6370

{ENTREVISTAS}

'Cada novela que escribo es un reto para tratar de ser innovador'

Luis Javier García firma como Javier Osés su novela 'El estudiante de San Millán enomorado'

Javier Osés es el seudónimo con el que el periodista y escritor Luis Javier García firma su novela 'El estudiante de San Millán enamorado'. El novelista riojano entiende la literatura com un un arte, "como la búsqueda de la belleza a tráves de las palabras". Nacido en Villar de Torre (1963) apenas a cinco kilómetros de distancia de San Millán de la Cogolla y de los monasterios de Suso y Yuso, Luis Javier asegura escribir sólo por gusto. Licenciado en Ciencias de la Información ha trabajado en los principales medios de comunicación de La Rioja, ha sido corresponsal de ABC y director de El Periódico de Álava. Como escritor ha escrito cuentos, novelas y la biografía del Café Moderno de Logroño, cuya primera y única edición se agotó en escaso mes y medio. Luis Javier cree que hoy en día se hace mejor literatura en los periódicos que en las novelas, pero al mismo tiempo echa de menos un periodismo más pegado a la calle. Del 'El estudiante de San Millán enamorado' se han editado mil ejemplares que pueden comprarse en todas las librerías de La Rioja, así como en el Café Moderno, los bares de Estollo, Berceo y San Millán. "Vivir en San Millán es -describe Luis Javier- como hacerlo en una novela de García Márquez./Javi Muro


SPOONFUL.- ¿Al adentrarnos en las páginas de ‘El estudiante de San Millán enamorado’ qué nos encontramos?

Nos encontramos con una novela que trata de agradar a través de un lenguaje evocador y sensual, un lenguaje que apela a los sentidos y a las sentimientos. He intentado que la novela deje un buen sabor de boca en el lector y la sensación de que, durante el tiempo que tarda en leerla, se traslada en cuerpo y alma a un mundo donde las mujeres hermosas son hadas de las fuentes, por ejemplo, porque utilizo un estilo que me ofrece la posibilidad de pasar, sin disonancias, de la realidad más tangible a una serie de fantasías creíbles y atractivas.  

 

S.- Hoy en día tendemos rápidamente a ubicar los libros, las novelas, en géneros, ¿En qué estante de las librerías si sitúa ‘El estudiante de San Millán enamorado’?

En el estante de ‘Literatura’. Porque yo entiendo la literatura como un arte, como la búsqueda de la belleza. De la belleza de las palabras. A mí me gusta exprimir las palabras para extraer de ellas el zumo que contienen, su aroma.  Decía el genial Francisco Umbral que hoy en día ya no hay escritores, sino redactores, personas que utilizan las palabras solo para comunicar una información, no para explotar las extraordinarias posibilidades que nos ofrece nuestro idioma, que es hermoso, muy hermoso. Pero además de eso, trato de no apartarme del esquema clásico de planteamiento, nudo y desenlace, de crear una historia que enganche y que sorprenda con un final llamativo.

 

S.- Coincide la publicación con el veinte aniversario de la declaración de San Millán como patrimonio de la humanidad. ¿Qué tiene de histórico la novela? ¿Qué tiene de homenaje al entorno, al paisaje?

Más que al entorno o al paisaje, es un homenaje a los monjes amanuenses que estamparon las primeras palabras en castellano sobre un códice. Y un homenaje a Gonzalo de Berceo, que no tardó en entender que aquel idioma todavía en pañales, denominado román paladino, ofrecía unas extraordinarias posibilidades para escribir poesía. Y eso es lo que él hizo, escribir, escribir poesía en un entorno espiritual incomparable, en el portalillo del monasterio de Yuso, rodeado de vegetación y de cervatillos. Por eso se declaró a San Millán de la Cogolla Patrimonio de la Humanidad. Y ese es el motor que subyace a lo largo de mi novela: el intento de tratar las palabras con el mismo cariño que las trataba Gonzalo de Berceo.

 

S.- ¿Cómo ha influido el vivir o, al menos haber nacido, a una ‘legua’ de San Millán, en Villar de Torre, para decidirte a escribir esta historia?

