19952
{CULTURA / CINE}
De Meliés a Matrix, ciencia ficción en busca de respuestas
Dicen que la ciencia ficción no es sólo un género literario o cinematográfico, sino algo más: un estado de conciencia. Dicen también que la ciencia ficción –y los superhéroes- cobran una mayor presencia en los malos tiempos, cuando las cosas están complicadas. Quizá sea cierto y quizá también por ese motivo, la ciencia ficción se haya convertido en parte del dialecto de la segunda década del siglo XXI –una data, que de por sí suena futurista.
Y es que los que estudian el fenómeno aseguran que a través de estos relatos –sean literarios o cinematográficos- analizamos los porqués del deterioro de nuestra sociedad y que al mismo tiempo buscamos respuestas e invocamos a hombres y mujeres extraordinarios para que venzan, como metáfora, a los villanos del siglo XXI. Villanos que actualmente residen en corporaciones, gobiernos y partidos políticos y que han hecho de la corrupción su estilo de vida y privilegio. De ser cierta esta teoría, la ciencia ficción es la reflexión y los superhéroes la bofetada que todos queremos propinar a los malos; porque la sociedad actual –a pesar de las diferencias económicas- más que en pobres y ricos, se divide en buenos y malos. Creo que fue Arthur C. Clarke quien recomendó a los políticos leer ciencia ficción y dejar los westerns y novelas policiacas, ya que suele ofrecer –aseguraba- una crónica de nuestro tiempo y una guía premonitoria del futuro.
Desde esa abstracción, el cine ha narrado algunas de las más extraordinarias historias de ciencia ficción. ¿Qué hubiera sido capaz de contar Julio Verne de haber dispuesto de una cámara digital?
A través de la ruta abierta por George Melies hacia el ojo de la luna se colaron fabulosos creadores, pero si, entre otras cosas, la ciencia ficción habla de la relación del hombre con la tecnología, Stanley Kubrick rodó la obra cumbre del género.
‘2001 Una odisea del espacio’ se plantea desde el futuro la pregunta que siempre ha preocupado al ser humano. ¿Dios existe?... ‘2001’ está basada en un cuento –‘El Centinela’- de Arthr C. Clarke. Comienza con la aparición de un extraño monolito en mitad del desierto. Adorado por una tribu de hombres primitivos, el monolito despierta la agresividad de uno de ellos que comienza a golpear violentamente el esqueleto de un animal.
Cuatro millones de años después, otro monolito enterrado en una luna despierta el interés de los científicos. El doctor Heywood viaja a la estación Clavius para examinar el hallazgo. Meses después, la nave Discovery se dirige a Júpiter para explorarlo. Durante el viaje, HAL 9000, una computadora dotada de inteligencia artificial, se hace con el control de todos los sistemas de la nave, saboteando la expedición. Uno de los tripulantes, Bowman, sobrevive y logra conectar con el monolito, logrando atravesar la puerta estelar que le conduce al último estadio de la evolución humana. Y es que ‘2001’ narra los diversos periodos de la Historia de la humanidad, atreviéndose no sólo con el pasado, sino también con el futuro; y lo hace a través de cuatro capítulos: ‘El amanecer del hombre’, ‘Misión Júpiter’, ‘Júpiter, 18 meses después’ y ‘Júpiter, más allá del infinito’.
Kubrick filmó ‘2001’ en 1968, un año antes de que el hombre llegara a la Luna y con la guerra de Vietnam aún latente. En abril de ese mismo año Estados Unidos había enviado al satélite terrestre la nave Surveyor VII –no tripulada- que concluyó con éxito su alunizaje.
El viaje descrito en ‘2001’ es hipnótico –la música del Danubio Azul y Así habló Zaratrusta embaucan-; es un viaje lleno de simbología, especialmente, respecto al monolito identificado como Dios por unos, o como una idea del absoluto, por otros. Quienes han desmenuzado los mensajes incrustados en el relato recuerdan que HAL 9000, al igual que los hombres, “prefiere matar antes que reconocer que ha mentido para esconder sus errores”.
Sí ‘2001 Una odisea del espacio’ describía el viaje del hombre hace estadios de inteligencia superiores, ese mismo año 1968 se rodó una película que relataba cómo el ser humano había realizado un uso equivocado de su capacidad de razocinio. ‘El plantea de los simios’, dirigida por Franklin J. Scharffner cuenta como George Taylor, un astronauta que forma parte de la tripulación de una nave espacial -en una misión de larga duración, iniciada en 1972-, que se estrella en un planeta desconocido en el que, a primera vista, no hay vida inteligente.
