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{ENTREVISTAS}

'Los secretos que cambian la vida de las personas no son de Estado, son de alcoba y álbum de fotos'

Teresa Viejo, periodista y escritora, plantea una historia de misterio clásico en 'Mientras llueva'

Teresa Viejo es periodista y escritora. 'Mientras llueva' es su tercera novela y pasó por Logroño para presentarla. Hemos quedado en el 'Romasanta', un cafe de amplias cristaleras y cómodos sofás situado en el centro de la capital riojana. Teresa Viejo llega a la cafetería tras pasear un rato por la ciudad. Asegura que disfruta descubriendo edificios antiguos que le seducen y sugieren misteriosas historias. Es una tarde de otoño de esas que advierten cómo puede llegar a ser el invierno y el misterio precisamente será uno de los temas protagonistas de la conversación. Teresa ha compaginado su trabajo como periodista en prensa, radio y televisión con la literatura. Ha presentado magazines en Televisión Española, programas de investigación en Antena 3 y dirigió la revista Interviu de 2002 a 2004. 'La memoria del agua' y 'Que el tiempo nos encuentre' fueron sus dos primeras novelas. Ahora, 'Mientras llueva' ha sido descrita como hipnótica, turbadora y plagada de sorpresas. Un historia de misterio clásico, de suspense y también de redención para Alma, su protagonsita./Javi Muro

 

SPOONFUL.- ¿Qué nos encontramos al abrir las páginas de ‘Mientras llueva’?

Nos vamos a encontrar algo parecido a una caja de Pandora. Por una parte, encontraremos un drama familiar cargado de secretos y nos vamos a encontrar una novela de misterio al uso, tradicional. Digo tradicional en el sentido de que a mí me gustan los misterios clásicos… casas encantadas, desvanes que esconden objetos arrumbados, que a su vez también esconden una historia detrás; fotografías misteriosas, que retratan a personajes misteriosos. Nos vamos a encontrar un libro dentro de otro libro que se convierte en la hoja de ruta de la protagonista. Ella, en un momento determinado, en una librería de antiguo, encuentra con una novela ‘La rosa amarilla’, que será esa hoja de ruta que le marca el inicio de una búsqueda. Me gusta escribir así, no sé si los lectores lo perciben, variando entre el drama, el misterio e incluso la investigación policial teniendo en cuenta que nunca es un policía el que investiga. 'Mientras llueva' puede ser incluso una novela de amor al límite… lo que no es, es una comedia…


S.- Alrededor de ‘Mientras llueva’ surgen ideas como: fuga, redención, misterio, suspense, también el amor…

Son ideas que encajan perfectamente con la novela, por eso decía que se trata de una pequeña caja de Pandora. Al abrirla surgen todos esos argumentos. En el fondo, un libro –salvo que sea de género- retrata la vida de quienes lo protagonizan y la vida tiene un poco de todas esos conceptos, un compendio de todas esas ideas.


S.- Más aún, cuando géneros tan definidos como la novela negra también han dado un paso adelante y sus protagonistas ya no son sólo detectives o policías…

Así es. Una vez le pregunté a Lorenzo Silva, cuando trabajaba en la anterior novela, que no se trataba de una novela policiaca al uso y que se habían colado momentos muy emocionales. Lorenzo me dijo que una novela que no tenga emociones al límite no es una novela. Es así, tiene razón.


S.- Al hilo de lo que apuntabas de tu conversación con Lorenzo Silva, ¿es desde los sentimientos desde donde afloran los secretos?

Claro. Para mí los grandes secretos que cambian la vida de las personas no son los secretos de Estado, son los secretos de alcoba, o los que se guardan en un álbum de fotos, o en los desvanes de las casas. Porque son los que de verdad te marcan la vida, los que te llevan por un rumbo que si los hubieras conocido antes no hubiera sido el mismo.


S.- En ‘Mientras llueva’ juegas con escenarios reales y escenarios imaginarios, ¿no?