San Millán de la Cogolla ha ejercido desde siempre una fascinación enorme sobre mí. Y también sobre algún que otro miembro de mi familia. Un tío abuelo mío, llamado Facundo, cuidaba de niño de un rebaño y a la mínima oportunidad se escapaba a Suso para estar con los frailes. Con el tiempo él mismo acabó siendo fraile y misionero en Filipinas. Además, con el actual prior de Suso, que es hermano de un tío mío, iba a cazar de niño en agosto, a la codorniz. Yo no sé a qué se debe pero para mí el valle del Cárdenas posee un poder de atracción especial. Es un valle mágico. Las personas en San Millán de la Cogolla viven por encima de la media, de 90 a 95 años; en los alrededores del pueblo se encuentran yacimientos de los primeros pobladores de la península, del neolítico, y luego está el idioma, que sobrevuela como una nube de incienso los tejados de Suso y de Yuso, las casas, los montes del entorno… Uno llega a San Millán y le dan ganas de escribir.

S.- ¿Cuál fue la chispa que te llevó a dar forma a ‘El estudiante de San Millán enamorado’?

Tenía ganas de escribir sobre mi estancia en el instituto, que fue uno de los momentos más felices de mi vida, y de explicar cómo me aficioné a escribir y cómo seguí los estudios de letras hasta acabar siendo periodista. Y al presentarse este hito temporal, el 20 aniversario de la declaración de San Millán de la Cogolla como Patrimonio de la Humanidad, se me abrieron las puertas para dar rienda suelta a este deseo. Tenía tan interiorizado el argumento que apenas me llevó unas semanas darle forma y escribiendo solo un par de horas al día, con descanso los domingos y fiestas de guardar.

 

S.- Corrígeme si me equivoco, pero la novela también juega con el misterio que generan las leyendas, ¿no? ¿Circulaba alguna historia similar por la zona?

Sí, realidad y fantasía se mezclan, se juntan, se saludan, se separan y se vuelven a encontrar, conformando un mundo especial, diferente a los demás y atractivo de visitar. Aunque, que yo sepa, no circula una historia similar a la que cuento en la novela, San Millán es un lugar donde se refieren muchos hechos prodigiosos. No olvidemos que allí vivió un santo, el eremita Millán (nacido en la vecina localidad de Berceo, como Gonzalo), al que se le atribuyen multitud de milagros, a cuál más llamativo. Hasta que fue robada, en Yuso se exponía una talla en madera de San Millán que llevaba en el pecho un diente que le había arrancado al diablo en una pelea. Y la gente de allí narra esta historia y otras muchas con la misma serenidad que cuentan qué han desayunado y eso es maravilloso, vivir allí es como vivir en una novela de Gabriel García Márquez o de otros escritores que cultivaron el realismo mágico.

 

S.- … y de repaso de una vida –la del protagonista en este caso- a través de la evocación del tiempo pasado, ¿no?

Sí. La historia comienza en el mismo momento en que el protagonista finaliza el viaje de estudios. Está visitando una alhambra andaluza y su intención es la de declararle su amor a una compañera de la que está furiosamente enamorado, pero cuando va a dar ese paso, la chica se adentra en la vegetación del palacio árabe, entre los surtidores de sus fuentes, y se pierde para siempre. 35 años después de ese suceso, el protagonista (el estudiante de San Millán enamorado) regresa a la alhambra para tratar de encontrarla. Para él, hallarla será lo más maravilloso que le puede pasar en la vida, pero será mucho más: será recobrar esos momentos felices de la adolescencia y ese tiempo (década de los 70 y 80) en los que echó a andar la Democracia, esta Democracia que se ha ido deteriorando poco a poco y que para volver a ilusionarnos debe recobrar sus valores fundacionales.

 

S.- ¿Siempre te ha gustado escribir?

Siempre. Recuerdo que de niño, el último día del mes de las flores, mayo, cuando se cantaba en las escuelas eso de “venid y vamos todos con flores a María…”, yo amenizaba la velada con un relato con el que trataba de provocar las risas de mis compañeros. Siempre me ha gustado la ironía, el sarcasmo, hacer reír a la gente con mis ocurrencias. Y en esta novela también hay algo de eso.

 

S.- ¿Periodista de profesión y escritor de profesión?