Pronto se dará cuenta de que el planeta está gobernado por una raza de simios mentalmente muy desarrollados que esclavizan a unos seres humanos que carecen de la facultad de hablar. Cuando su líder, el doctor Zaius, descubre horrorizado que Taylor posee el don de la palabra, decide que hay que eliminarlo.
‘El planeta de los simios’ es una espectacular fábula sobre la decadencia de la civilización y sus últimas escenas componen, quizá, el mejor final de una película de ciencia ficción, propinando una bofetada moral al espectador. En la película de Scharffner lo humano se convierte en lo monstruoso.
Tres años después, la ciencia ficción da un paso más dentro de la historia del cine y abre las puertas a la metafísica, siguiendo la estela de la reflexión iniciada por el género sobre la evolución moral del individuo en un mundo en permanente metamorfosis. ‘Solaris’, dirigida por Andrei Tarkoski y basada en la novela de Stanilav Len, sitúa al psicólogo Chris Kalvin en pleno viaje a la estación espacial que gravita sobre Solaris, con el fin de desentrañar los extraños sucesos que allí ocurren.
La superficie del planeta es un océano pensante, con capacidad de sondear el cerebro de los seres humanos y materializar fragmentos de sus recuerdos. El propio Kelvin es víctima de Solaris. Su esposa, que se había suicidado siete años antes, comienza a aparecérsele, reactivando los sentimientos que tenía hacia ella. La película de Tarkoski resalta, a través de la ciencia ficción, lo trascendental en una sociedad que está perdiendo el contacto con lo espiritual. ‘Solaris’ expresa el reconocimiento de una conciencia trágica, que juega con las alucinaciones y la realidad para reflexionar sobre la idea del amor absoluto. Un concepto que el director Steven Soderberg potencia en la versión de ‘Solaris’ que dirigió en 2002 –protagonizada por George Clooney y Natascha McElhone- a través de los versos del poema de Dylan Thomas. “Aunque los amantes desaparezcan, el amor perdurará y la muerte no tendrá señorío”. ‘Solaris’ puede ser entendida como uno de los primeros ejemplos de ciencia ficción interior.
Y cuando la ciencia ficción parecía caminar hacia la introspección aparecieron en la pantalla Dark Vader, Luke Skywalker, la princesa Leia, Han Solo, Chewaka, R2D2, C3PO… el Halcón Milenario y la Estrella de la Muerte.
Era el año 1977 y el director George Lucas acababa de propiciar una nueva revolución en el género. Y es que ‘La guerra de las galaxias’ trasladó al espacio la esencia del cine; es decir, el cine de aventuras, el cine de héroes. De alguna manera, Lucas filmó el primer western intergaláctico.
Además, ‘La guerra de las galaxias’ supuso también un paso adelante –más bien un salto- en el campo de los efectos especiales y la tecnología al servicio de la narración. La Academia la galardonó ese año con seis estatuillas en categorías técnicas. Las trilogías que mirando atrás y adelante han dado continuidad a la historia iniciada en ‘La guerra de las galaxias’ quizá no hayan desprendido el mismo efecto sorpresivo del primer capítulo pero no hay duda de que han despertado el entusiasmo de millones de seguidores de la saga.
El cine había descubierto la capacidad de la ciencia ficción para relatar aventuras épicas y, al mismo tiempo, reflexionar sobre los porqués que preocupan al hombre, los porqués sobre la vida o la humanidad. Quizá fuera Ridley Scott quien mejor entendió la oportunidad que brindaba el género para entrelazar ambos caminos. Añadió un ingrediente más: el terror.
‘Alien, el octavo pasajero’ (1979) reúne todos esos condimentos: aventura, héroes, preguntas en busca de respuesta y miedo. La película de Ridley Scott cuenta como la nave Nostromo recibe una extraña señal desde un planeta cercano. El ordenador central, MADRE, despierta a sus siete tripulantes y les informa de la misteriosa detección que parece provenir de una forma de vida desconocida. La Nostrono se dirige al planeta del que procede la emisión. Allí descubre un esqueleto y mientras los científicos lo analizan comienzan a ser atacados por un elemento corrosivo.