Realmente, opté por poner un nombre imaginario a un lugar de la cornisa cantábrica porque no quería ubicar la historia en un punto concreto. No quería que el lector se pusiera a buscar la casa en cualquier acantilado. Por eso inventé el nombre de Malpaís. Al mismo tiempo, aparece Madrid y también hay un pequeño salto en flashback a Cuba. Creo que tampoco tiene demasiada importancia que Malpaís sea un lugar inventado porque puede ser cualquier rincón de la cornisa cantábrica. De hecho, hay lectores que pueden estar situando el relato en su pueblo porque identifican la casa, o el acantilado, o la cala que conduce hasta no sé dónde por una senda, que puede ser el Camino de los Deseos.


S.- ¿Y el agua?... es una constante en tus novelas. Da que pensar que tiene un significado más allá de físico…

A veces creo que escribo para psicoanalizarme. El agua es liberadora. Me libera mucho más el agua que el aire, que el viento. La sensación de explotar la siento en el agua. Además, tiene todas las connotaciones positivas que puedas imaginar, pero también las negativas. El agua tiene tenacidad, la misma tenacidad que los secretos para que sean conocidos. Tratas de ocultar algo y el agua lo revela; tratas de poner diques al agua pero si tiene un camino antiguo fijado lo va a recorrer. Igual le pasa a los secretos, puedes tamponar a través de capas de olvido, pero el secreto tarde o temprano irá dando la cara como si fuera un riachuelo subterráneo. Al mismo tiempo, el agua tiene la vocación inundar las cosas. Incluso cuando llueve, con ese ruido, con el run run, esa especie de telón de fondo sonoro, va acallando lo que la gente dice, no permite escuchar bien. Es una especie de gorgoteo continuo y molesto, un ruido permanente.


S.- Hablas del agua como un personaje…

El agua es un personaje. En la novela la lluvia es un personaje y también el Cantábrico tienen un peso importantísimo. Es que yo soy agua. La parte intuitiva, creativa, el elemento emocional del ser humano es el agua.


S.- El título hace referencia a la lluvia. En la novela da la impresión de que llueve por fuera y por dentro…

Sí. Llueve por dentro de la protagonista. A veces pasa de la lluvia como llanto a la rabia, cuando superas el primer momento de desazón tienes que dar un paso que te anime a hacer cosas y a cambiar lo que tienes a tu alrededor. Eso es lo que le pasa a Alma. Todo lo que se encuentra es una lluvia perenne. Esa sensación de que la lluvia es necesaria para que vaya tapando todo con lo que se encuentra.

S.- Hablando de Alma, ¿cómo es? ¿Le prestas cosas tuyas a los protagonistas o a las secundarios?

Sí, me roban cosas mías. Casi todos los personajes van cogiendo cosas, si no son de tu propia persona son matices que te van dejando las personas con las que vas coincidiendo en tu vida. En este caso, creo que Alma tiene más de mí que anteriores protagonistas de otras novelas. Alma es una mujer muy racional, de ciencias y no de forma casual sino porque necesita traducir todo a una explicación científica, trata de encontrar explicaciones racionales hasta de las cosas más mineas. Si pudiera traducir el enamoramiento a una fórmula química ¿Por qué me enamoro de A y no de B? pues es por X+I… eso le gusta. Le gusta para dar cierto sentido de orden a una vida que está bastante desordenada. En el fondo es mucho más intuitiva de lo que se imagina. También mucho más desordenada y anárquica de lo que cree. Necesita organizar la vida que el destino le ha desorganizado.

 

S.- Pero es una mujer fuerte, independiente, ¿no?

Comparte una actitud vital conmigo, creo que es más osada que yo, y no tiene esos miedos físicos que nos han impregnado de niños… quizá porque Alma ha tenido una infancia muy libre y no basada en los tópicos… no tiene miedona quedarse sola, a conducir, a fumar, a moverse sola… hay que imaginarse a esta mujer en aquel año 1946. Incluso rompe los clichés del cortejo, no está esperando a que alguien la corteje mandándole flores. Ella decide y hace. Al mismo tiempo tiene un punto de ingenuidad sorprendente porque, a pesar de todas las cosas que ha tenido que hacer en su vida como mujer independiente, guarda la inocencia de la niña que se quiere aferrar a un tiempo feliz que era la infancia. Alma ve el peligro cuando ya lo tiene delante. Al lector le puede sorprender que Alma no perciba las cosas que él esté observando. Quería que la novela tuviera esa sensación que produce el cine en ocasiones y que el lector pudiera adelantarse al peligro y que se viera alentado a sugerir a Alma “no vayas por ahí”, “no confíes en él”, que digan… “cómo no lo ve”.


