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{VIVIR / VIDA EN LA CIUDAD}

'Hay que renovar la política desde el criterio del largo plazo y dejar de jugar al cortoplacismo'

Daniel Innerarity, director del Instituto de Gobernanza Democrática

Daniel Innerarity es catedrático de Filosofía Política y Social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco, director del Instituto de Gobernanza Democrática y Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2013. Innerarity ha pasado por la Universidad de La Rioja dentro del ciclo ‘Referentes’ del programa de Cursos de Verano. ‘Gobernar en el siglo XXI fue el título de una conferencia que plantaba cuestiones como la existencia de muchos más manuales acerca de cómo hacerse con el poder que libros acerca de qué hacer con él./Javi Muro


S.- Gobernar en el siglo XXI, ¿un reto o un marrón?

A través de ese título me planteo en qué puede consistir gobernar en el siglo XXI. Es decir, gobernar en una sociedad que es diferente al tipo de sociedades en las que principalmente nacen nuestras instituciones políticas, la democracia, la división de poderes, el Estado de Derecho… Todos esos conceptos que son fundamentales para la vida política fueron pensados en un momento histórico anterior a las grandes revoluciones. Son anteriores a las revoluciones sociales y al pluralismo social, político, cultural que tenemos hoy en día. Un momento que contaba con unos elementos tecnológicos muy poco sofisticados comparados con hoy en día, como por ejemplo ocurre con las redes sociales. Vivimos un tiempo en el que hay que repensar las categorías fundamentales de la política. Es un momento en el que le estamos dando muy poca importancia a la idea de gobierno, en qué consiste gobernar. En cambio, los actos políticos están continuamente rodeados de gente que sabe muy bien como se ganan las elecciones, pero que, en el fondo, no se han preguntado qué van a hacer cuando lleguen al gobierno. Esa situación es un déficit que me interesa y me preocupa.


S.- Siguiendo sobre esa idea, da la sensación de que los partidos, los políticos, tiene el objetivo de ganar las elecciones, ése es el objetivo principal, pero después para los cuatro años de legislatura no queda muy claro si tenían nada preparado.

Además, es que ni siquiera son cuatro años; hay elecciones cada año y medio aproximadamente. Así que, realmente, quien gobierna está más preocupado en su reelección qué en hacer cosas en beneficio de los ciudadanos. El juego político entre gobierno y oposición es tal que raras veces hay acuerdos estructurales porque, en principio, sostienen a quién gobierna y dificultan –en general- el acceso al poder. Es un juego que ya lo conocemos todos, sabemos que el juego es un poco mentira. Un juego en el que quién gobierna suele decir que las cosas van mejor de lo que van, que no hay crisis y esas cosas y el que está en la oposición tiende a subrayar el catastrofismo.


S.- Un juego que en nada beneficia a los ciudanos, ¿no?

Estamos en esa ruleta y ahí ¿qué es lo que desatendemos? Pues aquellos asuntos que requieren un tratamiento de largo plazo y que pueden suponer que un gobernante dificulte su reelección o el acceso al poder de quien está en la oposición. Una de las formas de renovación de la vida política sería introducir el criterio de largo plazo, en lugar de que la política quede reducida a una sucesión de pequeños instantes, de pequeñas maniobras tácticas, cuyo resultado es que al final hay una enorme cantidad de asuntos institucionales graves que nunca se abordan, porque nunca hay mayorías suficientes. Todo eso se va acumulando y al final estamos en una sociedad  incapaz de abordar esos temas.


S.- En la calle, los ciudadanos tienen la sensación que la confrontación entre partidos políticos es más una pelea por mantener el puesto, ‘el curro’, que por dar solución a los problemas existentes o mejorar una ciudad, una región o un país.

Sí, también tengo esa percepción, pero hay que matizarla. Siendo correcta esa perspectiva, hace tiempo que pienso que es poco productiva la visión de la política en la cual nosotros, los ciudadanos, jugamos desde fuera y en la que no tenemos nada que ver. Ellos, los políticos, hacen algo que está mal y en el fondo nosotros sabemos lo que habría que hacer pero no nos hacen caso. Creo que ese esquema que es muy recurrente, especialmente en el entorno de los discursos más bien populistas, es un discurso que nos exonera de nuestra propia responsabilidad como ciudadanos. No somos totalmente impotentes frente a una elite que está ya asentada y que no hay nadie que pueda quitarla de ahí. Ese es un esquema que es poco realista. Hay movimientos ahora en España que demuestran que esas elites no son inamovibles, vamos a asistir a una cierta quiebra del bipartidismo.


S.- Existe también una reacción un tanto perversa por parte de los partidos tradicionales ante la aparición de movimientos sociales, les falta tiempo para calificarlos de ‘populistas’, ¿no?

Creo que tan abusivo es el término populismo como el término elitismo. Lo que hay es un juego, también muy perverso, en el que me parece muy exagerado llamar populista a quien apuesta por introducir criterios de participación, pero también me lo parece pensar que quien tiene un cargo en el Gobierno forma parte de la elite por principio. Llevo mucho tiempo analizando la política y trato de pensar fuera de ese esquema de elite gobernante frente al pueblo ignorante o pueblo sabio frente a la elite corrupta, porque con esos esquemas no vamos a ninguna parte.


