4390

{CULTURA / MúSICA}

'No puedo entender a los Beatles sin comprender el contexto en el que se movieron'

Fernando Navarro, periodista, autor de libro 'Acordes rotos' y el blog 'La ruta norteamericana'

Fernando Navarro es periodista e historiador, profesiones que enlaza de forma brillante para hablar de la música que le fascina. Redactor del periódico El País, colabora con el suplemento cultural Babelia y con las revistas Ruta 66, Efe EME y Rolling Stone. En sus páginas -y en su blog 'La ruta norteamericana'- recrea una forma de entender la música en la que grupos y canciones se muestran dentro de un contextos social e histórico y en las que descubrimos la influencias, tradiciones y discursos que acompañan a la música popular. "No concibo la música de otra manera -dice- todo está interconectado". Un grandes éxistos de los Beach Boys es su primer recuerdo musical. Tenía doce años y desde entonces sigue sorprendiéndose con nuevos descubrimientos musicales. "Grupos de ahora y del pasado, a los que llegas porque el mundo de la música es como una ventana que al abrirla hace que se vayan abriendo otras". En 'Acordes Rotos', el libro que escribió en 2011, Fernando Navarro hace un homenaje a músicos que dejaron retazos eternos a través de sus canciones. Al presentar su blog recurre al 'No Surrender' de Springsteen para reiterar la importancia que concede a la múscia. "Aprendimos más de un disco en tres minutos, que con todo lo que nos enseñaron en la escuela"./Javi Muro

 

S.- En las jornadas que se han celebrado en la Universidad de La Rioja se ha hablado de música, jóvenes y de identidad. Es una edad en la que se crean afinidades, ¿Recuerdas el primer disco o cassette? Y ¿Cómo accediste a él?

Sí, lo recuerdo. Recuerdo mi primer contacto, por así decirlo, con la música. Fue un cassette que me compró mi madre en el Corte Inglés. Tendría doce años o así, no recuerdo exactamente la edad. Me gustó mucho la portada de los grandes éxitos de los Beach Boys. Era un doble cassette en el que se leía ‘anunciado en televisión’, aquello parecía que era un plus. En la portada salía un surfista y yo acababa de ver la película ‘Teen Wolf’, en la que el amigo Michael J. Fox se convertía en hombre lobo y surfeaba subido sobre un camión. De alguna manera mágica se me quedó grabado el nombre de los Beach Boys e insistí a mi madre para que me lo comprase. Escuché aquellas canciones y aquel cassette como quién se mete en un mundo nuevo… ‘Surfing in the USA’, ‘Barbara Ann’, ‘Good Vibrations’… Ese fue mi primer contacto con la música. Después, un cassette de Bryan Adams –no Ryan Adams- que  salía con el megáfono en la portada. Esos fueron mis primeros contactos con la música. Fueron mis dos primeros cassettes y los que marcaron mi infancia. Con el tiempo he tenido muchísimos cassettes que he tenido que guardar en cajas y subirlas al trastero, pero esos dos no… los de Beach Boys y Bryan Adams los he colocado como si fueran dos piezas de museo en una especie de despacho que tengo.


S.- … ¿Y la radio? En temas musicales parece el origen de todo durante una época, ¿no?

Sin duda. Más allá de que tu prima mayor pidiera que pusieran los Cuarenta Principales siempre que entraba en el coche de mi madre o en el de mis tíos, para mí –aparte de que me pudiera gustar más o menos- era una música de fondo, no me creaba ese misterio, esa fascinación, que te crea la mejor música, la que te hace atravesar fronteras. Si tuviera que buscar en la música un detonante que me incitara a acercarme a la música con un mimo diferente y que me gustara de verdad, sin duda, recuerdo que estando en EGB o BUP yo por la noche me marchaba a mi cuarto para escuchar mis discos y la radio y por casualidad llegué a M80 y descubrí ‘La Gramola’. 'La Gramola fue ese detonante. Me fascinaba el ruido que hacía la gramola cuando en las peticiones se simulaba que echaban una moneda. La música se compartía y se dedicaba, pero había un criterio muy marcado de la música que se tenía que poner… en la radio escuché a Eric Clapton, Lou Reed,… empecé a concebir la música de otra manera a través de la radio.


