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{CULTURA / FOTOGRAFíA}

Logroño en el 175 aniversario de la fotografía, del daguerrotipo a Teo Martínez

Jesús Rocandio, 'Logroño ciudad de la fotografía. Fotografía y fotógrafos en Logroño 1839/1979'

  A lo largo de los meses de diciembre y enero, miles de personas visitaron la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Logroño para contemplar la muestra 'Logroño imagen latente', se cumplían 175 años de la fotografía y como clausura de la exposición, el fotógrafo, director de la Casa de la Imagen, Galardón de las Artes Riojanas 2013 y también comisario de la muestra, Jesús Rocandió, ofreció la conferencia 'Logroño ciudad de la fotografía. Fotografía y fotógrafos en Logroño 1839/1979', una recorrido por la Historia de la fotografía en La Rioja y en Logroño, desde el daguerrotipo a la figura de Teo Martínez, que el año fue seleccionado para exponer sus fotografías en el certamen internacional PhotoEspaña. El relato de la Historia de la Fotografía en la ciudad nos parecía un texto inmejorable para cerrar la celebración del tercer aniversario de SPOONFUL.

 

'LOGROÑO CIUDAD DE LA FOTOGRAFÍA. Fotografía y fotógrafos en Logroño 1839/1979' (Jesús Rocandio)

Este año pasado se cumplió el 175 aniversario de la presentación del invento de la fotografía por el señor Aragó en la Academia de las Ciencias de Paris.  La exposición LOGROÑO IMÁGEN LATENTE –base de esta conferencia– rindió homenaje a este invento y a las personas que lo desarrollaron en nuestra ciudad, desde 1839 hasta hoy en día. Aquel invento cambió el mundo, o mejor dicho, la opinión que teníamos de él; ya no había que imaginar, la fotografía nos aportaba conocimiento científico sobre las cosas, lo que es lo mismo que decir que nos hacía más sabios, menos temorosos y por tanto más libres.


La palabra “fotografía” para definir a la representación del natural sin ayuda del lapicero en el interior de la cámara oscura, tardaría en generalizarse. Cada procedimiento recibía, bien el nombre de su inventor o el de alguno de sus componentes fisíco-químicos. El primer proceso y más extendido fue el creado por Jacques Mandé Daguerre, que recorrerá el mundo como un reguero de pólvora.


Este invento cambió la vida de las personas en todos los rincones del mundo. Como los inventos que atañen a lo más hondo de la naturaleza humana, la daguerrotipia hizo correr ríos de tinta tratando de describir lo fascinante de la las nuevas imágenes, pero en algunos casos lo más reaccionario de los cuidadores de la moral alerta sobre este diabólico invento. A los pocos días de ser presentada en París la creación de Daguerre por el señor Aragó, un periodista alemán confiado en la sabiduría científica de sus compatriotas y en la iluminación divina escribió en el Der Leipziger Stadtanzeiger. “El deseo de captar los reflejos evanescentes no es sólo una cosa imposible, tal y como ha quedado probado tras una investigación alemana concienzuda, sino que desearlo meramente es ya una blasfemia. El hombre ha sido creado  imagen y semejanza de Dios, y ninguna máquina humana puede fijar la imagen divina. A lo sumo podrá el artista divino, entusiasmado por una inspiración celestial, atreverse a reproducir, en un instante de bendición suprema, bajo el alto mandato de su genio, sin ayuda de maquinaria alguna, los rasgos humano-divinos. ¿Es posible que Dios haya abandonado sus principios eternos y permita a un francés, en París, dar al mundo una invención del Diablo?”.


En su primer año de vida, sólo en París se realizaron cerca de 200.000 daguerrotipos; tal era la fiebre por tener un retrato que se formaban largas colas en los estudios de los nuevos magos del arte. Esta es otra de las grandezas de la fotografía, acercar los retratos a un gran espectro social.


Logroño no podía ser menos y al poco tiempo del invento, la publicación local El Zurrón del Pobre recoge anuncios con la llegada a la ciudad de afamados daguerrotipistas, que no sólo hacen retratos, sino que alguno enseña por 320 reales el noble arte de Daguerre. Fue llamado espejo con memoria, metal tornasol  por su apariencia especular y cambiante según el ángulo de observación.

 

Desde aquel momento, si queremos tener constancia de cómo era nuestra ciudad hay que acudir a las fotografías, si queremos explicarnos quiénes éramos hay que acudir a las fotografías, si queremos documentar con exactitud los cambios y las convulsiones sociales hay que acudir a las fotografías. En definitiva: si queremos explicar nuestra ciudad, hay que acudir a las fotografías.LOGROÑO CIUDAD DE LA FOTOGRAFÍA

A primera vista parece un poco arrogante que una pequeña ciudad como Logroño celebre un aniversario señalado de una actividad tan universal.  Pero si estudiamos la historia de la fotografía de la ciudad, nos aproximaremos a la obra de fantásticos fotógrafos que nos mostraban quiénes éramos y qué pinta tenía la ciudad a través de su óptica. Como cita de la universalidad, apuntaremos que el primer daguerrotipo de Madrid lo tomó el científico riojano Mariano de la Paz Graëlls y de la Aguera. Desde el siglo XIX la ciudad recibió la visita de lo más granado de la profesión para dejar registro de sus calles y sus ciudadanos. Nombres como Frith, Napper, Clifford o Laurent, que aparecen en los libros de historia, posaron sus trípodes en nuestras calles. En esa época en Logroño se retrataba a personajes de la talla del general liberal y regente de España Baldomero Espartero, o del futuro presidente del gobierno Práxedes Mateo Sagasta. Científicos, como Víctor Lorza o políticos de la talla de Amós Salvador recorren con sus cámaras la ciudad brindándonos un repertorio social digno de estudio. Recién estrenado el siglo XX, artistas como José Ortíz de Echagüe se educan en Logroño y aquí realizarán parte de sus trabajos más afamados. Los estudios fotográficos logroñeses brillan a la altura de los mejores del país y la fotografía documental nos dejará autores que han sido destacados a nivel nacional, con exposiciones en PhotoEspaña. Al cabo de los años lo mejor de la fotografía internacional ha pasado por la sala Amós Salvador y la ciudad cuenta desde 1982 con dos galerías especializadas en fotografía.