S.- Hablabas de que Alma tiene cosas de ti, pero que es más osada. Coincidís algunos escritores al definir a vuestros personajes cómo más osados que sus propios creadores...

¿Si es cómo me gustaría ser? No. No lo creo. Tendrían que realizar un análisis más profundo sobre cómo reaccionaría frente a las situaciones que ella se va encontrando a lo largo de la novela. Creo que pergeñas un personaje. Te haces una composición sobre cómo debe ser Alma, donde están sus fisuras, sus virtudes, sus defectos… Mi intención es que los personajes sean de carne y hueso, no crear una mujer perfecta ni un hombre perfecto. A partir de ahí aportas desde tu propia experiencia vital. Sé que unas de mis dificultades es la confrontación; Teresa Viejo es una persona que no discute y a mis personajes trato de darles un poquito de discusión. De vez en cuando dicen improperios y me digo “vaya, esto yo nunca lo diría”. Cuando se trata de un personaje femenino tan fuerte es inevitable que tenga cosas tuyas porque es como el prototipo de lo femenino, el crisol de lo femenino a través de tu propia óptimca.


S.- También la casa es muy protagonista…

Es un personaje, las dos casas lo son. Tanto la casa de la Constante como las ruinas de Providencia. Lo son en todas mis novelas. Mi primera novela es la historia de un balneario y su magia era omnipotente en todo el relato. En la segunda, las casas también tenían su importancia. La casa del torreón. Es algo personal. Tengo una conexión energética con los edificios antiguos. Creo que las piedras hablan a quién sabe escucharlas. Los edificios van atesorando una parte de la energía de quienes los han habitado. En especial aquellos lugares que han vivido un hecho traumático guardan de una forma densa esa esencia y quien lo sabe percibir lo siente. Más aún edificios que no han sufrido reformas ni remodelaciones. Más aún si han mantenido sus puertas y ventanas cerradas. Imagina si cierras una habitación donde ha pasado algo terrible y entras diez años después. La historia se mantiene en los goznes de las puertas, debajo de las alfombras, en los muebles. Es algo personal, voy caminando por la ciudad e interesándome por los edificios que me llaman la atención. Veo una ventana cerrada y a partir de ahí…


S.- ¿Cómo surge la idea de escribir ‘Mientras llueva’?

No hay un momento exacto en el que nace la idea. Me había acercado a una intriga psicológica en las dos novelas anteriores, también al misterio en algunos momentos. Era algo que me había gustado, lo había disfrutado, y me plantee sumergirme en una historia de misterio al uso. Una historia de misterio al cien por cien. Una historia de aquellas tradicionales de misterio de los años cuarenta. Las novelas de comienzo de siglo y las películas de los años cuarenta. ‘Laura’, de Otto Preminger, ‘Rebeca’, de Hitchcock, aunque a mí me gusta mucho más la novela de Daphne du Maurier que la película. Es más extensa y está llena de matices que en la película tienes que constreñir. ¿Por qué no escribir una historia de misterio? Me plantee escribirla. Recuerdo que con  la presentación de la segunda novela estuve en Gijón y estuve paseando y viendo casas. Allí me reuní con una asociación de escritores y me estuvieron contando historias sobre edificios. Y a partir de ahí estaba decidida y comencé a escribir ‘Mientras llueve’. Nació sola, la escribí en un momento inspirador. El esqueleto lo tenía en un mes. En poco tiempo tenía la biografía de Alma.
S.- Hablando de Alma, ¿el nombre de la protagonista es casual?