En ‘Alien’, Scott convierte al monstruo en el protagonista esencial de la película, a través de una estética que podría definirse de terror gótico. Tras una saga de cuatro películas –a las que podría añadirse ‘Alien contra Predator-, Ridley Scott parece haber puesto punto final a la trama con ‘Prometheus. El origen del monstruo’, en la que trata de dar respuesta a las preguntas planteadas desde ‘Alien el octavo pasajero’… entre otras… el origen de la vida en la Tierra, pero como ya se advierte en la primera entrega: “en el espacio no se escuchan los gritos de las víctimas”.
Rideley Scott quedó prendado del género de la ciencia ficción y si en ‘Alien’ había dibujado una historia de aventuras con preguntas metafísicas, en Blade Runner (1982) se adentra en lo apocalíptico.
‘Blade Runner’ es quizá la más excitante de las películas creadas jugando con la fantasía y la ciencia desde ‘2001, una odisea del espacio’. Aquí, Ridley Scott mostró: “No un futuro premonitorio, sino un presente y un mañana peores". Al igual que sucedía en ‘El planeta de los simios’, ‘Blade Runner’ habla de la decadencia de la sociedad y del sentido de la vida.
Scott narra como a principios del siglo XXI –la película se estrenó en 1982- la poderosa Tyrell Corporation creó, gracias a los avances de la ingeniería genética, un robot llamado Nexus-6, un ser virtualmente idéntico al hombre pero superior a él en fuerza y agilidad, al que se dio el nombre de Replicante. Estos robots trabajaban como esclavos en las colonias exteriores de la Tierra. Tras la sangrienta rebelión de un equipo de Nexus-6, los Replicantes fueron desterrados de la Tierra. Brigadas especiales –los Blade Runner- tenían órdenes de matar a todos los que no hubieran acatado la condena. Ahí comienza la historia y el debate sobre el sentido de la vida, la relación entre el hombre y la tecnología y, por qué no, sobre los sentimientos. ‘Blade Runner’ es hipnótica, agobiante y tenebrosa –sin que estos calificativos tengan un carácter negativo-, poética y romántica; su estreno supuso una nueva vuelta de tuerca al género.
Quizá, al cine de ciencia ficción tan sólo le quedaba un paso más por dar. Quizá tan sólo restaba proponer la idea de que la realidad del ser humano no es más que un simulacro digitalizado.
Ese paso lo dieron los hermanos Wachowski –Andy y Larry; hoy en día, Andy y Lana, tras el cambio de sexo de la segunda- en 1999, cuando rodaron ‘Matrix’, una película en la que la tecnología es una herramienta de producción, pero es también protagonista esencial de la historia. ‘Matrix’ fue también una revolución estética… de vestuario, de escenarios, de coreografías y movimientos; en ‘Matrix’ importa la historia, pero la forma y el ritmo son fundamentales.
‘Matrix’ plantea dudas y obliga a tomar decisiones –pastilla azul o pastilla roja-, es un desierto de lo real. ‘Matrix’ es fascinante y ya se saba: “Hay otros mundos, pero están en este".
‘2001’, ‘El planeta de los simios’, ‘Solaris’, ‘La guerra de las galaxias’, ‘Alien’, ‘Blade Runner’ o ‘Matrix’ beben todas de las inspiración que generaron pioneros de la ciencia ficción cinematográfica, personajes con una imaginación desbordante como George Meliés o Fritz Lang.
Ya en 1926, Lang había rodado ‘Metrópolis’, uno de los títulos fundacionales del género. ‘Metrópolis’ es una descomunal superproducción que permitió crear desde la nada una ciudad del futuro en la que viven sesenta millones de personas. Lang habla ya de una sociedad futura en la que reinan las desigualdades. En ‘Metrópolis’, en los rascacielos residen los administradores, las personas que toman los decisiones sobre los demás sin mancharse las manos. Abajo, en los subterráneos, como si fueran esclavos, los obreros… a un paso de la sublevación. A través de una sofisticada puesta en escena, Fritz Lang recurre a la ciencia ficción como reivindicación y estímulo… había descubierto ya, un género para tiempos de dificultad.
Aún antes, en 1902, Meliés filmó su ‘Viaje a la Luna’, recibiendo así el título honorífico de padre del género. Aquel fue el primer viaje interestelar de la historia del cine y, sin ninguna duda… un gran paso para la humanidad./Javi Muro.
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