Logroño acogió en 2011 la conferencia internacional Fotoconservación, la más importante del mundo en los últimos treinta años, en la que se plantearon las bases de la conservación del patrimonio fotográfico. En el salón de la escuela de artes de la capital se dieron cita las autoridades científicas más reputadas del mundo: conservadores del museo Metropolitan de Nueva York, de la George Eastman House, responsables de los archivos de Francia, Portugal, Australia, Brasil, Chile, Argentina, Suecia, Holanda, Alemania, Dinamarca, Italia, Grecia, etc, y la práctica totalidad de los españoles. A fecha de hoy, los trabajos de recuperación que se gestan en Logroño se exponen en las mejores salas de diversas ciudades y países, ocupan portadas en los diarios nacionales, en los noticieros de televisión, programas de radio y páginas en revistas internacionales. Instituciones como el Instituto de Estudios Riojanos viene realizando monografías de autores y publicaciones de estudios históricos que enriquecen el panorama cultural de la fotografía en Logroño. En la actualidad, la fotografía artística bulle en la ciudad y se puede empezar a hablar de una imagen contemporánea con la marca de la ciudad.


Igual es atrevido tildar a Logroño como la ciudad de la fotografía pero debemos sentirnos orgullosos de las fotografías realizadas, de los fotógrafos de nuestro pueblo, de la labor de recuperación y poner las bases para el desarrollo de lo que está por llegar. No hay muchas ciudades, menos del tamaño de Logroño, que hayan desarrollado una labor tan importante en el campo de la recuperación de archivos fotográficos. El ayuntamiento de Logroño, consciente de este patrimonio, viene realizando un trabajo ejemplar, poniendo los medios para la recuperación de la obra de fotógrafos que han trabajado en la ciudad. Gracias a esta iniciativa se han rescatado, restaurado, expuesto, publicado y puesto en valor cinco archivos de otros tantos fotógrafos. Son el principio de una colección que ya empieza a ocupar un lugar en las estanterías. Fotógrafos de Logroño tendría que publicar este año su sexta entrega, que se hará el año que viene si todo sigue su cauce. Para este 175 aniversario, recogiendo innumerables peticiones, nos pusimos a fabricar un proyecto que recogiera el trabajo de estos cinco fotógrafos, pero en su vertiente logroñesa; es decir, incluyendo solamente fotografías o personas de la ciudad. Rápidamente nos dimos cuenta que estábamos ante un complejo, pero maravilloso compendio fotográfico, para el que había que escribir un guión. La historia de esta película la escribimos sobre dos pilares: determinar el ámbito temático y el temporal.


El ámbito temático estaba claro: Logroño ciudad. El ámbito temporal lo determinamos entre la fecha de la presentación del invento (La llegada del invento a Logroño y los procesos del siglo XIX) y los últimos años de actividad de los fotógrafos que ya habíamos publicado. El XIX es la época más desconocida de la fotografía, aunque poco a poco gracias al trabajo de investigadores se van cruzando los datos y aclarando quiénes y de qué manera nos mostraron la ciudad durante ese siglo. Por lo distante en el tiempo, por lo apasionante de la evolución técnica en el registro de las imágenes y por poner otro grano de arena me extenderé más adelante.  Fijamos el año de salida en 1978, coincidiendo con la aprobación de la Constitución democrática y aproximadamente con los últimos años de actividad de Teo, Chapresto y Garay, ya que Lorza y Muro acabaron su actividad hacia 1935.


La mayoría de los archivos y colecciones a las que nos enfrentamos suelen estar enfermos con las patologías típicas del tiempo, del descuido y la mala conservación. En ocasiones, estos artefactos fotográficos nos han enfermado, porque las emulsiones en las que se alojan las sales de plata son orgánicas. La mala conservación hace que hongos, esporas y toda clase de “bichos” vivan a sus anchas entre las imágenes de nuestros seres queridos, puedan ascender al Mont-Blanc o montar en un tanque de la 1a Guerra Mundial.


Para llevar estos artefactos “fotográficos” a buen puerto y que se puedan disfrutar en su integridad, hay que disponer de un equipo cualificado que conozca los procesos históricos, las técnicas de restauración, la conversión digital y disponga  de los medios técnicos para poder realizar todas las fases con pulcritud. Quiero resaltar la labor de Santiago Baños, Teo Martínez, Mila Ruiz y Carlos Traspaderne, que son la base del ingente equipo en el que trabajan: Alberto, Bernardo, Osvaldo y Ricardo en los textos, Blasqi en las películas, Jorge en el diseño gráfico, Carlos en la imprenta, Nacho con los marcos, Armando con las antigüedades y la madera noble, Bob, Carlos, Carmen, Chemanu, Diego, Iker, Imanol, Kelly, Juano, Lara, Noelia, Norberto, Pablo, Raquel, Teresa y Vesna con las fotografías. Un lujo de equipo que está haciendo posible que cada vez sepamos más de nosotros mismos.

 

CLAVES DE UN TRABAJO DE RECUPERACIÓN

Pensar visualmente, es la clave que siempre ha presidido nuestro trabajo de recuperación. Resulta habitual asistir a la presentación de trabajos de recuperación que olvidan la fotografía y su lenguaje, para refugiarse en diatribas históricas, más o menos acertadas. Catálogos impresos con todo lujo y medios en los que se ven burdas caricaturas de las imágenes que en su día hicieron los fotógrafos. Sombras negras, cielos en los que han desaparecido las nubes, camisas tan blancas en las que es imposible distinguir el tejido, y lo que es peor, reencuadres que mutilan la composición. Para aclararnos, permítanme poner un ejemplo literario: Compramos una novela, a la que por un problema de encuadernación, le faltan dos cuadernillos correspondientes a diferentes capítulos. Un lector avezado podría poner de su cosecha para dar sentido al relato, pero en la mayoría de los casos nos resultaría difícil entender la historia con exactitud. Algo parecido es lo que hacen aquellos que no conceden importancia al lenguaje del fotógrafo, que se expresa única y exclusivamente con imágenes. Por tanto es imprescindible conocer las técnicas empleadas, por los fotógrafos, para poder transmitir el lenguaje con exactitud; lo demás son historietas de plumillas.


En todas las exposiciones de la serie Fotógrafos de Logroño hemos seguido unas pautas que se mantienen en ésta:


-Fotógrafos y fotografías de calidad. No hay cosa que moleste más a un autor que le cercenen una obra. ¿Cómo entenderíamos un poemario si le restan cuatro versos de cada página, o una sinfonía a la que se le obvia un movimiento, o si vemos Las Meninas en blanco y negro? Resulta muy común ver reproducciones fotográficas, incluso en exposiciones, espantosas en su nitidez, tono o color, cuando no están reencuadradas o mal reproducidas. Esto para una obra fotográfica sería lo mismo, restándole capacidad de compresión. Se ve lo que hay, pero no se comprende en su totalidad semántica, porque simplemente le faltan cosas.