Parado de profesión. Eso es lo que soy. Hace nueve años, por cuestiones familiares y de salud, dejé el trabajo en el que estaba (y en el que cobraba cerca de 3.000 euros al mes) y me fui al pueblo a cuidar de mi padre (viudo) y de mí (soltero). Y durante este tiempo me he dedicado a escribir novelas, cuentos, microrrelatos, lo que se me ocurre, además de la biografía sobre el centenario del Café Moderno de Logroño. ¿Y se puede vivir de esto? Pues sinceramente no. En España viven de la literatura cuatro contados, los autores de best sellers y a los demás no les queda más remedio que convertir su vocación en un mero entretenimiento, ganándose la vida por otro lado. Uno solo puede ser escritor a tiempo parcial.

 

S.- Hace tan sólo unas semanas, en el marco del festival literario CuéntaLO, se generó el debate en una mesa redonda sobre si periodista y escritor era lo mismo. ¿Lo crees así?

La mayoría de los periodistas llegan a la profesión por su gusto por la literatura y con la pretensión, secreta o declarada, de escribir algún día una novela. Mientras trabajan como periodistas, intentan poner a prueba sus dotes literarias, hacer ensayos, y los hay que desisten ante la evidencia del resultado y también están los que nos deleitan como nos deleitan las buenas noveleas. Para mí, y lo digo con absoluta sinceridad, en estos momentos se hace mejor literatura en los periódicos (hojas caducas) que en las novelas (hojas perennes, que diría el maestro de periodistas Luis Carandell).

 

S.- ‘El estudiante de San Millán enamorado’ no es tu primera novela, además has escrito cuentos y el libro sobre el Centenario del Café Moderno de Logroño ¿Ha evolucionado tu forma de afrontar la escritura en esta última obra respecto a las anteriores?

Sí, decididamente, sí. Hace pocos días decía en una entrevista el escritor argentino Martín Caparrós que “la literatura ha de ser desafío, búsqueda y no una confirmación de lo que se ve en la tele”. Y yo estoy completamente de acuerdo con él. Tanto que cada novela que escribo es un reto para tratar de ser innovador. Me gusta el riesgo, ensayar nuevas fórmulas, cambiar radicalmente de argumento, de estructura, de todo… 'El estudiante de San Millán enamorado' no se parece en nada a lo que he escrito antes y no se parecerá a lo que escriba de ahora en adelante. Pero, eso sí, conservando siempre la aspiración de hacer arte, de hacer algo donde esté muy presente la dimensión estética del idioma. El inolvidable Francisco Umbral aseguraba que “a la obra de un escritor nato y con clima propio pueden faltarle muchas cosas y sobrarle algunas (esto ya es menos frecuente), pero en cuanto empezamos a leerle asciende del libro hacia nosotros el perfume de la literatura como una emoción”. A eso aspiro yo: a emocionar con lo que cuento.

S.- Rasaltas el valor de la belleza de las palabras ¿Qué importancia concedes a la ‘forma’ –a la estética de la escritura- en tus novelas? ¿Cómo distribuyes el porcentaje de relevancia forma/historia en la novela?

Trato que la distribución sea al 50 por ciento. Me encanta la forma, pero también la historia. Y además en estos tiempos en los que prima la imagen, las series de televisión, las películas, lo visual, la narratividad, es una locura quedarse en la forma, como hacía, por ejemplo, Gabriel Miró. Era un escritor genial, de una plasticidad insuperable, pero ahora ningún editor se arriesgaría a publicarle porque era excesivamente barroco. También de Umbral alguien llegó a decir que era un excelente escritor, por su dominio del idioma, pero un mal novelista, ya que sus creaciones apenas tenían argumento. Son dos genios. Insuperables. Pero hoy en día se pide más que nunca una historia y a esa demanda trato de responder yo en mis relatos.

 

S.- Periodista y escritor, ¿cómo ha sido moverse por los dos mundos? De entrada no parece dos universos sencillos.

Habría que volver a mencionar esa frase clásica que dice: “No le digas a mi madre que soy periodista; dile que trabajo de pianista en un burdel”. No es para tanto, pero ambas profesiones tienen que ser muy muy vocacionales, porque si lo que buscas es fama, dinero y lujos te has equivocado de lado a lado.

 

S.-.- ¿Crees que hoy en día se hace buen periodismo?

