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{CULTURA / FOTOGRAFíA}

Schommer, la fotografía y mostrar el mundo tal y como es

El centro Tabakalera de San Sebastián muestra la obra del primer fotógrafo en exponer en el Prado

Todo el trabajo de Alberto Schommer destila una poderosa personalidad y una constante voluntad de ruptura formal que le llevó a explorar todo tipo de territorios estéticos. Fallecido en 2015 en su casa de San Sebastián, ahora una retrospectiva permite recorrer su obra fotográfica en el centro Tabakalera de la capital guipuzcoana. ‘Alberto Schommer…hacia la modernidad’, que permanecerá abierta hasta el 19 de marzo, acoge 87 imágenes de quien es considerado, tal y como apunta el catálogo de la muestra, “un artista genial y el padre de la fotografía moderna en España y Europa”.


Alberto Schommer nació en Vitoria-Gasteiz en 1928. Hijo del fotógrafo alemán Alberto Schommer Koch y de la vitoriana Rosario García, comenzó su carrera artística como pintor., aunque trabajaba también en el estudio de su padre. La mayoría de las obras que muestra ‘Alberto Schommer…hacia la modernidad’ pertenecen a la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao, como parte de la donación que realizó Alberto Schommer al museo tras la exposición Alberto Schommer. Retrospectiva1945-2009’, presentada en 2016. La exposición del centro Tabakalera de San Sebastión se complementa con obras “no tan conocidas pertenecientes a la Fundación Schommer, según la selección realizada por Nicolás Casla, sobrino del fotógrafo”.


"La obra de Schommer, es toda una vida –describe Vicente Verdú-, toda la vida que él ha entregado al arte por supuesto, pero también adicional. Con sus fotos Schommer ha producido una segunda colectividad humana, con sus ciudades sus parques, sus bailes, sus gobernantes, sus obispos, sus niños y sus fantasmas. Un universo, en fin, que siempre quedara como el testimonio de un artista, que al trabajar confería a su obra incontables dosis de amor y de poesía e interminables maneras de verla y contarla”.


En 1952 Alberto Schommer viaja a Hamburgo a estudiar fotografía. “Sigue pintando y viajando por Europa visitando museos y  su mente inquieta y consciente de que la fotografía era la técnica con la que quería contar la realidad, hicieron que abandonara definitivamente la pintura, para dedicarse de lleno a la fotografía”.


En 1960, tras cruzarse en su vida el director de la agencia Publicis, una de las mayores empresas francesas de publicidad, viajó a París. Conoció a los grandes fotógrafos parisinos y fue contratado por Cristóbal Balenciaga como fotógrafo oficial de la Casa. “De nuevo en casa, durante un tiempo fotografiará a todas las personalidades que pasaron por Vitoria. Trata de aportar una mirada diferente al clásico mundo del retrato. También trabajó haciendo fotografías industriales para conocidos arquitectos”.


Seis años después, se instala en Madrid y su éxito es tan grande que tiene que cambiar su estudio en la calle Ferraz por otro más grande con plató para poder realizar anuncios. Trabajó para ABC y El País y fue el fotógrafo oficial del rey Juan Carlos, con quien dio la vuelta al mundo en sus múltiples viajes.


1989 supone un punto de inflexión en su carrera, deja el mundo del retrato en lo más alto, y vuelve a echarse a la calle con cámaras de pequeño formato como en sus primeros años. En 1996 ingresó en la Real Academia de San Fernando, con el discurso titulado: “Elogio de la fotografía”, en el que señaló que “la fotografía es el modo de enseñar el mundo tal y como es”.

 

Las fotografías que conforman la exposición están reunidas en series y se han dividido en tres grandes ámbitos. Por la lado, la denominada ‘Primera época’, que comprende la década de 1950 a 1960. En Vitoria, su ciudad natal, sus primeras imágenes, como un ejercicio de afirmación de autor. “Son cuidadas composiciones con una gramática personal, alejadas del reinante pictoralismo tardío”. Schommer entra en el colectivo AFAL, un grupo de fotógrafos con los que comparte sus renovadoras inquietudes y realiza sus primeras exposiciones dentro y fuera del país. “Continúa explorando nuevas soluciones formales emparentadas con la fotografía subjetiva alemana, que transparentan la influencia de la estética neorrealista del cine italiano o los ensayos de carácter humanista de las grandes revistas ilustradas internacionales”.  Ya en Madrid frecuenta el colectivo ZAJ, fotografiando su estética musical y conforma el grupo Orain, de manos de su amigo Jorge Oteiza, junto al Gaur de Gipuzkoa, al Emen de Bizkaia y al Danok de Navarra, propiciando una renovación a la plástica vasca de vanguardia.
En la serie de Máscaras iniciada en 1985, Schommer se codeó con cuadros de los maestros Velázquez o Goya en el Museo del Prado. “Mediante una sola luz cenital y de una manera casual, surgió esta serie de rostros, en los que el paso del tiempo, convierte la arruga de los protagonistas en metafóricos paisajes de su biografía, guardando una similitud conceptual con los paisajes negros”.


Alberto Schommer escapa de la mera transcripción de la realidad y acumula trabajos que se instalan en los límites fotográficos sirviéndose de todo tipo de técnicas y soportes ligadas a la experimentación formal. “Buena muestra de ello son sus Retratos psicológicos –detalla el catálogo- publicados en el dominical del periódico ABC, en 1972. Con el estilo barroco de sus retratos, cercanos a una estética surrealista, consiguió escenificar el poder, la economía y la cultura de la sociedad española, entre 1970 y 1980, para posteriormente y a través del diario El País, llegar a ser una crónica visual de la transición”.


Schommer da rienda suelta a su imaginación y consigue dar vida a metacrilatos de color, vidrios, espejos rotos, cables de acero, hasta alcanzar esta serie de bodegones contemporáneos en una especie de "fotopintura”, que recuerda a sus primeros óleos. “Otra casualidad le llevó en 1973 a sus primeras cascografias, mediante el craquelado previo del papel fotográfico. Posteriormente evolucionarían hacia esculturas fotográficas, añadiéndole una tercera dimensión física, conceptual y atemporal, semejante a las texturas resultantes al deterioro de las esculturas clásicas”.


En 2013 Schommer recibió el Premio Nacional de Fotografía. Uno de los aspectos que más valoró el jurado para concederle el premio fue su carácter innovador. El año siguiente, en palabras del propio fotógrafo fue “un año de soledad y de éxito”. Falleció su mujer y, al mismo tiempo, se convirtió en el primer fotógrafo en exponer en el Museo del Prado.


Alberto Schommer murió en su casa donostiarra en septiembre de 2015. Dejó un legado de más de sesenta libros en los que se recogen sus famosas series de fotografías./Javi Muro


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