-Hacer una fotografía es fácil, hacerla buena no lo es tanto. Por ello elegimos las que estimamos que tienen interés. Este punto es clave cuando te enfrentas a un archivo con miles de imágenes. Editar un trabajo que no es tuyo exige un compromiso con el fotógrafo que estudias.


-No olvidar al fotógrafo. Fotografía y documentalidad, documentalidad y fotografía. Tratamos de no olvidar que la fotografía es ante todo eso: fotografía. Los fotógrafos, los buenos, piensan visualmente, y como diría el maestro Momeñe “miran el mundo para convertirlo en fotografías”. Sí hay documentos en las fotografías, pero son documentos visuales.


-Cuidado exquisito en las fases de conversión digital y copiado de exposición. Somos respetuosos con la obra del fotógrafo y tratamos de sacar el máximo de sus negativos, seguramente porque también lo somos. Hay que ser conscientes de que el espectador piensa, que lo que está viendo es la obra del fotógrafo. Hacemos un trabajo de investigación de sus materiales, sus cámaras, sus procesos, cómo eran sus estudios, qué luz empleaban, hasta que nos colocamos en su pellejo. Como fotógrafos e investigadores no nos limitamos a un estudio intelectual, queremos saber qué sentía el autor y porqué empleaba una técnica determinada y no otra, conscientes que, en fotografía, técnica es igual a lenguaje. Para entender este lenguaje, hemos realizado todos los procesos fotográficos empleados desde el XIX a la actualidad, creemos que es una buena manera de acercar con cierto rigor la obra de un autor al público.


-La fotografía está pegada a la vida. Por ello empleamos todas las posibilidades que se nos brindan, para que estos trabajos no se queden solamente en los archivos, tratando de acercar la fotografía a su destinatario: la gente.


-Carácter didáctico de las exposiciones. No perder la ocasión para mostrarlos entresijos de cómo están realizadas las imágenes, ya que somos conscientes del desconocimiento general que existe sobre los procesos fotográficos. Este carácter lo completamos con los contextos históricos y creativos.


-Contexto histórico. Dotar de contexto histórico a la obra que presentamos es absolutamente necesario para ubicar al espectador en la época que tratamos.

 
-Contexto creativo. Definir el estilo del fotógrafo y ubicarlo en los usos creativos de su época.

 

LLEGA LA FOTOGRAFÍA CONVERTIDA EN DAGUERROTIPO. SIGLO XIX

El daguerrotipo es el primer procedimiento fotográfico universalmente difundido, por lo que se cita el día de su presentación, 19 de agosto de 1839, como el del comienzo de la fotografía. La noticia de la presentación se extendió por Europa al traducirse el manual de Daguerre. Recoge un diario parisino que a las pocas horas de la presentación del invento, la multitud se acercó a las ópticas de la ciudad para comprar todas las cámaras oscuras que todavía quedaban en la ciudad. Este invento cambió la vida de las personas en todos los rincones del mundo. Como los inventos que atañen a lo más hondo de la naturaleza humana, la daguerrotipia hizo correr ríos de tinta tratando de describir lo fascinante de la las nuevas imágenes, pero en algunos casos lo más reaccionario de los cuidadores de la moral alerta sobre este diabólico invento. A los pocos días de ser presentada en París la creación de Daguerre por el señor Aragó, un periodista alemán confiado en la sabiduría científica de sus compatriotas y en la iluminación divina escribió en el Der Leipziger Stadtanzeiger: “El deseo de captar los reflejos evanescentes no es sólo una cosa imposible, tal y como ha quedado probado tras una investigación alemana concienzuda, sino que desearlo meramente es ya una blasfemia. El hombre ha sido creado  imagen y semejanza de Dios, y ninguna máquina humana puede fijar la imagen divina. A lo sumo podrá el artista divino, entusiasmado por una inspiración celestial, atreverse a reproducir, en un instante de bendición suprema, bajo el alto mandato de su genio, sin ayuda de maquinaria alguna, los rasgos humano-divinos. ¿Es posible que Dios haya abandonado sus principios eternos y permita a un francés, en París, dar al mundo una invención del Diablo?”.



Contraviniendo las estimaciones del periodista alemán, comienzan a aparecer daguerrotipistas en toda Francia, y casi simultáneamente en el resto del orbe, Alemania incluida. En el año siguiente a la invención, la daguerromanía se extendió por casi todos los países de Europa y en los Estados Unidos. Para hacerse una idea, en Nueva York ya se habían instalado más de cuarenta estudios de retrato.


El daguerrotipo nace con la vocación de sustituir a los pintores miniaturistas, que con una extrema habilidad pintaban retratos para camafeos o pequeños marcos. Un daguerrotipo es una fotografía única sobre metal. El soporte es una placa de cobre recubierta de una capa de plata pulida como un espejo. La imagen se compone de partículas esféricas dispuestas sobre esta superficie sensibilizada con yodo y/o bromo y revelada con vapor de mercurio, lo que hacía del proceso una actividad muy nociva para la salud. Fue llamado el espejo con memoria por su apariencia especular, ya que la imagen se observa positiva o negativa dependiendo del ángulo de reflexión de la luz.



-Primeras noticias en España.


Un riojano tomó el primer daguerrotipo de Madrid

El 10 de noviembre de 1839 se realizó en Barcelona la primera demostración en España de la técnica del daguerrotipo "para la obtención de imágenes directas en el interior de la cámara oscura", de manos de Ramón Alabern, que se presentó como discípulo de Daguerre. Aquel primer daguerrotipo se sorteó entre la concurrencia, que pagó seis reales de vellón por participar en la rifa. Nada se sabe dónde fue a parar, sólo que la sesión estuvo muy concurrida, que la espera fue amenizada por una banda militar, que el inicio de la toma y el cierre de la tapa sobre el objetivo fue señalado con salvas de fusileros y que la histórica imagen correspondió al número 56.


La Rioja se suma a la obtención del primer daguerrotipo de Madrid en la figura del insigne científico Mariano de la Paz Graëlls, natural de Tricio, que junto a los señores Pou y Camps, asombraron a la concurrencia con una vista del Palacio Real tras sesenta minutos de exposición. La toma se realizó a los ocho días de la de Barcelona, sin conocimiento alguno de la experiencia catalana. Este primer daguerrotipo madrileño no fue sorteado, exponiéndose a la incrédula vista del público durante unos días. Tras un accidente en su manipulación, este primer daguerrotipo se destruyó en 1978 en la facultad de farmacia de Madrid.


