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{CULTURA / MúSICA}

Una muerte brillante

Eran las 7:30 de la mañana cuando en el todopoderoso Facebook leo un escueto comunicado en la cuenta oficial de David Bowie que decía: “David murió el día de ayer, pacíficamente y rodeado de sus seres queridos…”. Lo primero que me vino a la mente es que se trataba de un bulo más en este mundo de la desinformación. Después de unos 15 minutos los principales medios de comunicación confirmaban la noticia; Bowie había muerto después de luchar contra el cáncer 18 meses.


Como la mayoría de la gente de mi generación, llegué tarde al “mundo Bowie”. Kurt Cobain, el Umplugget de Nirvana y su versión del “The Man Who Sold The World” se encargaron de ello. Yo tenía 17 años, y no entendía nada.

 

David Bowie se ha adelantado a su propia muerte, le ha ganado. La ha vencido. Ha salido victorioso de su propio fin. No puede haber una muerte más perfecta. El jueves se presentaba su último video, “Lazarus”, donde agoniza en una cama mientras canta: “Look up here, I'm in heaven”. El viernes, coincidiendo con su cumpleaños, llegaba “Blackstar”, su vigesimoquinto disco, y hoy, se ha ido. Quizás haya podido leer las críticas, ver como su obra volvía a lo más alto de las listas, sentir que su trabajo era, una vez, motivo de inspiración y satisfacción de sus seguidores. Nos ha dejado en el peor de los momentos, justo cuando fantaseábamos con verlo en directo. Nos ha dejado vacíos.

 

Bowie ni siquiera quería ser cantante, quería ser pintor. Quizás por eso su mundo tiene tanto color. “El extraterrestre” con ojos de diferente color, un puñetazo de un amigo de la infancia tiene la culpa de eso, firmó en 1969 “Space Oddity”, su primer éxito. Con 22 años creaba la historia del astronauta Tom y sus pocas ganas de volver a la tierra. Los setenta representan su época más prolífica y confusa. Edita “Hunky Dory”, “The Rise And Fall Of Ziggy Stardust And The Spiders” o “Diamond Dogs”. El éxito le llega por parte de la crítica y, sin llegar nunca a ser un súper ventas, del público. Ya es una estrella mundial. Una estrella mundial casi arruinada, encerrada en un laberinto de excesos y con coqueteos fascistas que busca refugio en Berlín. “Low”, “Heroes” y “Lodger” son el resultado de su paso por Alemania y la producción, nuevamente, de Tony Visconti, su mano derecha hasta el final. En este periodo también ayudó a un descarriado ser llamado Iggy Pop con sus primeros discos. En los años ochenta Bowie dejó atrás sus álter egos más celebrados; Ziggy Stardust y Aladdin Sane, y se lanza de mano de EMI y el productor Nile Rodgers a la pista de baile. “Let´s Dance” se convierte en un éxito mundial. La década acaba con un experimento en forma de banda llamada Time Machine. ¿Os acordáis de los coqueteos fascistas de un joven veinteañero?, pues en los noventa David se casa con la mujer que lo ha acompañado hasta el fin de sus días, la modelo somalí Iman. Quizás no lo era tanto. Esta es la época musical que menos me interesa, pero en su afán por inventarse un personaje nuevo, Bowie se convierte en sí mismo en una empresa que emite acciones a pagar a largo plazo, y lo convierte, ahora sí, en uno de los artistas más ricos del mundo.


David estuvo a punto de morir en 2003 cuando su corazón le dijo basta.  Diez años de sequía y de rumores terminaron el día de su 66 cumpleaños con la publicación de “The Next Day”, uno de mis discos favoritos.


Antes de los treinta Bowie había escrito “Space Oddity”, “The Man Who Sold The World”, “Changes”, “Life On Mars?”, “Ziggy Stardust”, “Starman”, “Rebel-Rebel”, “Sound & Vision” o “Heroes”.


David Bowie es alguien al que puedes adorar sin gustarte un solo tema suyo. Puedes amarlo por su propia imagen. Una imagen cuidada al mínimo detalle. Con 25 años se rodeó de fotógrafos de la talla de Mick Rock y Brian Duffy para crear instantáneas eternas como la portada de Aladdin Sane. Es una pieza clave en la moda, y las creaciones que diseñó junto a Kansai Yamamoto, son ahora artículos de museo. Nunca siguió las modas, él las iba creando. Nadie ha cuidado tanto su “marca”.


“I`m trying to, I`m dying to…” nos dice Bowie en “Dollar Days”, uno de los siete cortes de “Blackstar. Ahora todo tiene sentido. Hoy no ha muerto David Bowie, ha nacido su último personaje, un ser eterno. Un hombre de las estrellas, esperando en el cielo./Luis Abel Fallas. Fotógrafo especializado en conciertos.



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