S.- ¿Cree que los partidos tradicionales se han dado cuenta de que los ciudadanos quieren otra forma de gobernar, que quieran que sigan otros caminos?

Creo que ahora sí. Desde hace poco tiempo sí. Lo que sucede es que la experiencia que tenemos de otros países donde los partidos han sido débiles y han aparecido movimientos sociales, partidos nuevos, menos rígidos, menos adscritos a las categorías tradicionales, han sido muy negativas. En el fondo, creo que ir a un espacio político en el que en lugar de partidos haya movimientos sociales nos aboca a un horizonte de menor responsabilidad. Un partido político tiene una estructura, tiene un programa, unas normas de funcionamiento, aunque es cierto que hoy en día todo eso hay que renovarlo mucho, pero todo eso indica una dirección, hace a alguien responsable de algo.
S.- ¿Cuál es el peligro que ve?

En los movimientos sociales y en los nuevos partidos, también en España, hay más control por parte de una pequeña camarilla sobre el resto, hay más expulsiones… En Italia, el partido de Pepe Grillo –el Movimiento 5 Estrellas- ha expulsado a un tercio de sus parlamentarios. Es cierto que los partidos están anticuados y hay que renovarlos pero la alternativa no puede ser un paisaje político desestructurado. Lo mismo que, por ejemplo, los mercados tienen que estar estructurados. El mercado desestructurado es la Ley de la Selva. Algo muy parecido ocurre en el mundo de la política, que exista una estructura, unas instituciones, nos permite orientarnos en medio de esta confusión que tenemos. Nos permite identificar quién es responsable de qué e, incluso, llegado el momento aplicar uno de los grandes avances de la democracia, que es echar a quien no lo hace bien.


S.- ¿Ha sido necesaria la aparición de Podemos para que los partidos tradicionales se activaran?

Claro, porque aquí existía un mecanismo hidráulico que consistía en que el que gobernaba se quemaba y perdía el apoyo popular que pasaba al otro partido. Era un juego constante que pequeños elementos que enriquecían el florero. El partido que gobernaba se desgastaba y quien estaba en la oposición iba recibiendo esos votos aunque lo hiciera mal. Ese juego de repente… bueno, de repente no... Ha habido varios signos de agotamiento de ese sistema. Poco a poco comienza a quebrarse y a no funcionar y los votos que pierde uno ya no van al otro. Comienzan a aparecer fenómenos más desestructurantes, fenómenos que cuestionan más la legitimidad, como puede ser el 15M y lo que ha surgido en torno al 15M. Si yo tengo una tienda y vendo jerséis y camisetas, la gente en verano me compra camisetas y invierno jerséis, y no renuevo. En cambio, si al lado me colocan otra tienda que vende mucho más barato pues tendré que renovar mi género y ser más competitivo. Igual pasa con los periodistas, han tenido que espabilar cuando han aparecido las redes sociales.


S.- Voy a ser un poco crítico con el ejemplo que pone. Entiendo que la política debería estar pensando en el beneficio del ciudadano, si comparamos la política con algo comercial o empresarial… entonces, sólo reaccionan cuando ven que van a perder .

Por supuesto… pero bueno, tú eres periodista y podría decirte lo mismo, sólo reaccionáis cuando la gente deja de comprar los periódicos. ¿No buscáis siempre la verdad? Es muy propio de la condición humana espabilar cuando tiene un apuro. Creo que el fenómeno del 15M es el que ha provocado que se perciba que hay otra posibilidad. La desafección política, el no nos representan… yo con todo eso he sido muy crítico también, pero entiendo que ha tenido un efecto de estimulo a los partidos tradicionales.


S.- ¿Y la corrupción? Parece que estamos en un país en el que cada día hay cinco casos nuevos en las páginas de los periódicos.

Siempre he pensado que la corrupción mala es la que no se ve. Hoy en día en España hay más o menos corrupción que en los años setenta, lo que sí hay en un mejor trabajo de los jueces, de la policía y de los medios de comunicación, y una mayor vigilancia activa de la ciudadanía, que puede tener un efecto de percepción pública que puede ser engañoso. Puede parecer que hay más corrupción porque sale más en los periódicos. Hemos vivido épocas en España en las que había mucha corrupción que no salía en las primeras páginas de la prensa porque los periodistas no hacían bien su trabajo, porque los jueces no eran capaces de solicitar una comisión rogatoria a Suiza, porque la Policía no sabía inglés para realizar esas investigaciones. No deberíamos ser injustos con nosotros mismos y darnos cuenta que los corruptos están entrando en la cárcel y que esas personas a pesar del poder que tienen, del dinero que tienen para contar con los mejores abogados, la Policía, lo jueces, los periodistas, los ciudadanos, hemos hecho bien nuestro trabajo. Deberíamos tenernos más aprecio a nosotros mismos.


S.- Y regresando al título de la conferencia, ¿cuáles son las formas de gobierno que vienen?

No doy fórmulas ni soluciones, pero hay una cuestión que me parece muy importante, tenemos que prestar más atención al futuro, no al inmediato, a mañana o pasado, sino al lejano. Los gobiernos deberían hacer mejores previsiones, plantearse más escenarios futuros y dejar de jugar al cortoplacismo que provoca que aparezcan problemas que se descubren cuando es demasiado tarde. Hay que trabajar con más antelación, con más perspectivas de largo plazo en la política.

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