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Tristeza desde Paisley Park

Las Redes Sociales nos vuelven a dar una trágica, e inesperada, noticia para el mundo de la música popular. Veo en el móvil que Fernando Navarro (El País) escribe que Prince ha muerto. Me quedo de piedra. ¿Prince?, pero, ¿cómo?, y miro su edad, cincuenta y siete años, y las causas no están nada claras, se habla de alguna cancelación en días pasados, de una gripe que no curaba, pero nada concreto. En fin, que comienzas a ver las noticias en los medios generalistas y especializados y Prince ocupa un lugar preeminente. No es para menos, Prince era (quieres escribir es) uno de los grandes genios de la música de las últimas décadas, desde que comenzó su carrera allá en la segunda mitad de la década de los 70, hasta alcanzar su cumbre creativa en los 80 y, desde entonces, contar con una carrera más extraña si cabe, consecuencia de las características de su personaje.


Prince reinó en los 80, compitió de tú a tú con Michael Jackson y, junto a Madonna, fueron los grandes iconos del Pop de la década. De los tres, posiblemente Prince era el más talentoso, sin menoscabar el valor de Michael Jackson por supuesto. Cuando hablabas con gente de Prince, había muchas personas a las que no les gustaba o simplemente lo miraban con cierto desdén. Se fijaban en su imagen provocadora, aquellas portadas de discos como Dirty Mind (1980) o Lovesexy (1988), y en cómo jugaba también con cierta ambigüedad y una alta dosis de sexualidad que se hacía bastante explícita en muchas de sus letras. Pero eso era quedarse en una visión muy superficial de uno de los más relevantes e innovadores artistas que haya dado la música popular. Y es que Prince destacaba en todo lo que hacía, era un gran cantante, hasta dónde llevaba su voz y todos los matices que le daba, y un guitarrista consumado y muy reconocido, como compositor se salía y tocaba todos los instrumentos en sus grabaciones. Y era hiperactivo, como lo demuestran sus treinta y nueve discos desde su debut en 1978 con For You hasta los dos últimos publicados en 2015.

 

Fue un revolucionario que, partiendo del Funk y del R&B, llevó su música en todas las direcciones, desde el Soul al Rock. Influido por James Brown, Sly Stone o Miles Davies, creó su personalidad. Se rodeaba de grandes compañeros y compañeras para sus alabados directos, ahí estaban The New Power Generation o Wendy & Lisa, entre otros, unas actuaciones en donde había para dar y tomar en un repertorio que cuenta con algunos clásicos de primera línea. Uno no puede dejar de recordar obras maestras como Purple Rain (1984), Sign o’ the Times (1987), por poner dos ejemplos. Y la lista de temas es interminable: ‘Controversity’, ‘Little Red Corvette’, ‘Let’s Go Crazy’, ‘When Doves Cry’, ‘Purple Rain’, ‘Baby I’m a Star’, la delicia Pop que era ‘Raspberry Beret’, ‘Paisley Park’, ‘Kiss’, ‘Sign o’ the Times’, ‘If I Was Your Girlfriend’, ‘Alphabet St.’, ‘Cream’, ‘The Most Beautiful Girl in the World’, ‘1999’, ‘Nothing Compares 2 U’…
Siempre haciendo lo que quería, muchos y muchas recuerdan a Prince toda su controversia de principios de los 90 con la industria discográfica, que le llevó a tatuarse ‘slave’ en la mejilla. En 1992 se despachó con su famoso símbolo y a denominarse ‘El Artista antes conocido como Prince’. Todo aquello remarcó todavía más su excentricidad y se las tuvo con las majors, pero también es cierto que son años de gran productividad pero su talento iba decayendo. Son años en los que es difícil seguirle la pista, los discos los saca con diferentes sellos, tiene el control de su carrera y hace lo que quiere. En 2007, regaló Planet Earth a los lectores del diario británico The Mail y no dejó de grabar hasta los discos de 2015 Hit N Run Phase One y Hit N Run Phase Two, discos difíciles de escuchar. Llenaba sus directos, en los que actuaba como promotor, mientras seguía teniendo su base de operaciones en ese extraño lugar que es Paisley Park en su Minnesota natal, donde se ha encontrado su cuerpo. 


No tenía pinta de ser un tipo fácil, más bien al contrario por lo que contaban numerosos artículos acerca de su persona a lo largo de los años. Celoso de su intimidad; egocéntrico y egomaníaco; controlador, para el recuerdo el perseguir a fans que compartían su música en las Redes Sociales; sus diatribas contra Internet; su conversión en Testigo de Jehova, etc., son algunas cuestiones que se recordarán en estas semanas.


Prince había dejado de ser una referencia en lo musical desde hacía mucho tiempo, su talento brillaba con cuentagotas en sus últimas grabaciones y su hiperactividad posiblemente jugó en su contra, pero siempre había cosas con las que quedarse. Con lo que hizo en los 80, construyó la senda para nuevas generaciones de músicos y artistas a los que influyó, pero era inigualable y su música no ha envejecido. Nos ha dejado Prince, de forma inesperada y temprana como decíamos al comienzo de este artículo, y nos toca volver a celebrar su música y su enorme talento, el de alguien que sin complejos rompió muchos clichés y que forma parte de la banda sonora de nuestras vidas./Sergio Andrés 'Los Restos del Concierto'

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