En España se conservan unos veinte daguerrotipos que contienen vistas de ciudades o paisajes, entre los que no hay ninguno de Logroño. Lejos de la toma de paisajes, esta técnica se desarrolló extraordinariamente en el campo del retrato, lo que propició el nacimiento de una nueva profesión que llenó los diarios de sugestivos anuncios invitando a la ciudadanía a obtener "una imagen muy parecida a la natural". Hasta ese momento solamente las clases acomodadas podían permitirse el lujo de tener un retrato pintado en un lienzo. Entre la burguesía ascendente se habían puesto de moda las miniaturas: retratos muy pequeños pintados para camafeos o pequeños marcos. Con la llegada del daguerrotipo y la fotografía, la naturaleza del retrato cambió definitivamente, pasando de ser patrimonio de unos pocos a compendio de la raza humana.


-Logroño y el nuevo invento

Teniendo en cuenta la procedencia del invento, no es extraño que los primeros nombres de quienes practicaban la daguerrotipia suenen a francés. Si el invento necesitó casi un mes para llegar a Barcelona, empleó un año para llegar a La Rioja. En 1839 se llegaron a realizar tres traducciones de manual de Daguerre. La primera referencia existente en Logroño data del 12 de enero de 1840. En el Boletín Oficial de la provincia de Logroño se anuncian las nuevas obras que se hallaban a la venta en la afamada librería Ruiz. De estas obras se hace especial hincapié en una y se cita:


Exposición histórica y descripción de los procedimientos del DAGUERROTIPO, método por el cual se saca en pocos minutos el diseño artísticamente exacto de toda clase de objetos de la naturaleza o del arte, vistas de paisajes, copias de edificios, de monumentos, estatuas y bajos relieves, de objetos de anatomía humana y comparada, de historia natural, retratos, etc., por medio de la acción de la luz sobre una composición material, sin necesidad de conocimiento alguno de pintura ni de dibujo y del diorama. Por Daguerre (Luis Santiago Mardé) pintor inventor del DIORAMA, oficial de la Legión de Honor, socio de varias academias, traducida de la última edición francesa, corregida y considerablemente aumentada con notas, adiciones y aclaraciones que la ponen al alcance de todos con siete láminas por D. Joaquín Hisern y Molleras, doctor en Medicina y Cirugía, un tomo cu 4o rústica, 16rs".


El eco del daguerrotipo y su auge en España también se dejó notar en La Rioja. La primera nota la encontramos en enero de 1840; en septiembre del mismo año el daguerrotipo ya era de uso normal y de conocimiento general. En el Boletín Oficial de la Provincia de Logroño de fecha 6 de septiembre de 1840 encontramos la siguiente cita en la sección titulada Economía usual e industrial, bajo el título 'Daguerrotipos: anuncio de una mejora'.


"Es demasiado conocido este curioso instrumento, para que nos detengamos a describirlo. Por su medio se fijan las imágenes de los objetos en una lámina de plata; y aunque se trabaja con empeño, tanto en Francia como en Inglaterra, para encontrar otras sustancias sensibles a la acción de la luz solar con que sustituir aquella lámina, ningún resultado satisfactorio se ha obtenido hasta ahora." Lo que esta nota asegura es la pronta implantación de la daguerrotipia en la región. Una legión de fotógrafos ambulantes –extranjeros en su mayoría– se había lanzado a por una clientela ávida de retratos. En ese contexto se entabla una dura competencia, que se reflejará en un descenso de los precios y en los abundantes anuncios publicados en los periódicos de la época, jactándose de su rapidez, calidad técnica y bajos precios. Precisamente esta publicidad da constancia de los ambulantes que visitaron la ciudad en aquellos años, antes del establecimiento de los primeros estudios fijos.


A pesar de esa competencia que reducía los precios, estos seguían siendo altos. Oscilaban normalmente entre los veinte y los ochenta reales dependiendo del formato, el colorido y el número de personas retratadas. Eran precios bastante elevados, considerando que una persona debía trabajar casi una semana para poder pagar la vanidad de reflejarse en el metal tornasol. Por este motivo es normal, en un principio, que sólo se retraten las clases altas y la burguesía adinerada.



PRIMEROS DAGUERROTIPISTAS EN LOGROÑO.

De los primeros datos que disponemos hay que destacar el paso por Logroño en 1843 de Mr. Constant, que llega desde "Pamplona y los pueblos más importantes de Navarra" para efectuar daguerrotipos "en un cuarto de placa a 60 reales, aumentando a 80 reales el precio si figuran dos o más personas”.


En 1848, La Rioja recibe al fotógrafo suizo Schmidt, proveniente de Navarra, donde afirma haber realizado 2.300 retratos a plena satisfacción. Al igual que en Pamplona, además de realizar en daguerrotipos con colorido al fuego, imparte lecciones enseñando el lucrativo arte por 320 reales de vellón.


Uno de los daguerrotipistas que más asiduamente visitó la capital de La Rioja fue Mr. Anatole, a juzgar por la cantidad de anuncios que aparecen en los periódicos regionales de mediado el siglo. El martes 12 de agosto de 1851, en El Zurrón del Pobre, "periódico de intereses materiales, literatura y anuncios" figura a toda página el siguiente "AVISO AL PÚBLICO: Acaba de llegar a esta ciudad Mr. Anatole, artista de París, el cual participa al ilustrado público de Logroño, se detendrá seis días después de la salida de este anuncio, que empleará en retratar al daguerrotipo a cuantas personas lo deseen, de una manera nunca vista, en relieve, sobre fondo de oro y según se acostumbra: pues perfeccionado en su arte, sus retratos son superiores en finura e imitación a los de Díaz que acaba de marchar, con los que no puede confundirlos ninguno que sea inteligente. Son enteramente más parecidos y perfectamente acabados. Su semejanza al original, es enteramente idéntica. Los saca también imitando a miniatura, excediendo a toda ponderación, como lo acredita con las muestras que pondrá de manifiesto; ofreciendo además, hacer los de las 10 primeras personas que se presenten al ínfimo precio de 25 reales cada uno; cantidad que no basta a resarcirle de los materiales que emplea. El coste de los demás es convencional. Tiene la habitación en el café nuevo de Ignacio Barrengoa, en donde recibe desde las 8 de la mañana en adelante".

 
Esta nota publicitaria ilustra el encarnizamiento de la competencia entre daguerrotipistas a mediados del XIX. Los franceses, la mayor parte, parecen hacer causa común contra los españoles, descalificándoles por su torpe uso de la daguerrotipia. Si atendemos a los anuncios, los fotógrafos ambulantes españoles, o al menos los que visitaron Logroño, no conseguían retratar a los clientes enteramente parecidos. Igual por esto encontraremos en un periódico de Logroño con fecha 6 de marzo de 1851 una nota vendiendo retratos de no se sabe quién a tres reales, la nota en la sección de anuncios dice: “En la calle San Blas núm. 2. Barbería del Madrileño, se acaba de recibir una colección de retratos sacados al daguerrotipo sumamente parecidos al original; los que se venden a tres reales VN cada uno".


