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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

'Maus', de hombres y monstruos

Le transformaron en una cifra de seis números que tatuaron en su antebrazo izquierdo. En marzo de 1944, Vladek Spiegelman se convirtió en el preso 175113 de Auschwitz. Pensamos que todos los judíos, eslavos y gitanos asesinados por los nazis en sus fábricas de horror fueron marcados como animales. En realidad, la cifra tatuada solo se usó en Auschwitz, solo se empleó a partir de la primavera de 1943 y solo la llevaron los presos que vivieron en el horror. La mayoría del millón cien mil bebés, niños, hombres, mujeres y ancianos asesinados en Auschwitz pasaron de forma fugaz por el campo de exterminio, gaseados en duchas ficticias de las que solo emanaba cianuro, convertidos en cenizas unas horas después de bajar de vagones de ganado. Vladek Spiegelman sobrevivió y, más increíble aún, también lo hizo su esposa Anja.

 

Para narrar en viñetas lo que le parecía incontable, el paso de sus padres por aquella fábrica de muerte, Art Spiegelman convirtió a los judíos en ratones, a los alemanes en gatos, a los franceses en ranas, a los polacos en cerdos… En el Nueva York de finales de los setenta, grabadora en mano, Spiegelman conversa con su padre, convertido en un anciano imposible, caricatura del judío tacaño, un hombre que recuenta cada mañana las galletas que le quedan para desayunar y que cada noche aúlla de dolor en sus pesadillas. Con su máscara de ratón, Spiegelman dibuja las palabras de su padre en viñetas oscuras, feas, siniestras, viaja en flash backs a un pasado donde los gatos acosan a los ratones, y los explotan y matan de forma caprichosa y cruel.
Vladek y Anja, judíos polacos, sobrevivieron al Holocausto gracias a esa combinación de azar, astucia, fortaleza y culpa que tuvieron los supervivientes. Al fin y al cabo, una de las formas de salvarse “consistía en trepar, en ser un trepador social en el campo. Para hacer eso –declaró Primo Levi, superviviente de Auschwitz, el gran narrador del horror– no se necesitaban unas cualidades muy particulares. Necesitabas saber muy bien el alemán, ser muy astuto y no sentir ninguna solidaridad para tus compañeros”. Los Spiegelman se salvaron, pero perdieron a sus padres, a sus hermanos, a su hijo, al hombre y la mujer que fueron antes de la guerra. Anja se suicidó en 1968, como antes y después harían otros supervivientes, incluido Levi.

 

De niño, recuerdo a mis amigos preguntándole a mi madre por el número que tenía en el brazo y que ella les contestaba que era un teléfono que no quería olvidar”, dice Art Spiegelman a Hillary Chute en la detallada entrevista que abre ‘Metamaus’, un volumen imprescindible –sí, no hay palabra más adecuada– para comprender la génesis de ‘Maus’. Oficialmente, Art Spiegelman comenzó ‘Maus’ en 1978 y lo terminó en 1991. Extraoficialmente, lo inició a principios de los setenta, cuando se interesó por el Holocausto y la historia de sus padres. El primer ‘Maus’ fue una historieta de tres páginas, que publicó en ‘Funny Animals’ en 1972, en la que cuenta cómo sus padres y familiares malvivían en uno de los guetos en los que fueron recluidos. La historia la volverá a contar después en ‘Mi padre sangra historia’, la primera parte del ‘Maus’ definitivo, aunque para entonces los ratones parecerán más humanos con máscaras de ratón que ratones de dibujos animados.
Era necesario ese cambio en el dibujo, como era necesario convertir el relato breve en un novelón gráfico. “Después del ‘Maus’ de tres páginas comprendí que me quedaban cuentas pendientes, que tenía que volver a ello. Entonces no era como ahora, que vivimos en una cultura saturada de historias del Holocausto”. ¿Por qué decidió retratar a los judíos como ratones?  Es la pregunta que Spiegelman se cansó de contestar hace muchos años. Al fin y al cabo, había judíos alemanes y polacos, húngaros y holandeses. Convertir a los judíos en una raza diferente, ¿no da la razón a los nazis, que les calificaban como “infrahumanos” y que habían representado a los judíos como ratas? Fue lo primero que pensé cuando descubrí ‘Maus’ hace unos años. La respuesta comienza en la página 110 de ‘Metamaus’ y termina en la 163 y empieza así: “Ah, los ratones… digamos que todo comenzó intentando dibujar a negros”.


Durante años sentencié ‘Maus’ con la estúpida ceguera del prejuicio. Lo acabo de leer ahora, inmerso en lecturas apresuradas y veloces que me permitan comprender lo incomprensible: cómo los hombres pudieron crear una fábrica para destruir de forma industrial a miles de hombres al día. El ‘Mauschwitz’ de Vladek y Anja me ha parecido más real que el que analiza Laurence Rees en su magistral ‘Auschwitz’, tan espeluznante como el campo de terror que describe Primo Levi en ‘Si esto es un hombre’, tan increíble como el ‘lager’ al que un día llegó Viktor Frankl para convertirse en el preso 119.104. Puede que la metáfora de los ratones y gatos no sea perfecta, pero con esa máscara animal, Art Spiegelman logró llevarnos al horror, conmovernos sin caer en el sentimentalismo, recordarnos lo que el hombre fue capaz de hacer al hombre, (de)mostrarnos lo que es capaz de hacer./Joaquín Armada desde 'Después del Hipopótamo'


* Para Eduardo, que me regaló ‘Maus’ hace unos cuantos años.


* ‘Maus’. Art Spiegelman. Reservoir Books Mondadori. Barcelona, 2010. 296 páginas, 21,90 euros.


*‘Metamaus’. Art Spiegelman. Reservoir Books Mondadori. Barcelona, 2012. 300 páginas y un DVD repleto de imágenes, con las grabaciones de las entrevistas a Vladek Spiegelman. 24,90 euros



Autor: Joaquín Armada

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