S.- … programas como ‘El Vuelo 605’….

Sí, ‘El Vuelo 605’, el programa que hacía el amigo Ángel Álvarez. Fue uno de los mayores difusores de la música en este país. Ese programa también lo escuchaba, de hecho, me lo grababa para escucharlo después. Lo ponían de ocho y media a nueve y luego enlazabas con La Gramola.


S.- Ahora parece que ha cambiado la forma en que se accede a la música. Se opta más por las canciones que por los discos. ¿Escuchando canciones sueltas no se pierde un poco el sentido de relato que tiene un disco en su conjunto?

Sin duda, pero yo no me considero un defensor a muerte de los discos como concepto y de los relatos que pueden contemplar. Por ejemplo, un disco que a mí me marcó y me abrió las puertas a mundo en el que no he hecho más que introducirme y sigo introduciéndome más y más fue ‘Born to run’, de Bruce Springsteen, que es en sí mismo una gran obra de teatro, una gran novela, desde Thunder Road’ hasta ‘Jungleland’. En 'Born to run', Springsteen te va contando la historia de muchísimos personajes y muchísimos ambientes emocionales con muchísimo dramatismo. Defiendo el disco muchísimo, pero sobre la pregunta que me haces, creo que a veces somos demasiado tremendistas con eso de que se pierde el disco como relato, como obra cerrada. La música, la música popular cuando eclosiona en Estados Unidos fue siempre a través de singles, de canciones sencillas. Los Beatles son conocidos por canciones; los Beatles no conciben el disco hasta ‘Revolver’; los Beach Boys –que vendía muchísimo- no hablan del disco como idea hasta ‘Pet Sounds’. En el jazz se encuentran los discos como grandes relatos, pero los Elvis, Little Richard... los primeros  pioneros del rock y también del R&B, Howlin' Wolf y Bo Diddley… todos, igual que en el blus y que en el country, escribían canciones. Me gustan los discos como narraciones, pero creo que en una canción se pueden encontrar la misma pasión y el mismo gran relato y el mejor ejemplo es el primer rock and roll de los años 50 con Elvis Presley. Un gran relato puede estar en ‘Born to Run’ y también en una canción del Elvis, que provocó un detonante social y cultural espectacular. Que la gente consuma la música por canciones en Spotify me parece estupendo; si le transmite las mismas sensaciones que un disco, me parece estupendo. Lo importante es escuchar, el problema es que a veces no tenemos tiempo ni para escuchar una canción.


S.- Al leer tu blog o tus reportajes parece claro que para ti las influencias existentes en cada músico son importantes, ¿No? Parece que disfrutas con hacer el camino inverso, de la actualidad hacia atrás, descubriendo grupos y cantantes…

Sí, es que tampoco concibo mi relación con la música de otra manera. Cuando descubres a los Rolling Stones, los primeros discos de los Rolling, y a los Beatles, dices que maravilla, como suena esto, que buenas canciones, y ves que citan a Willie Dixon, Muddy Waters… eso te lleva a preguntarte ¿esto de dónde viene? … y descubres el blues, el rithmn blues y todo. Todo está interconectado, cuando empiezas a buscar información sobre ‘Born to run’ descubres que Bruce Springsteen quería un sonido similar al de Philp Spector. Llegas a un punto en el que quieres investigar quiénes son estas personas tan influyentes. Recuerdo que a raíz de 'Born to run' me quise hacer con la música de Philp Spector; pensaba que era un músico y descubrí que era un productor. Me introduje en su trabajo y conocí un universo espectacular. Estaban The Crystals, The Ronettes, era espectacular y suponía remontarse diez años antes que Springsteen. No lo concibo de otra manera, creo que alguien que quiera dedicarse a escuchar música, a aprender, a escribir –como es mi caso- a apreciarla es muy importante tratar de saber de dónde viene todo, la tradición y el discurso que acompaña a la música popular. Es como una antorcha que se han ido pasando unos a otros. Conocer estos detalles te sirve para acercarte mejor a las canciones de según qué grupos. Es también como me gusta la música retrocediendo al pasado, volviendo al presente, dando saltos en estilos y en el tiempo.
S.- ¿Por qué la música norteamericana? ¿Por qué eliges ‘La Ruta Norteamericana’ para tu blog?