No se sabe si por su propaganda o por su calidad, los retratos de los artistas venidos de París gozaban de una muy buena crítica; no así los realizados por los venidos de cualquier lugar de España. Es bien conocida por todos la habilidad del pueblo francés para vender sus productos, causar admiración y generar gratitud en comentarios, aunque sea a cambio de unos cuantos reales de vellón. Prueba de ello encontramos la siguiente reseña escrita por un redactor del periódico El Zurrón del Pobre bajo el encabezamiento Retratos al daguerrotipo.


Hemos tenido ocasión de ver ejecutados algunos retratos por Mr. Anatole, cuyo anuncio pusimos en el número anterior: no podemos menos que confesar que este artista trabaja con cuanta perfección es posible; excelente fondo, limpieza, exactitud a los originales. Parece pasarse la imagen a las láminas. La operación dura breves instantes. Así es que todos los que conocen su mérito acuden a verse representados de un modo tan maravilloso; será una lástima desaprovechasen esta ocasión cuantos tengan interés en conservar un perfecto parecido. En solo dos días pasan de 30 retratos los que hemos visto ejecutar”.


En la actualidad el número de daguerrotipos existentes en La Rioja es escaso. De ellos, no tenemos noticia de ninguno de tipo escénico aunque sabemos de su realización, ya que incluso se anunciaba su venta en los periódicos. Entre las causas que provocan la escasez de daguerrotipos conservados se pueden mencionar el consabido retraso cultural español, el carácter ambulante de los daguerrotipistas –Logroño tardó mucho tiempo en contar con estudios estables, el primero en 1870– y sobre todo la pronta aparición de procedimientos fotográficos más económicos y modernos.


Ya en 1858 encontramos en El Boletín Oficial de la Provincia de Logroño la siguiente nota, que nos confirma la práctica de diversos procesos por el mismo artista: “Don Luciano Carrouché, fotógrafo. Hay retratos al daguerrotipo sobre lienzo, papel y chapa metálica, vive en posada nueva del Carmen piso principal, y sus muestras están de manifiesto en el café de los Leones. Advierte a este público que quedará pocos días en esta ciudad y sabrá dar gusto a las personas que le honren con su confianza”.


Luciano Carrouché, afincado en Bilbao en la calle Barrencalle Barrena Nº 17, visitó periódicamente la ciudad de Logroño hasta casi la década de los setenta. A partir de la década de los sesenta se convirtió en normal el viaje de los fotógrafos vascos a La Rioja, dada la proximidad geográfica, la fuerte relación comercial con Bilbao y la inexistencia de estudios estables en La Rioja. Fue precisamente una familia de fotógrafos afincados en San Sebastián y Pamplona la que abrirá las puertas del primer estudio estable en la ciudad de Logroño. La firma Ducloux se instaló en Logroño, en el Muro de los Reyes 1, en 1870.


El daguerrotipo, pieza única realizada con toda clase de lujos, fue un procedimiento fotográfico costoso, reservado a las clases altas y la burguesía adinerada. En La Rioja los ricos propietarios agrícolas, industriales serranos y bodegueros fueron los principales clientes de los daguerrotipistas. El resto de la población hubo de esperar a procesos técnicos más económicos para poder dejar constancia de su vida y acceder a uno de los signos de progreso social: el retrato. Aun así la daguerrotipia se siguió practicando en Logroño hasta el fin de la década de los sesenta. Al igual que la miniatura, con la que convivió un tiempo, suponía una cierta distinción social, aunque irá desapareciendo paulatinamente a medida que procedimientos más económicos y modernos van reclamando a una clientela que cada vez es más universal.



IMÁGENES ÚNICAS A PRECIOS POPULARES

La idea de negativo y copia en el retrato tardaría en imponerse, ya que la referencia de calidad era el daguerrotipo. Por influjo de la estética impuesta por el daguerrotipo, sus sustitutos de precios populares tratan de conservar su aspecto, aunque no consiguen su fascinante magia especular. Con la invención de la técnica del colodión húmedo, los ambrotipos y algunos ferrotipos posteriores se presentan en estuches de piel o gutapercha con su marco dorado y su terciopelo rojo. El ambrotipo llegó a considerarse como un daguerrotipo de segunda o falso, pero cumplió la misión de abaratar y facilitar la ejecución técnica del proceso. En realidad, un ambrotipo es un negativo al colodión húmedo ligeramente subexpuesto que colocado ante de un fondo negro –laca, cartón o fieltro– aparenta ser positivo. Comenzó a practicarse a partir de 1851, con lo que en Logroño convivió casi diez años con su hermano mayor, el daguerrotipo. El ferrotipo se presentó en 1853 por Adolphe Alexandre Martin en la Academia de Ciencias de Francia, como un medio popular para la obtención de imágenes. Esta técnica posibilitó que los fotógrafos ambulantes pudieran producir gran cantidad de imágenes de una manera rápida y barata. Se usó como procedimiento de fotografía callejera y de feria, siendo la clara antecesora de las cámaras minuteras, que durante muchas décadas poblaron las plazas de toda Europa. Sobre todo las clases sociales menos favorecidas obtuvieron de esta técnica la posibilidad de retratarse a bajo precio. El ferrotipo es una placa de metal esmaltada y cubierta por una emulsión de colodión húmedo. Realmente se trata de un negativo, pero como la plata que compone la imagen es más clara que el fondo negro sobre el que se sitúa, la imagen aparece positiva. En la carrera de los procesos únicos y económicos cabría señalar la técnica del panotipo (1853) o copia única obtenida sobre tela ennegrecida. Tenía la ventaja de que no se rompía y se podía recortar con facilidad, para colocarlo en cualquier soporte o marco. Son raros de encontrar, aunque en Logroño algún ambulante los debió realizar, puesto que algunos se conservan.


Las técnicas del ambrotipo, ferrotipo y panotipo, concebidas para la obtención de copias únicas, escondían bajo su apariencia positiva la naturaleza de un negativo al colodión húmedo, que a la postre sería el vencedor de esta batalla de procedimientos fotográficos, ya que lo inherente a la fotografía moderna es su reproducibilidad y la obtención económica de copias.

 

LA LLEGADA DEL NEGATIVO (COLODIÓN HÚMEDO) 

No tenemos constancia de la realización de calotipos (negativos sobre papel) en Logroño, ya que era una técnica rara debido al problema de irregularidades generadas por su textura y cierta opacidad proveniente del propio papel. Si bien los primeros que acabaron con esos problemas fueron los negativos de vidrio a la albúmina en 1847, definitivamente se impusieron los de colodión húmedo gracias a su mayor sensibilidad. Esta técnica, presentada en 1851 por Frederik Scott Archer, consiguió bajar los tiempos de exposición de minutos a segundos, consiguiendo que el fotógrafo estuviera presto para la acción, propiciando un nuevo género para la fotografía: la documentalidad.