No, quería un personaje cuyo nombre comenzara por A porque las protagonistas de las dos novelas anteriores también lo hacían Amara y Aurora. Cuando vi que la novela tenía esa carga espiritual tan potente me decidí por Alma. Ahora es un nombre más habitual, pero en 1946 remitía a lo que necesitaba que transmitiera. Alma es un nombre alemán –muy común allí- y al mismo tiempo nos lleva a pensar en el alma, en lo espiritual. Buscaba ese juego.


S.- Has comentado en alguna ocasión que siempre estás en constante aprendizaje…

Sí, claro. Vital ante todo. Cada uno se responde a qué hago aquí, cuál es mi lugar, qué sentido tiene esto… Yo me lo respondí hace tiempo y para mí es un aprendizaje. Aprendemos a vivir, a relacionarnos con los demás, a amar, aprendemos a aprender, a desarrollarnos profesionalmente, a indagar en nuestra vida espiritual, aprendemos, incluso, a irnos, a decir hola y a decir adiós.


S.- ¿A decir hola y adiós?

Sí, hay que aprender a irse porque si no cuando nos vamos lo hacemos con gran dolor. Hay que aprender a irse. Aprendemos también a envejecer.


S.- Al hilo de lo que comentas, ¿Qué has aprendido como escritora y qué como periodista?

El ejercicio del periodismo te permite estar, no en la retaguardia de la vida, sino en la primera línea. Eres un observador y como tal retratas la realidad y se la trasladas a los demás. El periodismo tiene ese efecto multiplicador tan interesante de contar lo que ves. Por otro lado, escribir, te permite lo que no es posible desde el periodismo en absoluto que es la reflexión. En el periodismo tienes que aprender y soltar, es parte del juego. Escribir te permite quedarte con algunas cosas –esto me gusta me lo guardo-, reflexionar sobre ellas, catalogarlo, lo puedo dejar en el aire en puntos suspensivos si no sé darle una respuesta. Escribir es, de todos los aprendizajes vitales, el más interesante. Es el que te permite parar y pensar.


S.- ¿Eres obsesiva? Hablando de periodismo y literatura, ¿te obsesionan las audiencias o las ventas de libros?

Ni una cosa ni otra. Soy una persona bastante obsesiva, pero me obsesiona el mundo de lo emocional. No me obsesiona la audiencia, ni los reconocimientos, ni las críticas, ni las ventas. No se puede crear si estás pendiente de variables que son intangibles, que no dependen de ti. ¿La audiencia de qué depende? De si vas a las diez de la noche o las doce, de si antes hay un partido de fútbol u otra cosa, intangibles. ¡Olvídate! ¿Las ventas? Dependen también de muchas cosas. No soy una autora con perfil de best  seller, es un tipo de narrativa que conecta con un tipo de lector y si llega a muchos pues mejor. Me obsesiona la idea de fraude. Se detecta tanto fraude en esta sociedad que me sentiría muy desazonada si alguien me dijera que fraude sobre mi novela. Te puede no gustar, pero no que un lector la considerada un fraude. Tengo obsesión por no defraudar.


S.- Y como periodista, ¿crees que se hace buen periodismo hoy en día?

Generalizar sería banal. Estamos muy condicionados por los recursos económicos y por quienes dirigen los medios que generalmente son gestores. Se han adelgazado tanto los recursos que estamos escuálidos y tenemos que hacer virguerías con muy poco y el periodismo es una profesión que requiere recursos. Un buen periódico no se hace con una pantalla de ordenador y un redactor, entre otras cosas, se necesita tiempo. Estamos perdiendo el contraste de las fuentes porque no tenemos tiempo. Por otro lado, mientras las empresas periodísticas no estén dirigidas por periodistas en muy difícil trasladar este mensaje que no entienden los gestores. Es como si yo me pongo a organizar una carnicería, cuando el carnicero me habla de despieces pues no le entiendo. Con esas limitaciones y valiéndose de que es una profesión muy vocacional se suple la falta de recursos con ilusión y voluntarismo. ¿Cuánto tiempo se puede sostener esto? No lo sé, porque la gente tiene que vivir, tener una vida, pagar sus hipotecas, tener hijos… Ya no se hace calle en el periodismo, y eso es buen periodismo.




Autor: Javier Muro

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