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{CULTURA / LIBROS}

'Soy un escritor de brújula, no de mapa'

Ricardo Alía, ex jugador internacional de ajedrez, publica la novela 'El signo del dragón'

Ricardo Alía es escritor, químico de profesión y ajedrecista. Ya no compite en torneos internacionales –hubo un momento en que tuvo que elegir entre reinas, torres y alfiles y la carrera de Químicas-, pero la pasión por el Ajedrez permanece intacta. Apunta que quizá ha sustituido la competición por escribir. Ahora, ha publicado su primera novela ‘El signo del dragón’ (MAEVA), que forma parte de lo que será ‘La trilogía del Zodiaco’. Nacido en San Sebastián, Alía trabaja como químico en Barcelona. Ecléctico lector, disfruta de la novela negra y durante mucho tiempo guardó lo iba escribiendo en un cajón. Ahora, negro sobre blanco, muestra a sus personajes al inspector Max Medina y a su compañera en la investigación, Erika López, y también la ciudad, Donosti, un protagonista más de la historia. ¿Qué cuenta ‘El signo del dragón’?.../Javi Muro


La novela –detalla el autor- comienza con un crimen en la Facultad de Químicas de San Sebastián. Allí aparece un estudiante decapitado. El caso recae en Max Medina, un inspector de Homicidios de la Ertzintza. Para resolver este caso, por primera vez, al inspector se le asigna a una compañera, Erika López, una chica joven recién graduada en la Academia. Los dos se introducen en una investigación en la que nada es lo que parece y que los trasladará a hechos pasados que ocurrieron en la Facultad. Experimentos químicos oscuros y secretos. A partir de ahí… mejor no desvelar nada más…”.


SPOONFUL.- Químico de profesión, jugador internacional de ajedrez y ahora escritor. En el ajedrez cada movimiento requiere pensar detenidamente, al escribir cada movimiento –por llamarlo del mismo modo- también requiere tanta reflexión?

Creo que depende de cada escritor. En mi caso no tanto, yo era un jugador de ajedrez muy intuitivo, no era uno de esos jugadores teóricos que analizaba mucho, no era de los que estudiaban las jugadas en casa. Tenía como una especie de don, se me daba muy bien el ajedrez y desarrollaba el juego de la manera que se me ocurría en aquel momento, de manera intuitiva. De hecho, me levantaba y miraba cómo iban las jugadas en otras mesas. No era un jugador que se quedara pensando cada jugada. Con la escritura me pasa un poco lo mismo. Soy un escritor de brújula, no de mapa. Sé dónde empiezo y dónde acabo, pero en el camino me ocurren una serie de cosas maravillosas, la historia se me desmadra… Sí, de alguna manera, escribo como jugaba al ajedrez.


S.- ¿Cómo fue el paso del tablero a la escritura?

Creo que, de alguna manera, la escritura sustituye al ajedrez. Llegó un momento en que tenía que elegir entre la carrera y jugar al ajedrez porque todo no lo podía compaginar y es muy difícil vivir del ajedrez. Así que dejé los tableros a un lado, terminé la carrera de Químicas y ahí surgió un espacio vacío que fue ocupado por la escritura.


S.- Vivir del ajedrez era complicado -cuentas-, pero de la escritura tampoco parece una aventura sencilla…

No, no lo es. De momento vivimos de la Química. Soy de Doností, pero vivo desde hace quince años en Barcelona. El cambio de residencia tenía dos objetivos, por un lado buscar trabajo de químico y otra, más recóndita, abrirme camino en este mundo de la literatura. Estamos hablando del año 2001. Conocí a mi mujer, enseguida nos casamos, tuvimos una niña, el trabajo también surgió rápido. Lo de la literatura lo dejé un tanto, seguí leyendo y escribiendo… Guardo las cosas en un cajón y hace unos años le enseñé a una agente literaria ‘El signo del dragón’ y hasta ahora.


S.- ¿Cómo decides que una idea es buena para convertirlas en una historia, en una novela?

Tuve ya una primera chispa en la Facultad de Químicas. En aquellos años, era un poco un ratón de biblioteca. Era de los que casi cerraban la biblioteca conmigo dentro. Así que tanto tiempo encerrado allí, mi imaginación comenzó a pensar qué podría pasar en aquel edificio que yo veía tan oscuro, tan tétrico. Además, el edificio de la Facultad de Químicas de San Sebastián es muy laberíntico, tienes que orientarte bien para saber en qué ala estás. Ahí empecé a imaginar qué podía pasar en ese edificio cuando se cerraba por la noche. Había experimentos que duraban uno, dos o tres días, y se quedaban en marcha… Surgió la chispa, pero no me incitó a desarrollar la idea. Ahí se quedó. Fue hace un par de años, viendo un documental sobre Federico García Lorca, que hablaba de la búsqueda de sus restos, cuando surgió una segunda chispa. Trasladé la idea de los huesos que reclaman venganza, de las fosas comunes, al País Vasco y a la Facultad de Químicas. Hay surgió la idea de la trilogía del Zodiaco.