Por un lado, porque es la música que más escucho. Recuerdo que cuando Diego Manrique presentó mi libro (‘Acordes Rotos’) en la FNAC dijo que la música norteamericana era donde llegan todos los afluentes musicales y es verdad. Es como la madre de todas músicas. Además, coincidió que cuando yo fui a proponer el blog al diario El País ya había otra bitacora de temática musical que acababa de ponerse en marcha, el de Darío Manrique, compañero en la revista Rolling Stone. Así que tenía que ser diferente y escogí la música americana, desde el jazz, pasando por el blues, el rock o el country, pero ya no hablaba de flamenco o del pop español, por ejemplo.


S.- ¿Te sigues sorprendiendo con descubrimientos de músicos, grupos, canciones?

Sí, sí, sí. Me sorprendo de lo que puedo conocer ahora, y también con cosas del pasado como el rithmn blues de Nueva Orleans que se hacía en los años cuarenta, previo al nacimiento del rock and roll. El mundo de la música es como una ventana, que a medida que la abres se van abriendo otras muchas y sólo la persona que es inquieta, que ya tiene ese hambre por conocer va descubriendo que esto es un campo abierto que, tanto hacia atrás como hacia delante, está lleno de propuestas. Es una cuestión de inquietud. No entiendo a la gente que, por ejemplo, no sale de la música mod. Lo bonito de esto es que te gusta el mod y el jazz y al mismo tiempo descubres que Bebo Valdés introdujo el afrojazz en los ritmos cubanos. Es fascinante.

 

S.- Al escribir sobre un grupo, un cantante, un estilo musical, en muchas ocasiones lo haces también sobre la Historia, sobre el momento histórico…

Sí. Me gusta, pero es un poco lo que hablábamos antes, no concibo la música de otra manera. Creo que la música popular hay que entenderla dentro de su contexto histórico y social. No sé si es defecto de profesión, soy periodista y he estudiado la carrera de Historia, pero lo cierto es que no puedo entender a los Beatles sin comprender el contexto en el que se movieron. En los 60 había una juventud hambrienta socialmente y los Beatles cogieron esa hambre y lo plasmaron en sus canciones, fueron pequeñas cruzadas de la juventud. No se trata de poner la historia en la música, sino que la música forma parte de la historia. No puedes entender el Soul sino entiendes la situación de los afroamericanos en Estados Unidos hace cincuenta o sesenta años. Se podría hacer una crónica social histórica de un país como Estados Unidos, Gran Bretaña o España a través de su música. Creo que la música es crónica de su tiempo. La música es testigo de los cambios, la evolución a las ciudades, la contracultura juvenil de los años 60, el punk en Inglaterra en los 70; la música pone banda sonora a todo eso y es también mensaje.


S.- Creo que uno de tus libros favoritos es ‘Las uvas de la ira’, que musicalmente ha tenido reflejo en trabajos como ‘El fantasma de Tom Joad’, de Bruce Springsteen. El libro, la historia que cuenta, está de plena actualidad… ¿Te interesa la literatura como influencia musical, que las canciones tengan un peso literario?