Dos fotografías. Testigo de ciudad. El uso generalizado del negativo-positivo

La calle del Mercado –hoy Portales– y más concretamente su inicio desde el Este, será la vista más fotografiada de la ciudad de Logroño, junto al monumento ecuestre del General Espartero. La calle Portales era en el siglo XIX la arteria más importante de la ciudad; en ella se alojaba el mejor comercio, nos llevaba a su centro natural: la plaza del Mercado, presidida por las torres gemelas de la catedral, y como colofón los conventos de San Agustín y de La Merced cerraban la perspectiva de la calle. Todo lo que importaba se cocía en esta calle, por lo que no es de extrañar que la mayoría de los fotógrafos que plantaban su trípode en Logroño repitieran una y otra vez la misma toma, orientando la cámara hacia el mismo lugar. La composición es perfecta, con una delicada y larga perspectiva que define la calle; y por si fuera poco, cuando la fuga empieza a perderse aparecen en vertical las dos torres de La Redonda, compensando el excesivo espacio en altura que quedaría de no existir esta construcción.


Quién fue el primer fotógrafo en capturar esta imagen es un misterio, puesto que seguramente sería motivo para algún daguerrotipo, pero más allá de las conjeturas diremos que la primera toma que se conserva fue realizada en torno al año 1860 con un negativo de colodión húmedo, y es obra de Francis Frith CO. La totalidad de las fotografías tomadas por la empresa de Frith llevaban el sello de su compañía, aunque el autor pueda ser cualquiera de los excelentes fotógrafos que trabajaron para esta firma. Conviene anotar que Francis Frith es uno de los fotógrafos más importantes de mediados del siglo XIX en Europa; a su firma debemos las primeras fotografías de las pirámides de Egipto, los santos lugares de Jerusalén, la Acrópolis de Atenas y otros lugares de África y Asia. El negocio que el señor Frith mantenía en Londres debía ser muy rentable, a juzgar por el importantísimo archivo que reunió a lo largo de su carrera. Hay que situarse en la mente de quien es virgen para las imágenes, extremo impensable a día de hoy. Antes de la época de la fotografía, si alguien había de figurarse como era una pirámide tendría que remitirse a los idealizados grabados de la época realizados por artistas, que casi con seguridad nunca habían visto lo que dibujaban.


Desde nuestra perspectiva no nos es fácil suponer lo que significaba hacer fotografías en Egipto. En esos años el proceso más empleado era el del colodión húmedo, producto viscoso que había que verter sobre la placa de vidrio para que sirviera de aglutinante a la emulsión el nitrato de plata. Esta operación había que realizarla muy rápidamente, ya que si se secaba no era sensible a la luz. Inmediatamente, y una vez expuestas, las placas debían ser reveladas en un plazo máximo de unos seis minutos. Por si fueran pocas las complicaciones que aporta la prisa, hay que unir a esto su peligrosidad. Hay unas notas de Francis Frith  en sus primeros reportajes documentales en Egipto de cómo el colodión hervía sobre la placa, debido a las altas temperaturas que alcanzaba el interior de su tienda laboratorio de color negro.


Fuera el propio Frith, Napper u otro fotógrafo de su compañía, las primeras imágenes que se conservan de las calles de Logroño están realizadas con esta técnica y en mayo o junio, aunque seguro que colocaron su tienda de campaña-laboratorio, o carromato a la sombra, para prevenir los peligrosos vapores de colodión fruto del calor.


Otro gran fotógrafo que dio en elegir la misma vista, aunque con un punto de vista más alto, fue Jean Laurent. No sabemos si Laurent conocía la fotografía de Frith CO., pero aprovecha una hora de luz similar y una época el año parecida, a juzgar por la altura del sol y las vestimentas de los que aparecen en la imagen. Hay varios datos curiosos: la escasez de gente en la calle principal de Logroño a una hora que podríamos situar entre las 10 y las 11 mañana. Lo que nos hace pensar, o que era un día de fiesta, o que andaban muy rápido y no han permanecido quietos el tiempo necesario para aparecer expuestos durante los segundos necesarios para realizar la toma. La gente y animales fantasmales que sí aparecen son fruto de la larga exposición, durante la que permanecieron en el mismo lugar pero moviéndose. Lo que es más importante: estas dos magníficas vistas de la calle del Mercado, separadas cuatro o cinco años entre sí, nos revelan un dato estremecedor: el carácter muchas veces destructivo del progreso. La fotografía, mejor que ninguna otra técnica, es capaz de fijar en el tiempo cómo eran las cosas. Estas dos fotografías son interesantes en Roma y en París, pero para quién realmente cobra valor el perfecto trabajo del fotógrafo es para los logroñeses. Mirando con atención nos daremos cuenta que en la fotografía de Frith solamente la catedral y dos casas permanecen en la actualidad,  el resto ha sido objeto de la piqueta. En la de Laurent permanece una casa más (el palacio de los Chapiteles)  ya que toma un encuadre ligeramente más atrasado. Gracias a la calidad que nos ofrecen las placas de 20x25cm, en el caso de Frith, y de 27x36cm., en el de Laurent, podemos observar los estucos y frescos que adornaban la práctica totalidad de los edificios.


Del negativo a la copia positiva

Parece obvio considerar que un negativo es eso: algo que no se ve como es debido. La terminología daría para mucho, si aplicamos la semántica a las palabras, pero en fotografía, negativo es simplemente un paso necesario para la obtención de copias en papel. No fue siempre así, en Inglaterra país donde vio la luz el proceso negativo-positivo, a través de la figura de su inventor Henry Fox Talbot, se consideraba el negativo como la pieza auténtica, aquella que era la traducción de la luz. Como los negativos inventados por Talbot eran de papel tenían un aspecto de algo acabado. He de confesar que a muchos nos gustan más los negativos en papel (calotipos) que sus hermanos los positivos. Esto era norma, entre muchas gente, en Inglaterra durante la primeras décadas, tras la presentación del calotipo.