S.- Hablas de una trilogía...

Lo llamo trilogía porque están las tres novelas escritas y acabadas, pero bien podría ser una serie que tuviera continuidad. La historia acaba con la tercera novela y ya veremos más adelante. Quizá, es posible que escriba una precuela sobre cuando Max residía en Madrid. Veremos.


S.- Al escucharte, surge la idea de que siempre te ha gustado escribir. Incluso cuando jugabas al ajedrez, ¿no?

Sí, porque el ajedrez me ha proporcionado mucho tiempo, muchos viajes, mucho avión, y al final uno siempre está con un libro, surgen inquietudes. Siempre me ha gustado mucho la literatura, leer y escribir.


S.- ¿El hecho de escribir y no publicar era una cuestión de temor, de pudor?

Creo que de todo un poco, es como una amalgama de sentimientos encontrados. Lo intenté en 2001, aunque es cierto que sin mucha fe. Entonces no surgió, es muy difícil el mundo de la literatura. Luego lo olvidé. No sé explicar muy bien qué paso, no tenía muchas inquietudes. Sabía que tenía la puerta de la literatura medio abierta, leía mucho, pero no sentía esa necesidad de publicar. Fue hace un par de años cuando surgió la idea. Me dije, voy a intentarlo, pero de manera más seria. Nunca había contactado con un agente literario, cuando probé en 2001 simplemente mandaba los manuscritos a las editoriales o a través de algún concurso. Hace dos años, mi vida ya estaba más centrada y decidí probar de nuevo. La puerta estaba medio abierta y si la cosa no tiraba pues la cerraba definitivamente. Ahora, la puerta está abierta para entrar en este mundo.


S.- En ‘El signo del dragón’, San Sebastián ocupa un lugar en el relato al mismo nivel que el resto de los personajes.

Sí, la ciudad es un personaje más. Soy donostiarra y la ciudad me encanta. Donosti me recuerda mucho a las ciudades que aparecen en las novelas nórdicas; esas ciudades pequeñas en las que todo el mundo se conoce. Desde la distancia en Barcelona, mi recuerdo es el de una ciudad con una climatología desapacible, con un chirimiri continuo. Tenía muy claro que quería desarrollar la historia y a mis personajes en San Sebastián.


S.- Al escucharte, tengo la sensación de que describes un San Sebastián diferente al que vemos los visitantes ocasionales…

Sí, claro, porque identificamos San Sebastián con lugares bucólicos como la playa de la Concha, pero la ciudad tiene una historia detrás muy potente. Fue incendiada y arrasada en 1813 y tuvo que ser reconstruida. Uno de los personajes de la novela es una apasionado de la Historia y eso me permite jugar e introducir pequeños matices de la Historiad e la ciudad. Hay lugares maravillosos, en los que te puedes perder, lugares con mucho encanto.


S.- ¿Quizá para muchos lectores sea también una oportunidad para descubrir y acercarse a ese otro San Sebastián, más real quizá?

Tenía claro que quería situar el relato en una ciudad diferente a la que vivo. Para mí era muy sencillo situar la acción en Barcelona. Pero quería huir de las grandes urbes, quería aportar un perfil diferente. Estoy muy contento porque creo que ha sido un acierto. Los lectores me dicen que se sienten transportados a San Sebastián, que perciben estar allí.


S.- ¿Por qué eliges esa fecha de comienzo de la historia? Enero del 2012, tras el anuncio del cese de la actividad armada por parte de ETA.

Me gusta rodear a los personajes y a las tramas de la realidad. Es ficción pero para darle verosimilitud trato de acompañar con las noticias del momento en que se desarrolla la novela. A veces, trato más en investigar y en saber qué sucedió en una fecha determinada que después en ponerme a escribir. Una de las cosas que ocurrió ese año fue que ETA había anunciado el cese de la actividad armada. Era perfecto porque ETA, no iba a ensombrecer lo que iba a ocurrir en mi novela. No podía concebir a un inspector de la Ertzaintza preocupado por unos asesinatos cuando ETA podía realizar atentados. Es lo que llamo realidad no visible, una realidad no palpable de la que me gusta rodear a los personajes.


