3907

{DEPORTE / OTROS DEPORTES}

Golfo... y rápido, muy rápido, Jame Hunt piloto de Fórmula 1

La película 'Rush' relata el convulso campeonato que disputaron Hunt y Lauda

“James, has ganado en Inglaterra, en tu país. ¿Qué significa para ti?”… “Nueve puntos, 20.000 dólares y mucha felicidad… no tendrás por ahí un cigarrillo, ¿verdad?” Ni el mismo Antonio Lobato podría imaginar hoy en día que uno de los pilotos de la parrilla de Fórmula 1 llegará a la salida de un gran premio arrastrando la juerga de la noche anterior. En pleno siglo XXI, alrededor de los monoplazas y sus pilotos todo está calculado al milímetro, en milésimas, desde los grados de temperatura de los neumáticos hasta la graduación de las bebidas energéticas de los pilotos de pruebas.


No siempre fue así o al menos no fue así para todos los pilotos. Entre 1973 y 1979, el encorsetado y selectivo circo de la Fórmula 1 contó con un átomo revoltoso. No era díscolo, aunque podía tener un fuerte pronto; no es que fuera un rebelde, pero tenía su propia forma de entender la vida. James Hunt –recordado ahora en la película ‘Rush’- participó siete temporadas en el mundial, ganó uno, el de 1976-, tomó la salida en 92 grandes premios, logró la victoria en 10, subió al podio en 33 ocasiones y calificó su coche en la pole 14 veces. Cifras, datos y más cifras. El piloto inglés no parecía darle demasiada trascendencia a las estadísticas. Al menos así se desprendía de sus palabras.


Hijo de un corredor de bolsa –a la Fórmula 1 no se llega sin padrinos- Jame Hunt estudió en los mejores colegios de Inglaterra e inició la carrera de Medicina. Bisturí, vademécum y estetoscopio quedaron abandonados en un baúl en el altillo de la mansión familiar, cuando poco antes de cumplir los 18 años acudió con un amigo a ver una carrera de coches. Ese día James Hunt decidió que quería ser piloto y no doctor.
Dicho y hecho, Hunt se inició en las carreras en la categoría Mini –al volante de su propio coche- y fue superando escalones poco a poco. Primero en la Fórmula Ford y después en la Fórmula 3. Los ojeadores tenían su nombre anotado en las libretas, junto a los calificativos; rápido, espectacular y propenso a aparatosos accidentes.


En la Fórmula 1 el dinero manda; ahora y antes. Así que cuando el millonario Lord Alexander Hesketh decidió contar con su propia escudería se fijó en aquel chico rápido y espectacular. Hunt debutó en la Formula 1 en 1973 conduciendo el March 73, del equipo Hesketh Racing. Formaban un grupo desenfadado y divertido que encajaba a la perfección con la personalidad de Hunt. El mono del piloto inglés lucía ese año una pegatina a modo de publicidad en el que se leía: “Sexo, el desayuno de los campeones”.

 

Para sorpresa de muchos, el Hesketh Racing cosechó algunos resultados notables. Por ejemplo, el segundo puesto en el Gran Premio de Estados Unidos. A los chicos de Lord Alexander Hesketh no les miraban con buenos ojos desde los equipos tradicionales, los veían como una pandilla de bon vivants, una especie de tribu de vándalos caprichosos, que llegaban a la parrilla de salida en Rolls Royce y festejaban sus éxitos con marisco, caviar y champán, ignorando las ceremonias del podio.

Aun así, James Hunt y Hesketh Racing tuvieron que esperar dos años para lograr la victoria en una carrera. Fue en el circuito de Zanvoort, en la disputa del Gran Premio de los Países Bajos. El extraordinario resultado no impidió que lord Hesketh se arruinara y el equipo quedara sin financiación y sin posibilidad de participar en el siguiente campeonato. Ahí, en el peor momento, la suerte se alió con Hunt y, de alguna manera, también con Mclaren. Emerson Fitipaldi abandonaba el equipo británico y dejaba libre uno de sus volantes. Inmediatamente, Mclaren reaccionó y contrató a Jame Hunt.


Ese, 1976, fue el mejor año de Hunt en la Formula 1. Esa temporada, la del ya legendario accidente de Niki Lauda, es también la que recrea 'Rush', la película dirigida por Ron Hooward. Fue un mundial convulso en muchos sentidos. James Hunt logró la victoria en seis grandes premios. En el Gran Premio de España fue descalificado por conducir un monoplaza 18 milímetros más ancho de lo permitido y, posteriormente, declarado ganador; una séptimo victoria le fue anulada al ser penalizado por causar un accidente en la primera curva, y en Italia tuvo que salir desde la última posición de la parrilla al existir dudas sobre la legalidad del combustible que utilizaba. Pero sobre todo, aquella temporada de 1976, estuvo presidida por el accidente que sufrió Niki Lauda y que a punto estuvo de costarle la vida.


