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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

Orgullo y épica en el Mortirolo

Camino de Aprica y con el Mortirolo intercalado, el Giro reunió todas las carreras ciclistas en una

En ciertas ocasiones, no se sabe muy bien porqué, se dan las circunstancias para que los aficionados al ciclismo asistan a la carrera perfecta. Quizá tenga que ver con una alineación de planetas o quizá tan sólo se una chispa que explota en forma de imprevisto pinchazo en pleno descenso de un puerto cuando los corredorees ya están lanzados. Esa etapa redonda es esa que, de alguna manera, acoge todas las modalidades posibles. Ataques, contra ataques, escapadas, persecuciones, contrarrelojes individuales y por equipos, héroes y más héroes.


Camino de Aprica, cuando se habla de ciclismo, siempre pasan cosas. Lo pueden contar Induraín, Berzin, Basso o Pantani. Allí se roza la gloria o se sufren pesadillas. Si además, entremedio está intercalado el Mortirolo –quizá el puerto más bello del mundo- entonces es inevitable que la épica, esa salsa que cuando emerge adereza el deporte de la bicicleta en el más grande, sea protagonista en cada rampa, en cada descenso, en cada revuelta de la carretera.


Ayer, en la etapa 16 del Giro, se disputaron todas las carreras en una. Disfrutamos del grupo de valientes que emprende la fuga y miran al horizonte mientras tratan de sortear la dictadura del grupo de los gallos. Contemplamos a dos equipos –tres si sumamos a los rusos del Katusha en la bajada tras el primer ascenso a Aprica- haciendo su trabajo: control y ataque; Tinkoff y Astana. Vimos al líder, a la maglia rosa, descolgado tras un pinchazo cuesta abajo. Y esa fue la chispa que a algo más de 60 kilómetros a meta provocó la chispa que detonó la carrera.


A partir de ese momento todos tenían un objetivo, todos –Aru, Landa, Amador, Trofimov, Hesdejal, Steven Kruijswik y Contador, por supuesto- contemplaban logros mayores a los que ya habían acaparado a lo largo de dos semanas de competición. Por un momento parecía que William Wallace –el personaje interpretado por Mel Gibson en Braveheart- había trepanado el cerebro de cada uno de los corredores y les recordaba aquello de: “Luchad, y puede que muráis. Huid y viviréis... un tiempo al menos. Y cuando estéis en vuestro lecho de muerte dentro de muchos años, ¿no cambiaréis todos los días desde aquí hasta entonces por una oportunidad, sólo una oportunidad, de volver aquí y decir a nuestros enemigos: podéis quitarnos la vida, pero jamás nos quitaréis... ¡La libertad!”.


Fuera así o no y tan sólo escucharan los ánimos de sus directores de equipo, lo cierto es que la carrera estalló. Vimos a la hilera celeste de Aru tratando de poner tierra por medio con Contador antes de iniciar las primeras rampas del Mortirolo. Detrás, era una cadena amarillo formada por los compañeros del de Pinto los que se iban desangrando en una persecución en modo contrarreloj por equipos. Rogers y Kreuziger exprimieron sus piernas y sus almas para acercar a su líder al grupo cabecero.


Aru comenzó la ascensión del Mortirolo con 50 segundos de ventaja. Astana podía estar reventando el Giro. Así lo entendieron e impusieron un duro ritmo desde abajo que dejó un grupo de no más de seis corredores en cabeza. Detrás, Contador pedaleaba ya de pie sobre los pedales. Sufría seguro, pero el madrileño parece disfrutar de estos momentos imposibles que transforman instantes en leyenda. Pedaleaba con ese balanceo típico suyo que anuncia a sus rivales el ataque definitivo. Pero faltaban 45 kilómetros para el final de etapa y 13 de ellos serpenteando cuesta arriba sobre el asfalto del Mortirolo.


El español recogía en su persecución los cadáveres que iba soltando el grupo de Aru, del que tiraba Mikel Landa. Aguantaban Amador, Trofimov y Kruijswik… y Ryder Hesdejal, que venía de la fuga inicial. El canadiens, vencedor del Giro 2012, nunca se rinde. Como el Olimpiakos de baloncesto siempre regresa, no lo puedes dar por hundido.


Contador reducía la ventaja con Aru. Encontraba la complicidad de Igor Antón que le acercaba al grupo de Amador, Hesdejal y Trofimov. Por delante ya sólo pedaleaban los dos Astana y Kruijswik, que estaba realizando la etapa de su vida. Y en ese momento comenzaron a saltar las alarmas en el equipo kazajo. El ciclista italiano comenzaba a pagar la valentía –admirable- de tratar de darle la vuelta a la clasificación general. Así que su compañero levantó el pie y Kruijswik aprovechó para lanzarse en busca del triunfo de etapa. Aunque restaba mucho Mortirolo y todo Aprica.

 

Alberto Contador alcanzó a los dos Astana y recuperó resuello por unos minutos. Quizá fue la información que la facilitaron por el pinganillo o quizá reconoció en el rostro  de Aru la marca inconfundible de la fatiga, pero cuando el pulsómetro –o las sensaciones- le confirmaron que su corazón había dejado de burbujear y volvía a latir, arrancó en busca del ciclista holandés que marcha por delante.
Landa miró a Aru, Aru miró a Landa y asintió y consintió. Así, el alavés pasó de gregario de lujo a líder del equipo. Como si fuera sin cadena, el alavés alcanzó al madrileño y al holandés. Detrás Aru nunca se rindió. El italiano inició una contrarreloj hasta la meta de Aprica, mientras luchaba contra Contador, contra el Mortirolo, y contra sus fuerzas. Aunque si miramos la clasificación fue derrotado, Aru ganó perdiendo. La edición digital de un diario deportivo españolo titulaba a media tarde ‘Contador humilla a Aru en el Mortirolo’. No habían visto la etapa. Los titulares futbolísticos no sirven para narrar el ciclismo. En el ciclismo nadie humilla.


Desfondado pero sin rendirse, Aru aumentaba su retraso camino de Aprica –donde Indurain también perdió su tercer Giro- respecto a Contador, Landa y Kruijswik. A falta de tres Kilómetros, Mikel Landa dejó atrás a dos rivales y en un ahora me ves, ahora no me ves, despareció de la visión del madrileño y el holandés. Contador lo había dado todo en la remontada del Mortirolo y no pudo responder.


En la general, Contador es más líder, Landa es segundo y ya es reconocido como el líder del Astana. Pasados diez minutos desde la llegada del ganador de etapa, tan sólo siete corredores habían alcanzado la meta: Contador, Kruijswik, Trofimov, Amador, Ryder, Hedejal y Aru. Que grande es el ciclismo…/Javi Muro



Autor: Javier Muro

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