El calotipo tuvo una vida de unos 19 años (1841-1869), y los negativos sobre soporte de vidrio con colodión húmedo de unos 34 (1851-1885), utilizándose hasta la aparición de los procesos industriales de placa seca. Como a la mayoría de la gente los negativos poco les importan, a lo que siempre se daba importancia era a la copia positiva en papel. Los papeles más empleados durante muchos años (1850-1900) eran los albuminados. Una  fotografía sobre papel albuminado es una copia positiva formada por una capa de albúmina (procedente de la clara del huevo)  en la que se pone en suspensión un compuesto de plata sensible a la luz, sobre una fina hoja de papel. Es común la idea de que para identificar el proceso a la albúmina, el papel ha de presentar una coloración claramente amarillenta. Si esto es así se debe normalmente a una degradación ambiental o química. La coloración normal de una copia sobre papel albuminado bien conservada puede oscilar del negro azulado al castaño, dependiendo los parámetros exposición y procesado.


Se procesaron millones de copias a la albúmina, ya que este proceso fue en su día el más empleado por los fotógrafos, gracias a su relativa sencillez y la calidad del resultado. Si hay una disciplina en la que los positivos albuminados brillaron fue en la de las afamadas  “cartes de viste" patentadas por Disderi en 1854. Estos pequeños retratos positivos encabezaron una nueva costumbre que se ha perdurado hasta nuestros días: El álbum fotográfico.


Durante el siglo XIX y sobre todo a principios del XX, hubo una revolución en lo que a procesos positivos se refiere, conviviendo múltiples procedimientos, de los que cabe destacar el cianotipo, el platinotipo , las copias al carbón y finalmente las de gelatino-bromuro, cuya producción hoy continúa.  El cianotipo, usado hasta 1960, es una copia sobre papel con pigmento azul y emulsionada con sales férricas. El platinotipo se obtiene aplicando partículas metálicas de platino dispersas entre las fibras del papel. Los carbones son imágenes formadas por negro de carbón dentro de una capa de gelatina. Es importante aclarar que estos procedimientos  son prácticamente inalterables y se usaron como copias de archivo. Logroño al igual que otros lugares verá desfilar las diversas técnicas y prueba de ello tenemos la siguiente cita aparecida en en La Rioja Ilustrada de fecha 16 de septiembre de 1907: “Hoy se exhibirán en el escaparte del bazar de Roque Rivas unas interesantes y artísticas fotografías hechas al carbón por el fotógrafo Don Alberto Muro. El trabajo ha de ser muy elogiado por los aficionados y profesionales; demuestra en el autor gran dominio del arte a que se dedica, y es un nuevo paso en el camino de la fotografía que el Señor Muro lo ha salvado fácilmente, poniendo de relieve su pericia y maestría en estos asuntos”.


Heliografía daguerrotipo, ambrotipo, ferrotipo, panotipo, autódromo, dibujo fotogénico. Copias al papel salado, a la albúmina, al carbón, al platino, al paladio, a la goma bicromatada, cianotipos, woodburitipos, aristotipos, papeles de revelado, Dye transfer, Calotipos, negativos al colodión húmedo y seco, de gelatinobromuro.... son solamente unas cuantas técnicas que ha ido empleando la fotografía en estos 175 años de vida, de las que hemos decidido suprimir las actuales.


Del XIX al XX. La época dorada de los estudios en Logroño.


La fotografía del siglo XIX en Logroño, como en otros muchos lugares, es un ir y un venir de fotógrafos y estudios. Por un lado la ciudad recibió la vista de los grandes del momento: Cliford, Frith, Napper, Laurent, Martínez-Sánchez; de otros en busca del negocio que ofrecía la nueva profesión, con nombres como Constant, Schmidt, Anatole, Carrouché, Tamys y, para finalizar, toda suerte de ambulantes con sus barracas de ferrotipia, como la famosa Centella.


Seguir el hilo de los estudios resulta muy complejo por los cambios de denominación y numeración de las calles. A esto hay que sumar las asociaciones entre profesionales, los estudios en alquiler con derecho a retorno y la costumbre del traspaso o sucesión que hace que muchos fotógrafos ocupen el mismo estudio.


Entre los fotógrafos que ya trabajaban con estudio fijo en Logroño a partir de 1860, cabe destacar a los siguientes:

Pedro Ducloux que fue el fotógrafo de la mejor sociedad logroñesa. De sobrio estilo, al gusto de la época, impuesto por los largos tiempos de exposición que no permitían mucha gestualidad a los modelos. Seguramente, para compensar este envaramiento muchos fotógrafos se ofrecen también como pintores. Pedro compartió el estudio con su hijo Leopoldo hasta 1880, año en el que se traslada a Pamplona tras su asociación Emilio Pliego, acabando su vida laboral en San Sebastián.


Julián Castellanos viene a complicar esta embrollada sucesión de estudios; si bien en algún dorso se le ve como sucesor de Ducloux, pronto abandonará esta privilegiada posición para caminar en solitario sin padrino alguno. Castellanos es un buen fotógrafo que se atreve con primeros planos como el magnífico retrato de Sagasta. Ese mismo estudio, o en esa misma dirección, es el que va a ocupar Francisco Garay a su llegada a Logroño procedente de Burgos, ya que los dos firman con la dirección de Muro del Carmen 11 (la misma que Pedro Ducloux). Francisco Garay es el motor de una saga de profesionales que se extiende por siete ciudades del norte de España y que pervive a día de hoy. Los Garay fueron objeto de una monografía y una exposición en el año 2013, dentro de la serie Fotógrafos de Logroño.

 

Según rezaba en su publicidad, los fotógrafos de prestigio atendían en planta baja. Subiendo unas escaleras, hasta las buhardillas, nos encontramos con fotógrafos como J. Montes, en Muro del Carmen 10, José Pérez de Cremales en Mercado 12, Andrés Sierra en el 16 de la misma calle, un tal Don Emilio, Juan Pérez Villa en principio asociado a Emilio Pliego y su sucesor Frutos Moreno el Brujo, en Portales sobre el café Los Leones.


Pablo Martínez Chacón aparece trabajando en Muro de Los Reyes 12 hasta casi su muerte en 1897. Chacón hereda la clientela de Ducloux, no queda claro si también el estudio, realizando trabajos tanto fuera de la  galería como magníficos retratos del Marqués de Murrieta, el doctor Zubía y la alta sociedad de la zona. Fotografía la bodega del marqués, el señorío de Somalo y otras propiedades y edificios singulares, aportando una documentación sin precedente en La Rioja. El cambio de siglo va estar presidido por dos firmas que seguramente marcaran un antes y un después en la fotografía de Logroño. El ya citado Francisco Garay y el sucesor de Chacón, Alberto Muro.


En la bisagra de los siglos XIX al XX podemos hablar de una época de oro para la fotografía en Logroño. Los fotógrafos que van a trabajar en estos años son hombres picados por el aguijón del progreso, de las humanidades, con gusto por la cultura y con una educación artística profunda. La mayoría de ellos participaron activamente en el desarrollo de sus ciudades y obtuvieron señalados premios.