S.- A la hora de escribir las escenas que componen la novela, ¿te guías por ideas anotadas, por imágenes que recreas…?

Creo que hay una generación de escritores, entre los que me encuentro, que tenemos referencias literarias –un cincuenta o sesenta por ciento-, pero el resto son visuales. Soy muy cinéfilo. Funciono mucho con imágenes que traslado a la escritura.


 

S.- Eres químico, la novela comienza en al Facultado de Químicas, parece que acudes a tus experiencias a la hora de escribir…

De hecho, desarrollo la historia en la Facultad de Químicas de Donosti en el año 2012, pero con los recuerdos que tengo de los noventa, que es cuando me licencié. Creo que si acudiera a la Facultad de hoy en día la encontraría muy cambiada, muy diferente a la que conocí. Ahí sí me tomo esa licencia y acudo a los recuerdos que tengo de la época universitaria.


S.- ¿Sigues jugando al ajedrez?

Sí, es imposible dejarlo. En cuanto tengo un momento y a través del formato que sea… on line, con el móvil o en el ordenador. Juego con cualquier persona y en cualquier parte del mundo. Sí, sí… sigo jugando…


S.- ¿Qué es más complicado, jugar al ajedrez o escribir?

En mi caso escribir. El ajedrez es fácil, se me da bien. Creo que la literatura es más complicada, el ajedrez es un deporte apasionante. Seré ajedrecista toda mi vida. Vine un par de veces a Logroño a jugar y disputar algún torneo.


S.- Y en el día a día, ¿estás constantemente imaginando tramas para nuevas historias? ¿Apuntas esas ideas en servilletas de papel?

Siempre, siempre estoy observando. Ahora mientras hablamos me estaba fijando también en la gente que pasa por la calle y que la vemos a través de la cristalera del hotel, siempre estoy imaginando cosas. Tengo una libretita en la que suelo apuntar ideas porque muchas surgen de noche o en sueños.


S.- ¿Por qué crees que la novela negra está viviendo este periodo de éxito?

Creo que desde la trilogía Millenium, de Stieg Larsson, se produce un boom con la novela negra. Además, es un género en el que hay escritores españoles muy buenos. Es un género que, además de entretener y agradar, permite hablar de corrupción, por ejemplo, que posibilita realizar crítica social. Creo que por eso está tan de moda y además, se acerca mucho al relato visual. Ahora, lo queremos todo al momento y rápido. La novela negra te ofrece todo eso.


S.- ¿Cuáles son tus referentes?

Soy un lector totalmente ecléctico, leo a Stephen King, a Saramago, a Mourakami, Tolkien, Reverte, Muñoz Molina, todo lo que cae en mis manos. De hecho si me gusta un autor, busco y me leo toda su obra. Por decir tres que me gustan mucho, Stephen King, Arturo Pérez Reverte y Gabriel García Márquez. Referentes de la novela negra Pierre Lamaitre, Franck Thilliez –también francés, aunque no tan conocido- y también los clásicos, Raymond Chandler, Patricia Highsmith. También españoles como Víctor del Árbol.


S.- … pero la figura de los detectives tipo Philip Marlow ha desaparecido…

Sí, ahora los detectives se han humanizado de alguna manera. Ya no se lleva ese detective tan duro. Mi idea de escribir una trilogía tiene que ver también con el desarrollo de los personajes. En una novela no me daba para contar todo lo que quiero que les pase a mis personajes, que se vea que son humanos, que a veces sufren, que a veces triunfan, pero quería explicar cómo cambian, algunos positivamente y otros negativamente.


… “En la facultad reinaba el silencio y la oscuridad. Las puertas se cerraban a las nueve, y desde el sobre salto con el becario no tuvieron más sorpresas, pero permanecieron ocultos en el servicio hasta cerciorarse de que encontraban solos en el edificio. Cuando las agujas del reloj se acercaban a la medianoche salieron del escondite. Con las linternas en la mano y las mochilas a la espalda, se prepararon para ejecutar el plan. Acordaron que Iker se ocuparía de desvalijar la cuarta planta, mientras que Mikel se encargaría de la tercera. Según había dicho el guía, y por lo poco que habían podido entrever, en estas plantas se ubicaban los laboratorios, es decir, las aulas que albergaban los utensilios más valiosos. Cada uno dispondría de una hora, para después verse las caras en el segundo piso, en la puerta del aula siete, y registrar juntos el resto del edificio”… ‘El signo del dragón’.





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