La ausencia de un Lauda convaleciente durante varias carreras, permitió a Hunt acercarse en la clasificación del campeonato al piloto austriaco, que hasta ese momento era el líder. A falta de una última carrera, el piloto inglés tan sólo estaba tres puntos por debajo de Lauda y… entonces, al inicio del último gran premio, comenzó a llover torrencialmente. Lauda aludió a las peligrosas condiciones de la pista –un auténtico río- para retirarse. Hunt siguió en carrera y ocupó la primera posición durante gran parte de la prueba. A falta de tan sólo unas vueltas al circuito, pinchó una rueda y perdió dos posiciones, entrando en meta tercero. Suficiente para proclamarse campeón del mundo por tan sólo un punto de diferencia. El inglés había cumplido con el reto que se marcó cuando decidió abandonar los estudios de Medicina: “Se terminaron las preocupaciones sobre mi futuro. He decidido lo que voy a ser en la vida. No sólo voy a conducir un Fórmula 1, sino que voy a ser campeón del mundo”.


El de 1976 fue uno de los campeonatos más emocionantes de la historia y consagró a James Hunt como un playboy, granuja y calavera, frente al cuadriculado y meticuloso Lauda. Hunt disfrutaba de su reputación, juraba haberse acostado con cinco mil mujeres (33 azafatas de British Airways). Exprimió su vida al límite, se le recuerda como un personaje indomable, de extrema vitalidad, algo irreverente y asiduo a los excesos con el sexo y el alcohol. Si hubiera que buscar un símil en otro deporte aparecería, sin duda, la figura del mítico futbolista del Machester United, Georg Best.

 

Extraordinariamente competitivo, James Hunt reconocía haber vomitado en el momento previo a que el semáforo señalara el inicio de las carreras. “No era miedo al riesgo –aseguraba-, era temor a fracasar”. Y es que sobre el riesgo lo tenía claro: “Si te la pegas a 240 kilómetros por hora, no hay mucha diferencia a salirte a 250”. Era su forma de justificar su fama de pisar siempre a fondo y de ser capaz de sacar lo mejor de coches inferiores.
En la temporada 1978 comprobó de cerca las consecuencias de asumir riesgos. Hunt observó el terrible accidente que sufrió Ronnie Peterson al estrellarse contra las barreras de protección, unos metros después de iniciarse la carrera. El piloto inglés bajó de su coche y rescató Peterson de su monoplaza en llamas, aunque falleció días después en el hospital.


La temporada 1979 fue la última en el mundial para Hunt. Corrió para el equipo Wolf, pero los resultados fueron decepcionantes, un octavo puesto como mejor clasificación y seis abandonos en siete carreras. Cuando el coche se paró durante el Gran Premio de Mónaco –el mismo circuito en el que había debutado- puso fin a su carrera.


Sin abandonar sus adiciones al alcohol y el sexo, James Hunt cambió el volante por la cabina de comentaristas. Dicen quienes le conocieron que fue entonces cuando descubrió que de verdad le apasionaba la Fórmula 1. Compartió micrófono con el famoso periodista deportivo del BBC Murray Walker, quien aseguraba que el carácter del ya ex piloto no había cambiado en el paso de la pista a las ondas. Era –aseguraba el periodista- una especie de montaña rusa. “Podía ser desagradable, maleducado y borracho, pero luego te sorprendía con una personalidad cariñosa y su buen corazón. Eso sí, su apetito por el sexo era un enfermedad”.


James Hunt no murió al volante de su monoplaza como algunos habían vaticinado por su estilo agresivo de conducción, pero si falleció siendo muy joven. Tan sólo contaba con 45 años. Pagó la factura -un ataque al corazón- de años de excesos. “Vivo deprisa –dijo- porque sé que en la pista puedo morir en un segundo”. Sus espectaculares éxitos al volante, su personalidad cautivadora, su infinita vida amorosa, sus excesos y juergas han convertido a James Hunt en algo más que una figura del automovilismo, sino un mito setentero, el primer golfo del Fórmula 1, invocado ahora por la película ‘Rush’… si hasta el impasible Raikkonen ha corrido un par de veces con el caso de Hunt./Javi Muro.

Suscripción a la Newsletter Enviar