Una constante les unía a todos: eran profundamente liberales y tolerantes. En muchas ocasiones formaban la vanguardia de la ciudad, participando en la creación de periódicos y todo tipo de publicaciones. Eran hombres que creían en la vida y se ganaron el respeto de sus coetáneos, aunque siempre se les tachó de un poco bohemios, con cierta pátina de artistas. Como hombres que creían en el progreso tuvieron inclinación a los deportes más peligrosos de la época. Raro era el que no tenía moto y corría despendolado sobre el polvo de las carreteras riojanas. Alguno de ellos fue ingeniero improvisado, o maestro, pero todos compartían ese ambiente liberal del Logroño y La Rioja de principio de siglo, lleno de cafés cantantes, teatros, bandas de música y brillantes ateneos. Todo ello conformó a una generación de fotógrafos profundamente diletantes.


Muro, mejor dicho, Alberto Muro es uno de los grandes fotógrafos de Logroño, seguramente el más completo: maestro de grandes profesionales como Jalón Ángel o Domingo Fernández, innovador en el empleo de nuevas técnicas, espirita y gran vividor, según nos relata su nieto Ricardo que dirige una galería y un estudio en Saintes (Francia). Alberto Muro fue un extraordinario retratista, pero donde da la talla es en la fotografía documental. Al estilo de los documentalistas europeos, distante, frío y exacto, nos lega imágenes de construcción de grandes obras, de industrias y de patrimonio que hoy constituyen piezas de inigualable valor. Alberto Muro ocupa el segundo número de la serie Fotógrafos de Logroño.


Francisco Garay (hijo) según su propia firma, sigue los pasos de su padre, fotógrafo de estudio, amplia su repertorio a la documentación de una de las industrias que definen a La Rioja: el vino. Fotografía las bodegas más importantes de La Rioja y de Logroño capital. Sus imágenes de nombres míticos como Marqués de Riscal, Franco-Españolas o Bilbaínas siguen siendo empleadas para explicar una tradición centenaria.


En ese famoso lío que mantenemos con las direcciones y las sucesiones, aparece J. Rodrigo y su estudio La Parisien, también en Muro el Carmen 11, en el que trabaja desde 1915. Buen profesional pero no de la categoría de Muro o Garay, que detentarán la mejor clientela de la ciudad.

 

Pasadas las primeras décadas del XX permanecen las dos mismas líneas de profesionales divididas por el estrato social que ocupa su clientela, pero van a surgir otros campos de negocio que definirá la fotografía a partir de los años treinta. El fotógrafo artista se complementa con el comercio, que potenciará la actividad de los aficionados. La llegada de los medios impresos, con la primera hornada de reporteros locales, hará que los profesionales se multipliquen y que los estilos cambien.


A partir de los años treinta triunfa el trabajo de dos discípulos de Muro: Domingo Fernández y el más afamado Jesús Esteban (el Jalón Ángel de Logroño). Jesús Esteban heredó de Alberto Muro no sólo su clientela, sino sus impecables maneras en el trabajo; recogió la tradición de los grandes retratistas e incorporó una forma personal de terminar sus positivos. Todo el proceso era cuidado al máximo: la sesión dirigida con maestría para sacar lo mejor del modelo; placa de 18x24 cm. revelada con mimo en el laboratorio, auténtica cocina de sus secretos; copias en papel cálido y, al final, un delicado retoque de la mano del artista convertía cada retrato en único, en un objeto de admiración. Jesús Esteban pasó del estudio de Alberto Muro situado en la calle Bretón de los Herreros a otro situado en el Espolón, que también abandonó para instalarse definitivamente en lo que hasta entonces era la galería de arte Salón Reina. En este mismo local han continuado hasta el año 2013 sus hijos Rosa y Carlos.


Van Rey es otra de las firmas de prestigio de estos años. Tenía su estudio en la calle Gallarza. Destaca con luz propia en lo que podríamos denominar como fotografía moderna  la figura de Limorti, que practica una fotografía enmarcada entre los parámetros de la nueva objetividad y la Bauhaus, como nos demuestra el anuncio en el que aparece su estudio en La Rioja Industrial de septiembre de 1934. Las fotos de Limorti de esta época están en consonancia con las magnificas portadas de la misma revista ejecutadas por Reina. En esta publicación aparece la siguiente nota: “La industria local, en constante progreso siempre, se ha crecido (sic) con la instalación pulcra, cuidada, bien servida, de unos laboratorios fotográficos, que la afición al arte maestro de Daguerre, reclamaba con insistencia. Los laboratorios fotográficos Limorti han venido, pues, a cubrir una imperiosa necesidad que se dejaba sentir”.


A partir de 1940 y coincidiendo con el estado general de las cosas, la fotografía, salvo las excepciones mencionadas, entró en una franca decadencia estableciendo un panorama poco halagüeño: los fotógrafos carecían, en muchos casos, de la formación necesaria, la situación económica de posguerra no permitía muchas alegrías, el ambiente cultural prácticamente inexistente y la falta de incentivos, situaron el nivel fotográfico de la ciudad bajo mínimos.  A pesar de ello y frente a las adversidades, cabe señalar el trabajo de Felix Guallar, Pablo Garay, Clemente Aranda, Emilio Palacios y su hijo Salvador, Manolo Fernádez, los hijos de  Esteban (Jesús, Rosa y Carlos) y un joven Carlos Calavia, discípulo de Jalón Ángel. Los géneros se estaban acabando y los que llegaban, lo mismo ejercían fotografía social, prensa, industrial o tomaban una fotografía para el documento de identidad; la profesión había cambiado y los aficionados venían pegando fuerte.


Hubo que esperar hasta los años sesenta para empezar a ver un poco de luz, nunca mejor dicho, fruto del final de la autarquía propiciada por el desarrollismo y la apertura a las importaciones, tan necesaria en el mercado fotográfico. En 1961 se crea la primera agrupación fotográfica de aficionados y profesionales en Logroño, comienzan a llegar publicaciones y los nuevos fotógrafos nacen al mundo del color. Con la mejora en los sistemas de impresión, el apartado gráfico va ganando espacio en las planas de los diarios y los fotógrafos se disputan el lugar por firmar en la prensa. A finales de los cincuenta aparecen los primeros reporteros de verdad, entre los que brilla con luz propia Timoteo Martínez (Teo) del que se ha realizado una exposición antológica en el festival PhotoEspaña en su edición del 2014./Jesús Rocandio, fotógrafo, director de la Casa de la Imagen y Galardón de las Artes Riojanas 2013. Casa de la Imagen

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