Bueno, ‘Las uvas de la ira’ está de total actualidad. Y como influencia musical la literatura me parece importante. El hecho de que ‘Las uvas de la ira’ haya generado un disco como el de ‘El fantasma de Tom Joad’ bienvenido sea. Solamente hay que ver a Bon Dylan, al primer Dylan que absorbía todo tipo de influencias literarias, tomaba a los simbolistas franceses, Arthur Rimbaud y a poetas americanos para componer sus propias canciones. Lo maravilloso de ‘Las uvas de la ira’, la historia de la familia Joad que cruzan todo Estados Unidos por la Ruta 66 para llegar a California en busca del sueño americano –el que ha leído la novela o visto la película de John Ford, un peliculón, sabe cuál es la historia- es que representa también la cruzada de los grandes cantautores y músicos norteamericanos. Por supuesto que creo que la literatura como influencia de la música es importantísimo, pero no sólo como influencia sino como un arte que es parte de la música. Me da un poco de pena que la música se entiende casi más como una cosa de ocio y entretenimiento y no se considera como un arte que tiene capacidad de trascender en las personas. No como la literatura, por ejemplo, que está muy bien vista, que tiene una crítica seria. La música se ve como entretenimiento, como algo que se despacha rápido y ya está. La música tiene también la capacidad de contar grandes relatos de trascender a las personas y abrirnos las puertas a otros mundos e imaginar cosas que igual no somos capaces de concebir en la vida diaria; es arte. A mí lo que me gusta es que la música, como otras artes, tiene la capacidad de fusión de influencias.


S.- Hay cierto dramatismo, cierta tragedia o dificultad en las vidas de algunos personajes de la música americana. Es algo que queda reflejado también en tu libro. ¿Son personajes que te interesan?

No, a mí me interesa el personaje que consigue llevar una vida feliz y coherente, que es consecuente con sus actos; me interesa la felicidad. Decía Sabina que a muchos les hubiese gustado que se hubiese muerto cuando estaba drogándose y haber dejado un cadáver bonito; ahora dice que a esos hijos de puta les recuerda que ahora que no bebe ni se droga es feliz. Eso es lo que me interesa, no los atormentados ni la gente que muere en circunstancias trágicas. Me parece triste. Lo que sucede en el libro es que pretende ser un homenaje a gente, por ejemplo, como Janis Joplin, una tía que muere con 27 años; o un tío como Johny Thunders, que muere también joven, un jonky, un drogadicto, una tragedia andante, que tenía como muchos jonkis la realidad distorsionada y que era de trato difícil, pero que no quita para que dejen algo eterno que es la música. Cuando murió Lennon, Paul Maccartney dijo que John seguiría viviendo en tanto en cuanto la gente siguiera escuchando las canciones de los Beatles.

 

S.- ¿De ahí la idea que plantea el libro sobre los retazos eternos de la música americana?

En el libro intento hacer justicia con el arte de esa gente que dejó retazos eternos, retazos en el sentido de que muchos murieron jóvenes y no tuvieron presencia mediática, presencia comercial. Pongamos el caso, por ejemplo, de Willy de Ville, que siempre quiso triunfar y nunca alcanzó el éxito, y mira que tuvo canciones como ‘Demasiado corazón’... Vivió atormentado. O el caso de Roy Orbison, que petó las listas de ventas en los sesenta y luego cayó en el ostracismo. Comenzó a ser reconocido, de nuevo, después de su muerte al sonar una de sus canciones en una película de éxito. A mí me gusta que la gente sea feliz y me da mucha pena historias como las de Janis Joplin, que en el fondo estaba más sola que la nada. Decía que sólo se sentía acompañada cuando subía al escenario ante diez mil espectadores y luego se iba a casa sola, que no era casa sino uno hotel y allí se drogaba. Lo que sucede es que nos atraen esas historias tristes porque también son románticas y pasionales, guardan la misma tragedia y misterio de la vida… Es el motivo por lo que la película 'Casablanca' le gusta a todo el mundo. Es un final triste, con tragedia, pero muy romántico, donde la pasión de la vida, del amor, es más grande que todo lo demás. Más grande que las circunstancias y la realidad. Esa grandeza es lo que acerca a las personas a la eternidad.

 

Ir a la segunda parte de la entrevista.

Suscripción a la Newsletter Enviar