En España, gracias al periodismo se están poniendo al descubierto todos los casos de corrupción, unos medios con más énfasis que otros. El periodismo está haciendo un extraordinario trabajo de higiene y regeneración democrática. Eso nadie lo puede poner en duda. Pero, dicho esto, bien es cierto que yo echo de menos un periodismo más pegado a la calle, ese periodismo donde se desgastan las suelas de los zapatos para entrevistar a gente de pueblecitos, para saber de sus vidas y de sus ilusiones… Ahora se ha establecido como única  modalidad el periodismo de mesa: hay muchos profesionales que no se mueven de su asiento. Consiguen las noticias a través del fax (cada vez menos), del mail, del teléfono y de los mil y un sistemas de comunicación que existen ahora.


S.- ¿Qué escritores son tus referentes? 

Todos los que han aspirado a buscar la belleza de las palabras. Y los grandes novelistas de otras épocas, como los novelistas rusos, los italianos, los franceses, los estadounidenses, los escritores del llamado boom americano del realismo fantástico. Y los poetas. Ahora mismo estoy leyendo al bilbaíno Blas de Otero y me está encantando. Yo empecé a leer a Julio Verne y a Benito Pérez Galdós con doce años y entre esas dos referencias se han movido mis gustos.

 

S.- ¿Cuál es el último libro del que has disfrutado?

No recuerdo, pero seguro que era de un autor póstumo. En estos nueve años que llevo de ‘paro técnico’ he leído unas 800 novelas y si bien es cierto que alguna me ha gustado no ha habido ninguna que me haya hecho disfrutar plenamente. Lo siento, pero es así. Y eso que muchas han  ganado premios importantísimos o han recibido críticas deslumbrantes en los suplementos literarios de mayor tirada del país.

S.- ¿Eres maniático a la hora de escribir? ¿Necesitas soledad, música, un lugar concreto?

Como he trabajado durante casi 30 años como periodista, estoy acostumbrado a escribir rodeado de alboroto, de interrupciones, de telefonazos… pero esta novela la he escrito casi como si fuera un ermitaño. Y no porque lo haya buscado, sino porque lo han propiciado las circunstancias. Y es que tengo una casa enorme en el pueblo, abandonada, que fue de mis abuelos, rodeada de jardines y de huertas, que me ha venido de perlas. Es una casa de tres pisos. Yo tengo el ordenador en el segundo y por la ventana solo se escucha a los pájaros cantar y a mi perro ladrar. A veces ladra tanto que tengo que bajar a pasearlo para que no me reviente los nervios. 

 

S.- ¿Escribes directamente en el ordenador o comienzas la historia en papel?

A Delibes las historias se le ocurrían cuando cazaba la codorniz o la perdiz. A mí me pasa algo parecido. Es cuando paseo cuando más historias se me ocurren. Y las apunto en una libreta que llevo en el bolsillo. Y cuando siento la necesidad o hasta el deseo de escribir es cuando me siento enfrente del ordenador. Solo escribo por gusto. Así que no sufro ese mal tan característico de la hoja en blanco. Cuando me pongo frente a la pantalla tengo claro qué voy a relatar y cómo. Decía Francisco Umbral (Francisco Umbral otra vez) que lo que se escribe con esfuerzo se lee con esfuerzo y recomendaba que se escribiera como se toca el piano, sin interrupción, de forma cadenciosa, manteniendo el ritmo. 

 

S.- ¿Dónde se escribió ‘El estudiante de San Millán enamorado’? ¿Visitaste el entorno de San Millán durante la escritura de la novela?

Tengo muchos amigos en San Millán de la Cogolla y voy mucho por allí, algún viernes a merendar en el bar de la plaza, algún domingo a tomar el vermú o cualquier día a hacer de guía para amigos que llegan de fuera de La Rioja y quieren conocer los monasterios. Además, San Millán lo tengo muy presente y he leído muchos libros sobre este pueblo y sobre los personajes que lo han habitado y he escuchado muchas historias de boca de las gentes del lugar.

 

S.- ¿Trabajas ya en una nueva novela?

No, no estoy trabajando en una nueva novela, sino en cinco. Estoy escribiendo cinco novelas a la vez. Cuando vuelvo de mis paseos, con el material recopilado en la libreta, decido en qué novela va ese material y en qué capítulo en concreto, si en el primero, en el segundo o en el último. Y así van avanzando las novelas, ante la atenta mirada de mi perro, que es el que me acompaña por los caminos donde busco inspiración.



Autor: Javier Muro

Suscripción a la Newsletter Enviar