faceta de su obra para la realización de la exposición y del libro que la acompaña. Ese es López Osés que tratamos de desvelar, con una mirada a la altura de los grandes del momento, con esa distancia que le caracterizará en este tipo de imágenes. Por supuesto que hemos entresacado una pequeña parte para una cuidada selección de fotografías de carácter etnográfico regional, tratando de mostrar aquellas que permanecen inéditas”.


Resalta el catálogo de la muestra que “el resultado de su merodeo fotográfico, es como el de los grandes; una mezcla de saber situarse, de respeto hacia lo que fotografía, y a quien fotografía. López Osés no es de los que roba el alma, la transmigra a la posteridad, dando distancia a sus protagonistas y confiriéndoles el carácter de pieza clave en la composición de su imagen. Es un fotógrafo de personas que habitan con orgullo un entorno y un encuadre”.


El respeto y la distancia surgen como claves en su trabajo, ya sea en sus fotografías más personales como en los meramente profesionales para turismo o patrimonio. “Si algo se puede decir de Antonio López Osés es que nunca fue retórico, como los que pretenden ser artistas, y sin serlo, Antonio fue un espléndido fotógrafo que escribe con imágenes relatos de la marginalidad que habita los límites de la ciudad, de una niñez inexistente para unos y cercana a una pelota de fabricación casera para otros. Con distancia asombrosa sitúa lo humano en una pequeña escala frente al mundo, ya sea natural o urbano. Imágenes que nos hacen preguntas sobre el género humano, extrapolado al inicio de la vida -la niñez- y al final -la vejez-. Niños y viejos tomados como recorrido vital, son el eje de su discurso silencioso y pausado, reflejo de un hombre tranquilo, callado, observador y solitario. Si están atentos a las fotografías lo verán transitar por ellas”. Teo Martínez, otro de los grandes fotógrafos logroñeses, solía salir con Antonio a fotografiar y hace una descripción de su amigo Antonio como “hombre perfeccionista, amante de la composición cuadrada y, sobre todo, reflexivo y callado, muy callado”./SPOONFUL













 


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