1876

{CULTURA / LIBROS}

'Los orígenes del español', una visión crítica, nuevos planteamientos y fuentes

Intervención de Claudio García Turza en la presentación del curso

"Comienzo afirmando que, a pesar del esfuerzo loable y evidente de nuestra región desde los años de la celebración del Milenario de la Lengua hasta hoy, pasando por los que supuso la consecución de la Declaración del Monasterio de San Millán como patrimonio de la Humanidad, los conocimientos sobre los orígenes remotos ypróximos del español son, en general, en los distintos ámbitos sociales, bastante deficientes o muy deficientes, anclados aún en la mentalidad, metodología y nomenclatura de los 'Orígenes del Español' de don Ramón Menéndez Pidal, año 1926. Especialmente en aquellas personas que por su profesión tienen la responsabilidad de formar directa o indirectamente a otras. Es el caso, muchas veces, de los profesionales de la política, medios de comunicación, docencia e información turística. Sin excluir bastantes casos, sorprendentes, en el ámbito de la enseñanza universitaria y académica.


En realidad, tras muchos años de estudio, de investigación, solo hemos conseguido entre nuestras gentes desmontar la creencia de que Suso es el origen del español a favor de otra más atenuada y certera: es el origen del español escrito. (Recuérdese que en nuestro Estatuto de Autonomía, se determina, entre las competencias de La Rioja, la "investigación científica y técnica, en coordinación con la general del Estado, prestando especial atención a la lengua castellana por ser originaria de L a Rioja y constituir parte esencial de su cultura"). También se ha logrado en el campo de la creación literaria un alto rendimiento estético, a partir de los recursos metafóricos que ofrece el empleo asiduo de figuras como 'la cuna del español', 'el primer vagido de nuestra lengua', 'la tierra en donde se engendró el idioma', 'el lugar que amamantó al español', 'la glosa 89, el indeciso botón de la rosa de Castilla', etc.

 

Pero es necesario advertir que la eficacia de todas estas imágenes se fundamenta, a mi juicio, en el grave error, error ontológico, ontológico de considerar a las lenguas naturales como seres, organismos vivos, que nacen (¡qué éxito ha disfrutado la metáfora del nacimiento de la lengua!), crecen, se multiplican y mueren. Una lengua particular, en sentido estricto, no nace; en rigor, ni siquiera cambia. Son únicamente los usufructuarios los que la adaptan, modifican, fomentan o destruyen al dejar de utilizarla. Son los hombres los que cambian de lengua. Una lengua particular, en rigor, no tiene un en sí. Como toda la compleja y admirable dimensión humana de lo lingüístico, su estatuto interno es, ante todo, inseparable de los variados, y perfectamente jerarquizados, actos cognoscitivos intelectuales, tanto de los operativos (la lengua concreta, la lengua en el hablar) como, sobre todo, de los habituales (la lengua abstracta o el modo del conocimiento lingüístico habitual que llamamos lenguaje).

 

La equiparación sistemática de las lenguas con los seres vivos o biologización generalizada de lo lingüístico, unida a la consideración de la historia de un idioma como paralela al proceso de adquisición del lenguaje por el niño y reforzada, eficazmente, por la frecuentísima referencia a los más antiguos testimonios del romance con las figuras mencionadas de primeros vagidos o balbuceos de nuestra lengua, entorpece y distorsiona, a mi entender, en las mentes de los usuarios, de los creadores y de los lingüistas el conocimiento cabal de su estatuto ontológico. Y entre las secuelas negativas que derivan de esta desajustada concepción, se da una -no la más grave, desde luego- extraordinariamente extendida (aquí habría que incluir no pocos afectados en el mundo intelectual más aplaudido), consistente en creer que las lenguas en sus épocas primitivas, en sus estadios conocidos más arcaicos tienen que ser débiles, inhábiles, vacilantes, torpes, fragmentarias, imperfectas, mediolenguas. Nada más lejos, claro está, de la realidad. Como advertía con agudeza poco común el mismo Alarcos, tan adulta era la lengua que hablaban los subditos de Fernán González o los de Sancho el Mayor como los de su majestad cesárea Carlos V. Los unos y los otros se entendían perfectamente entre sí, aunque los universos de preocupaciones de los siglos X y X I y del siglo X V I fuesen distintos. Pretender que los romances primitivos eran lenguas todavía incipientes, Asin hacer, deduciéndolo de los restos fragmentarios e inhábiles que han llegado a nosotros, sería tan absurdo como inferir de los materiales machacados de una excavación arqueológica que los hombres de aquella cultura antigua se habían servido exclusivamente de vasijas desportilladas.

 

En fin, como consecuencia de esta errónea concepción de la dimensión de lo lingüístico, querríamos el acta notarial del 'nacimiento' de nuestra lengua, siendo así que el esfuerzo por descubrir tal confirmación objetiva, en el tiempo y, para el español, también en el espacio territorial, es evidentemente baldío. Fijar un límite absoluto y preciso entre el modo de hablar a la latina y el modo de hablar a lo romance es esencialmente arbitrario. En la historia de una lengua es imposible la percepción objetiva de su alumbramiento.

 

Por otra parte, los especialistas -lo aclararemos durante el curso- nos hemos centrado fundamentalmente en la aportación de nuevas fuentes (ediciones imprescindibles) para el estudio de las lenguas romances y del español en la primera fase de su historia, y en la explicación sociolingüística de esa rica, pero compleja, documentación primitiva. Mientras tanto, hay que reconocerlo, la mayoría de los códices visigóticos valiosos (incluido el texto base del Em 60 y el de las mismas Glosas Emilianenses) siguen sin una asignación de fecha y lugar de copia. Y ya nadie recuerda la importancia de plantearse si hubo realmente un monasterio de San Millán con vida cenobítica o, más bien, se daba todavía en ese momento de esplendor cultural (siglos X y XI) el viejo monacato anacorético.


Quiero con esto decir que quedan muchas cosas, importantes coas, por hacer. Queridos amigos, el vino y la lengua son, institucionalmente, las señas de identidad de La Rioja. Pues bien, con esta actividad, con el curso 'Los orígenes del español', pretendemos contribuir al fortalecimiento, a un fortalecimiento realmente vivido, de esa seña de identidad que es la lengua. Desde la Fundación San Millán de la Cogolla buscamos decididamente atender a una de las funciones prioritarias de la Institución: la información y formación filológica y cultural de la ciudadanía riojana"./Claudio Garcúa Turza, director del Instituto 'Orígenes del Español'. (Texto de presntación del curso)

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